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El equilibrio entre parto medicalizado y parto humanizado

01 de Diciembre de 2014 | 09:44 | Por Enrique Oyarzún
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En días recientes, la prensa y algunas revistas femeninas han publicado artículos en relación a los partos en domicilio. De lo que se trata es de que, dada la medicalización excesiva que muchas veces se produce en el parto hospitalario (expresión máxima de esto es el alto porcentaje de cesáreas en el país que hemos tratado en otros artículos), la mujer, esposa y madre, quiere muchas veces volver a vivir el parto como un proceso natural, más humano y más dirigido por ella misma que por otros.

En principio estos deseos son correctos y buenos. Sin embargo, como siempre, debe tratarse de alcanzar el justo y anhelado equilibrio.

En Chile los partos fueron llevados a los hospitales desde fines del siglo XIX, si bien el primer hospital para mujeres en Santiago apareció a fines del siglo XVIII. La atención del parto en sitios adecuados y por personal profesional llega hoy en Chile prácticamente al 100 % de los nacimientos. Esto y las políticas públicas que datan especialmente de la época de Cruz Coke, más la implementación de la planificación familiar en la década del 60, son responsables de que hoy Chile pueda exhibir al mundo indicadores de salud materno infantil comparables a los países más desarrollados y más ricos.

Ahora, que se han logrado indicadores que son motivo de orgullo, debemos efectivamente preocuparnos del hecho de que la medicalización puede ser excesiva y de que no está, a su vez, exenta de riesgos: hay más intervenciones médicas de las deseables, hay ciertamente más operaciones cesáreas, hay deshumanización en definitiva de un proceso natural.

Así es que hoy, existen mujeres que reclaman poder resolver sus partos en domicilio, en el sitio donde viven y con la cercanía de sus seres queridos. El mundo académico y científico, y nuestro propio Ministerio de Salud, está consciente de que es necesario alcanzar nuevos equilibrios.

Es en esa búsqueda, que nuestro grupo de obstetricia y ginecología, en la Universidad Católica, junto a la Escuela de Enfermería de la Universidad, a los médicos del Hospital Sótero del Rio (hospital docente afiliado), y a la Escuela de Arquitectura de la Universidad, condujo algún tiempo atrás un proyecto Fondef que consistió en la edificación de una “casa de partos”, pero adosada al área de prepartos, partos y pabellones del Hospital Dr. Sótero del Rio.

En esa casa, las madres seleccionadas pudieron tener su parto en condiciones similares a las de su propia casa, con los familiares que desearon, y haciendo lo que quisieran, pero con la posibilidad de resolver adecuadamente cualquier emergencia (debe recordarse aquí que un grupo importante de los partos podría resolverse en cualquier sitio. El problema es que un 20% a 25% de las pacientes tiene factores de riesgo que pueden permitir, en casos extremos, que en caso de resolver su parto en ese sitio cualquiera, ella y su recién nacido fallezcan).

Nuestro estudio mostró que las madres que tuvieron su parto en nuestra “casa” necesitaron menos anestesia, quedaron más satisfechas con la experiencia, tuvieron menos operaciones cesáreas, y tuvieron mejor lactancia.

De tal modo que ya demostramos que lo que acabamos de describir es posible, sólo se necesita voluntad y algo de dinero.

Pero también nuestro personal médico y paramédico puede contribuir gratuitamente a que nuestras madres tengan una mejor experiencia durante su trabajo de parto: puede permitirse que los padres escuchen la música que deseen, puede favorecerse el uso de luces bajas, la menor cantidad de personas posible, el uso de anestesia sólo si la madre lo solicita, el caminar y el parir en posiciones no tradicionales.

Si un equipo médico no es partidario de todo esto, debe sugerirle a su paciente que quizás quede más satisfecha con otro.

Pero debemos ser categóricos en que todo lo anterior es diferente a que cualquier mujer decida libremente tener su parto en domicilio o en otro sitio. Esto, también se sabe y está fuera de discusión, se asocia a aumento de los riesgos para las madres y a aumento de la mortalidad de los recién nacidos.

Saludos, Dr. Enrique Oyarzún, profesor titular División de Obstetricia y Ginecología PUC.
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