El Mercurio (imagen referencial)
LONDRES.- Nuevas observaciones astronómicas han aportado pruebas adicionales que validan una de las premisas de la Teoría General de la Relatividad, que dicta que todos los objetos en caída libre en un campo gravitatorio se aceleran de forma idéntica, según un trabajo publicado esta semana en la revista Nature.
La teoría propuesta por Albert Einstein en 1915 predice que la aceleración debe ser la misma con independencia del propio campo gravitatorio de los cuerpos que caen, incluso si se trata de objetos tan masivos como una estrella de neutrones.
El principio que plasmó el físico alemán en su teoría ya había sido defendido antes por científicos como Galileo, en el siglo XVI, y diversos experimentos lo han demostrado en varios entornos.
En 1971, el astronauta estadounidense David Scott protagonizó una de las demostraciones más conocidas, al dejar caer sobre la superficie de la Luna un martillo y una pluma, que llegaron al suelo al mismo tiempo.
Para poner a prueba esa predicción en un entorno más extremo, un grupo del Instituto Holandés de Radioastronomía (ASTRON), liderado por Anne Archibald, estudió el movimiento de un sistema estelar triple, formado por una estrella de neutrones orbitada por una enana blanca, que a su vez mantienen otra enana blanca orbitando a más distancia.
Los físicos han analizado cómo afecta la atracción de la estrella más distante al sistema binario interior, que también cuenta con un potente campo gravitatorio.
Los autores del estudio han calculado que la diferencia entre las aceleraciones detectadas en la enana blanca y la estrella de neutrones es del orden de tan sólo 2,6 millonésimas, lo que apoya el principio de equivalencia postulado por la relatividad general.
Las observaciones de Archibald mejoran las obtenidas hasta la fecha en pruebas similares, que habían llegado a una resolución de milésimas.
"Si la estrella de neutrones y la enana blanca interna cayeran con diferentes aceleraciones hacia la enana blanca del exterior, se percibiría una ligera deformación en la órbita del sistema interior", señala el físico Clifford Will, de la Universidad de Florida, en un artículo en Nature que acompaña al estudio del grupo holandés.
"Archibald y sus colegas aportan un análisis basado en cerca de seis años de recogida de datos en el que no hay pruebas de esa deformación", describe Will.