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"Burnout", malestar físico y sentimientos de culpa: El efecto de las muertes por covid-19 en el personal de salud

Los recintos hospitalarios y universidades buscan estrategias para evitar que el duelo genere secuelas permanentes o estrés postraumático en el equipo médico. Intervenciones psicológicas y rituales de cierre son algunas de las sugerencias.

28 de Junio de 2020 | 06:48 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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Personal de salud con elementos de protección personal dentro de un recinto hospitalario.

EFE (referencial)
Fue el 1 de abril cuando la Clínica Bupa Santiago oficializó una necesidad que se venía haciendo patente dentro del recinto: se creó el Programa de Apoyo Sicológico, que desde entonces hace más de 150 llamadas semanales a familiares de pacientes hospitalizados por covid-19, pero que sobre todo realiza intervenciones al propio personal de salud. Hasta la fecha, ya han ejecutado más de 330.

"Nos dimos cuenta de que estaban soportando una presión y una angustia en la realización de su tarea que es inusual en la cantidad y la cualidad", explica a Emol Ester Laherran, coordinadora del programa. "Se expresa mucho en los profesionales clínicos y no clínicos. Esto está generando un laberinto emocional muy difícil de sobrellevar, tanto para realizar su trabajo como en su vida familiar y privada. El programa se hizo para poder regular y mantener la curva emocional, y sobre todo prevenir patologías postraumáticas", añade.

Dentro del recinto hospitalario, el personal de salud ya lidiaba con la muerte antes, pero no en la forma en la que ocurre hoy: en mayor proporción, con más velocidad, de forma simultánea en otros hospitales y clínicas vecinas, en medio de estrictas políticas de aislamiento. Hoy, los doctores tienen que informar las muertes por celular con mucha más frecuencia que antes.

Para eso precisamente capacitaron al personal médico: para dar malas noticias por vía telefónica. "El primer paso es la apertura de la llamada, que tiene que ser un tono de voz amable, cercano. Hay que evitar hablar de forma acelerada, a pesar de lo difícil que está siendo la comunicación", cuenta Laherran. "Hay que comunicar quiénes son, la profesión, la planta donde trabajan, incluso si ya han hablado con la misma persona con anterioridad", agrega.

"Luego es importante considerar que habrá que repetir el mensaje varias veces por el posible estado de confusión o shock del familiar. Si la persona está sola en su casa, la invitamos a sentarse; si está acompañada, se le sugiere que se acerque a sus compañeros. Para dar la noticia les pedimos que sean claros: que digan el nombre de la persona fallecida y el parentesco con quien recibe la noticia. Ahí es importante comunicar cómo la persona falleció, porque lo que más les importa es saber si sufrió", añade.

De eso, dice, es de lo que más se preocupa el personal hoy: existe conciencia de que los pacientes, por motivos circunstanciales, están solos. "Queremos hacerles sentir que estamos ahí, que a pesar de que haya una distancia con respecto a su familia, nosotros sí estamos. Intentamos que la persona no fallezca sola, ni con dolor, que no sufra", dice. Eso es lo mejor que le pueden comunicar a su familia: que murió tranquilo, que fue rápido, que no sufrió. "Después dejamos unos momentos para el silencio y el llanto, o cualquier otra expresión emocional", relata.

Es parte de la nueva realidad que deben enfrentar los profesionales de la salud luego de la llegada y el avance del virus en el país. En todos los recintos clínicos, lidiar con la muerte -de muchos pacientes al mismo tiempo, que además fallecen solos- se ha vuelto una de las preocupaciones centrales. Se busca evitar, además, los estragos que pueda causar este duelo en el personal de salud.

Evitar el "burnout"


Con el propósito de facilitar ese proceso, la Facultad de Enfermería de la U. Católica elaboró un documento específico para abordar el duelo en los profesionales de la salud, que busca prevenir el "burnout", que se define como "agotamiento profesional o 'estar quemado'".

El texto define el concepto de "duelo profesional", que es el que viven "quienes trabajan con personas que fallecen". El texto recoge experiencias de personal de salud en torno a la temática, como la de un químico farmacéutico de 40 años que ha sentido que todo el equipo se entristece. "Es como que todo el equipo falla. Todos nos sentimos parte de esa derrota que llamamos la muerte", dice.

"Creemos que esto permitirá prestar y enfocarse a una atención más humanizada a los pacientes, entendiendo que para poder cuidar a los otros necesitamos trabajar en nuestra propia salud mental"

Ester Laherran
Dentro de las estrategias propuestas para los equipos, está el desarrollo de "intervenciones formales y periódicas de apoyo en duelo", que son percibidas como "apoyo mutuo" y les ayudan a "afrontar el cansancio emocional y la fatiga por compasión, que se acrecienta al existir una mayor participación y acompañamiento institucional".

También se propone "desarrollar rituales de cierre" después del deceso de un paciente. "Se hace necesario la ejecución de un ritual, considerando una 'pausa sagrada' en las actividades de los profesionales y funcionarios de la unidad, lo que brinda cercanía y ayuda a sobrellevar sentimientos de decepción, pena, angustia y frustración luego de la muerte del paciente", dice. Estas pausas con "medidas no costosas que trabajan la resiliencia de los miembros del equipo".

Además se hace hincapié en la necesidad de pedir apoyo al equipo de especialistas en salud mental, "sobre todo en periodos en los que la unidad enfrente mayor cantidad de situaciones de pérdida, afectando emocionalmente al equipo". "Lo importante es darse cuenta de que, si se produce un conflicto o se requiere conversar, se solicite dicha ayuda. Por lo mismo, se recomienda la creación de protocolos de apoyo en crisis a profesionales, establecidos por las instituciones, y que sean de conocimiento general".

Como estrategia de largo plazo, se sugiere incorporar la temática del duelo desde la formación universitaria de pregrado. Mientras tanto, se propone fomentar capacitaciones o programas de entrenamiento específico o educación continua en habilidades de relaciones personales en base a un trabajo de equipo. "Los médicos somos súper ignorantes en esto y en general no queremos acompañar", admite una doctora de 56 años. "Al médico le cuesta estar, hay personas a las que les cuesta estar en un duelo", agrega.

Un "fracaso" personal


El equipo de Laherran, en la Clínica Bupa Santiago, ha ideado cinco intervenciones que realizan al equipo de profesionales: sesiones individuales que se extienden aproximadamente por media hora, sesiones grupales, intervenciones en crisis y emergencias, "pausas saludables" en unidades como Urgencias, UCI y UTI, y llamadas telefónicas a quienes han dado positivo para covid-19 en el ejercicio de su profesión y se encuentran en aislamiento.

El trabajo comenzó con un asesoramiento psicológico para facilitar una "mejor gestión de las emociones". "Creemos que esto permitirá prestar y enfocarse a una atención más humanizada a los pacientes, entendiendo que para poder cuidar a los otros necesitamos trabajar en nuestra propia salud mental", dice. El primer mes, con una sola psicóloga a cargo, realizaron 83 intervenciones a colaboradores de la clínica. En mayo fueron 81 y en junio, cuando se sumó otra profesional a la labor, se duplicó a 166.

Según expertos en la materia, la muerte de un paciente puede ser considerada por su equipo médico como un fracaso o una pérdida, que provoca una sensación de impotencia, desánimo y tristeza

Por otra parte, un equipo de 22 personas de varias universidades del país elaboró un documento llamado "Recomendaciones y guías de acompañamiento frente a duelos por covid-19", un material preparado por la mesa social Salud Mental y Bienestar Psicosocial. En el equipo central hay académicos de la U. Católica, la U. de Chile, la U. de la Frontera y la U. de Tarapacá.

El documento comienza estableciendo que la distancia social ha cambiado "en pocos meses y de forma radical la manera de vivir, trabajar, celebrar y también de acompañar a los pacientes críticos y de despedir a los difuntos". "Si bien es una medida recomendada por la OMS, es necesario considerar que la enfermedad y muerte sin la presencia de la familia es una experiencia dolorosa no sólo para esta, sino también para el equipo sanitario", dicen.

En algunos casos, explica el documento, "la muerte se puede considerar un fracaso o una pérdida, la cual provoca una sensación de impotencia, desánimo y tristeza" para el propio profesional de la salud. Esto se refleja en "cuadros de cefalea, nerviosismo excesivo, desórdenes gastrointestinales y alteraciones del sueño, que se traducen en un mayor ausentismo laboral, desmotivación, baja autoestima, tendencia al aislamiento y mayor riesgo de errores involuntarios u omisiones en el quehacer, lo cual toma gran importancia en la situación de crisis que estamos viviendo".

Para ellos, se promueve generar "instancias personales de cierre" que incluyan despedirse del paciente y de su familia, además de mantener un ambiente de confianza en el trabajo que le permita expresar su dolor y pesar por la muerte de los pacientes. También se recalca la importancia de "dar espacios de respiro" como pausas y "evitar juzgarse o culparse frente a situaciones que no dependen de él y que pudieron afectar la atención".

El dolor de las familias


El documento no solamente aborda el duelo para el equipo médico, sino que reconoce que la pandemia está generando una situación altamente traumática para los familiares de quienes fallecen, que no pueden acompañar a sus deudos ni despedirlos de la forma tradicional. Los ritos, explican, son "propios de nuestra condición humana y a su vez necesarios para una experiencia de duelo sanadora".

En ese sentido, se sugiere proporcionalidad en las restricciones de acercamiento físico, entregando "a los familiares más cercanos indumentaria segura y espacios privados para que puedan acompañar al paciente en los momentos finales de su vida". Esto es lo que ha optado por hacer el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, donde tomaron la opción de permitir visitas familiares y, siempre que sea posible, crear un espacio para la despedida.

Allí, los visitantes son examinados para descartar que estén contagiados y reciben el mismo equipo de protección utilizado por los médicos para poder ingresar a la sala donde su familiar está internado. Gracias a esta política, hijos con mascarillas y guantes de látex pueden acariciar a sus padres antes de que fallezcan.

"Lo importante es que en el momento final nosotros nos sintamos tranquilos de que hicimos todo lo que podíamos para tratar de salvarlo y si finalmente ya no se puede, entonces ahora los vamos a acompañar, vamos a preocuparnos de que no les duela, que estén tranquilos, que la familia sepa y que ojalá les acompañe, aunque sea por un momento", explicó Carlos Romero, jefe de la UCI, a Reuters.

El documento fabricado por las universidades sugiere que si no se puede propiciar la presencia de un familiar durante el momento de la muerte, se vele "porque nadie muera solo". "Si no hay parientes acompañando al paciente, que sea un integrante del equipo tratante quien lo contenga como si fuera su padre, hermano o amigo", dice el texto. Otra idea para la familia es realizar una ceremonia comunitaria y más solemne de despedida cuando la emergencia sanitaria haya pasado.

Por su parte, Laherran cuenta que al comenzar el programa de apoyo para funcionarios de la clínica, descubrieron que había mucha demanda por contención de parte de los pacientes y sus familiares. Esto ha permitido, por ejemplo, que los contagiados reciban contención psicológica y se puedan comunicar con sus cercanos antes de ser intubados, y que estos le puedan hacer llegar mensajes, fotos o dibujos durante su hospitalización.
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