Francisco Olea, El Mercurio.
MADRID.- Para los más conservadores y amantes del elixir de la uva, ponerle hielo al vino es un sacrilegio y hasta un acto de mal gusto. El hielo es agua, y acaba derritiéndose y aguando, en efecto, el brebaje y es por esto que se han buscado otras alternativas de enfriar, por ejemplo, los vinos blancos, que deben tomarse frescos, incluso muy frescos (como el caso del Champaña), aunque nunca helados.
Hay que enfriarlos. Hasta ahora se enfriaba la botella, en el refrigerador o en la cubitera con agua fría y unos trocitos de hielo, no en un montón de hielo. Además, se recomienda servir menos cantidad de la que se pondría en el vaso de un vino tinto, para evitar que se caliente; agarrar la copa por el tallo, nunca por el cáliz... Cosas que cualquier aficionado sabe.
Pero he aquí que, en el caso español, una afamada novelista uruguaya afincada en Madrid y una periodista y escritora española decidieron no ocultar su sistema de refrescar el vino blanco en la copa sin aguarlo. Y es una manera que devuelve el vino a sus orígenes: las uvas.
Para esto, se debe desgranar un racimo de uvas blancas, grandes y dulces, y congelarlas, así de simple. Y cada vez que se quiera enfriar el vino, se sacarán tres o cuatro del freezer para ponerlas en la copa. Y luego, tal como sería con la aceituna de un Dry Martini, se comen.
Para los que quieran seguir utilizando el sistema de enfriado habitual, sirviendo el vino ya frío, recuerden que su temperatura debe estar un par de grados más baja de lo ideal, porque ésta subirá en apenas unos minutos. En ese caso, tal vez, no vendría mal contar con unas uvas congeladas para revitalizar el refresco.