TOKIO.- La economía japonesa se encuentra en recesión con la nueva caída del 0,5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de julio a septiembre, anunciada hoy, lo que aumenta la presión sobre el Gobierno para que impulse las reformas estructurales y trate de salir de la crisis.
"Nos tomamos muy en serio el dato, pero estaba dentro de nuestras expectativas", declaró el ministro de Política Fiscal y Economía, Heizo Takenaka, quien auguró que habrá otro retroceso el próximo trimestre.
Japón confirmó su mal momento económico con una nueva contracción del PIB trimestral, que tras la del 1,2 por ciento de abril a junio situó técnicamente al país en recesión.
"Es una situación muy seria la de nuestra economía, que sigue deteriorándose. Pero ha sido una caída inferior a lo que esperábamos", dijo el ministro de Finanzas, Masajuro Shiokawa, tras anunciarse el nuevo varapalo económico.
El responsable de Finanzas apeló a la calma para superar la aguda crisis del país y se mostró dispuesto a acelerar la preparación del presupuesto estatal para el año 2002 y de incluir medidas más contundentes contra el enfriamiento económico.
Para todo el 2001 se espera que la economía se contraiga un 0,9 por ciento y hoy se filtró una primera estimación de que en el 2002 retrocederá un 0,3 por ciento más.
En los datos de julio a septiembre las importaciones bajaron un 4,6 por ciento pero destacó la caída del 3,3 por ciento en las exportaciones, que actuaron tradicionalmente como motor del crecimiento japonés en situaciones de crisis durante los últimos diez años.
Las autoridades parecen dispuestas a recurrir a este truco de nuevo en estos momentos, como demuestran algunos comentarios de responsables del Banco de Japón (BOJ) en favor de un yen más débil que se situaría sobre 125 unidades por dólar.
Sin embargo en esta ocasión las intervenciones y cambios en política monetaria parecen insuficientes para superar una recesión en toda medida.
El diario económico "Nihon Keizai" pidió la "movilización general de los políticos" para asegurar que las reformas estructurales del primer ministro Junichiro Koizumi se ponen en funcionamiento.
Denunció que sin un compromiso político firme va a ser imposible romper un círculo vicioso deflacionista abierto hace meses que comienza con la caída de los ingresos corporativos y conlleva la reducción de salarios, la caída del consumo, el incremento de los inventarios por los excedentes de producción, y nuevos gastos para las empresas que reabren el ciclo con un descenso de sus ingresos.
Las únicas mejoras trimestrales estuvieron en los gastos en vivienda (+1 por ciento) y en la inversión, con alzas del 3,2 por ciento en la pública y del uno por ciento en la privada.
Analistas económicos locales pidieron menos atención al yen y más a la debilidad de la demanda interna debido a la desconfianza ciudadana por el futuro y a un panorama laboral cada vez más sombrío.
Prueba de esta coyuntura es que una empresa tan emblemática como Matsushita Electric jubilará anticipadamente a 10.000 trabajadores, más de los 6.400 que inicialmente tenía previsto poner en la calle.
Esta semana la constructora japonesa Aoki se declaró en quiebra con deudas superiores a 372.100 millones de yenes (3.000 millones de dólares) y no se descarta que las bancarrotas en el sector continúen.
La clave de la crisis continúa en los grandes bancos, reticentes a eliminar sus multimillonarios créditos irrecuperables y a otorgar nuevos préstamos a las compañías.
Aunque la gubernamental Agencia de Servicios Financieros (ASF) les ha presionado en los últimos meses y las entidades están pasando miles de créditos de problemáticos a irrecuperables, el proceso durará aún "dos o tres años", según portavoces del organismo.
Entretando a las empresas y a los ciudadanos japoneses sólo les queda esperar a que la presión política continúe dentro y fuera de Japón para que la segunda economía del mundo vuelva a generar riqueza y a estimular nuevamente el desarrollo económico.
