Martín Vial es un joven complicado. Cada noche, en TVN, es posible ver cómo este personaje de la teleserie nocturna “No abras la puerta” se enreda más y más en una bola de nieve, construida a partir de la indiferencia de sus padres, el maltrato hacia sus parejas, las apariencias que intenta resguardar y su celopatía. Parece mentira que este rol es interpretado por Diego Ruíz (25,
@eldiegoruiz), un actor sencillo, ameno y feliz padre primerizo.
Para definirse, utiliza el término que su padre le dijo una vez: “tú eres renacentista”, lo que resume su afán por dedicarse a múltiples actividades, siempre relacionadas al arte y la creatividad.
Hoy por hoy, habiendo finalizado ya las grabaciones de la novela nocturna, está más concentrado en la productora en la que trabaja junto con su hermano, Gonzalo, con quien arma la dupla de directores “Los Ruices”. Ambos ya lograron aplausos internacionales después de realizar la película “Iglú”, dirigirá y protagonizada por Diego –interpretando a un fármaco dependiente-, y que le valió al actor el premio de Talento Emergente en Estados Unidos.
Al momento de recibirnos, se encuentra revisando guiones y ya pensando en su siguiente film, pero su cabeza siempre estará pensando en el pequeño Mateo, de tan solo un año. “Yo ahora tengo un hijo chico, pero cuando me pregunte que en qué trabajo, le quiero decir que mi pega es la creatividad”, confiesa con aires de chocho padre primerizo, antes de confesar que la llegada de su primogénito le ha motivado más aún a trabajar en lo que ama, buscando su propio espacio en la industria cinematográfica y actoral local.
-Los actores suelen aportar su grano de arena personal a sus personajes. Viéndote tan amable, tengo que preguntar, ¿qué tienes de Martín Vial?“La verdad soy bien distinto a él. Tenemos distintos amigos, distintos gustos de ropa y auto, distintos background familiares. Yo vengo de una familia súper bien constituida. Somos cinco hermanos e imagínate que trabajo con uno de ellos. La verdad es que con Martín no tenemos nada en común. Sí he visto cosas de él en un par de amigos que conocí en el colegio. Conozco ese entorno cuico, lo vi; ese tipo exitista, de mecha corta, peleador, taimado, prepotente, que rotea harto”.
-¿Crees que a los chilenos les gusta rotear?“Sí, a la gente le encanta rotear. Incluso gente que viene de clase media, que le empezó a ir bien y comenzó a ganar un poco más de plata. Ellos, la clase media arribista es lo más buena para rotear que hay. Siente que subió de clase con la plata, solo porque están concentrados solamente en tener”.
-Mucho tener, mucho aparentar… Es un tema recurrente cuando a veces se describe a los chilenos.
“Y creo que es irreversible, como si viniera en los genes una lógica de consumo, a ese nivel. La gente necesita tener, le encanta tener y la conexión con eso es demasiado fuerte; la recibimos ya por osmosis de todas partes, de la televisión, los comentarios, los entornos sociales. La forma de validarte, hoy en día, es a través del tener. La gente te trata de otra forma si ves que llegas en un Land Rover. A mí me da risa, porque yo ando para todas partes en bicicleta. Y he llegado a lugares donde me preguntan: ‘Y usted, ¿por qué anda en bicicleta si gana tanta plata?' Eso es lo otro, que creen que porque sales en la tele eres millonario".
-¿Cómo te tomas esos comentarios?
“Con simpatía, pero no puedo dejar de pensar que es fuerte que la gente homologue que andar en bicicleta es de pobre. Y por eso, puede que a veces alguien no tenga ni plata para comprarse un auto, pero lo hace igual, por lo que representa tenerlo estacionado afuera de la casa, por el ascenso social, el respeto, la validación entre los pares”.
-¿A Mateo le querrás traspasar ese mensaje para que no caiga en el mismo círculo vicioso del consumismo?“Por supuesto. Eventualmente, Mateo va a ver el mundo como es, pero al menos, en los primeros años, lo verá un poco filtrado según lo que yo quiera mostrarle, y con los valores que yo quiero para él; un mundo mucho más social y que esté consciente de las oportunidades”.
-Bueno, quedó claro que con Martín no te pareces. Pero, ¿qué pasa con Daniel, el personaje que interpretaste en “Iglú”. No has tenido problema en decir abiertamente que has tenido una vida de terapias, entre psicólogos y psiquiatras.“Sí, esa es mi historia negra (ríe). Me gusta ir. Claro, cuando chico iba por cosas más particulares… Depresión adolescente, que te dejó una niña y te deprimiste -o tú creíste que era eso. Pero hoy me gusta la instancia del psicólogo, donde pagas por ir a que te escuchen, donde no te enjuician, donde no hay una verdad. El psicólogo nunca te dirá que las cosas son de ésta o esta otra forma. Finalmente vas a hablar contigo mismo, no con el amigo ni la polola, y te hace aflorar preguntas dentro de la propia realidad que estás planteando. Eso lo encuentro súper noble y sano. No creo que sea de locos o de gente con problemas. El psiquiatra, bueno, trabaja con químicos. Pero he ido porque sufrí narcolepsia durante mucho tiempo, que es esta cuestión que te desmayas y te quedas dormido. Hay que hacerse cargo de la cabeza. Sobre todo de la que está todo el día pensando cosas, como la mía”.
-¿Te han servido las terapias?“Absolutamente. Encuentro que este país es muy lapidario con respecto al psicólogo y al psiquiatra. Es muy común que se piense que tener depresión, es tener ‘penita’, y la gente lo dice así, desde un lado súper peyorativo. Pero la depresión no es tener penita, es algo serio que hay que tomarse en serio. O sea, hay gente que se tira de edificios por eso, gente que vive toda su vida de la manera más infeliz posible. Y creo que el mundo es demasiado cruel como para hacerse las cosas aún más difíciles”.
-¿Tanto así?“Claro, uno sale a la calle y ves mucha bestialidad. Los autos rugen, la gente corre, no te pesca; las mismas relaciones humanas entre familiares y hasta amigos a veces cuestan… No es fácil ser persona. Es muy fácil ser infeliz, y por eso digo que es sano hacerse la vida un poco más fácil posible”.
-¿Cuál es tu vicio privado?“Pretendo empezar pronto un curso de taxidermia. Es que tengo una perrita que se llama Yuma, un bulldog francés, y creo que no le queda mucho más de dos años. Así que pretendo que Yuma sea mi primer animal disecado y, para que sea serio, tengo que partir con tiempo para que quede bonita, eso. También me gusta la Nutella (sonríe)”.
-¿Ya te curaste de la narcolepsia?“Sí, tomé químicos, homeopatía y hierbitas. Pero hubo una época en que se me desconectaba la cabeza y me desmayaba, se me apagaba el interruptor. Eso me pasó en el metro, en el auto... No sabes la cantidad de veces que en un semáforo en rojo llegaron a tocarme la ventana para despertarme, en medio de la calle. No escuchaba ni las bocinas. Estaba completamente dormido. En el metro me pegué un cabezazo grande. Quizás, ésa es mi cosa chora (ríe)…”.