PARIS.- El escándalo Enron, el gigante estadounidense de la energía que llegó hasta la quiebra en su desesperado intento de disimular sus pérdidas, produjo una crisis de confianza cuya onda de choque no ha acabado de extinguirse, sin que se puedan extraer aún lecciones claras.
Transparencia financiera, independencia de los administradores, control de los dirigentes empresariales, información de los asalariados: ninguno de esos mecanismos tantas veces citados en discursos empresariales funcionó realmente en el caso Enron.
Tres meses después de la quiebra, la duda continúa planeando sobre la independencia de los grandes gabinetes de auditoría, la fiabilidad de la información financiera, la ética de los expertos contables, la realidad del poder de las autoridades de control o el trabajo de los analistas y la prensa financiera.
El gabinete Arthur Andersen, sospechoso de haber ocultado las argucias financieras de Enron, ha sido oficialmente inculpado y podría ir a juicio. El gendarme de la bolsa estadounidense ha abierto investigaciones sobre las prácticas contables de grupos como "Global Crossing", "Worldcom", "Nvidia" o Computer associates".
Hasta la solidez financiera del gigante "General Electric" ha sido cuestionada.
Los coloquios consagrados a la ética empresarial se multiplican en Europa, y los políticos meten baza y agitan la posibilidad de normas contables más estrictas, o sanciones más duras contra los presidentes de empresa.
Hacen falta "reformas para un retorno de la confianza en nuestras empresas", lanzó en un manifesto el prestigioso diario "Financial Times", que considera incluso que el caso Enron "es una ruptura" en la historia del capitalismo mundial, comparable a "la crisis bancaria de los años 30".
¿Este escándalo es realmente diferente de las aparatosas quiebras que sacudieron los años 90, como los del banco de inversión financiera BCCI o el fondo LTCM, que nunca provocaron grandes reformas?
"En agosto de 1998, la casi quiebra del fondo de inversiones LTCM fue considerada como una catástrofe absoluta. Una comisión Schapiro hizo recomendaciones, pero no se aplicó nada", recuerda el economista francés Elie Cohen.
"Pero esta vez emito la hipótesis de que se trata de un caso más grave", añadió. "Mi convicción es que vamos a entrar en una nueva fase de regulación, porque la sensibilidad es extrema: los pequeños ahorristas en Estados Unidos se han visto afectados individualmente. En nuestras sociedades envejecidas, los poderes públicos se preocupan mucho por este electorado, para quien la protección del ahorro se ha convertido en un valor fundamental", precisó.
Además de haber sido despedidos, los miles de empleados estadounidenses de Enron han perdido en el escándalo sus planes de ahorro.
En este sentido, la "fase de regulación" que evoca Cohen parece tomar tres direcciones: separar las funciones de auditoría de las de consultoría; simplificar las reglas contables; reforzar las instancias de control o contrapoder del capitalismo.
"Nos dirigimos hacia un desmantelamiento de esas compañías integradas" que son los cinco grandes gabinetes de auditoría internacionales, según Cohen.
El futuro presidente de la Federación Internacional de expertos-contables (IFAC), el francés René Ricol, se apresuró a defender la superioridad de las normas internacionales IAS, que podrían ser adoptadas en Europa, en contraposición a las normas estadounidenses GAAP, "que son fáciles de interpretar", a su juicio.
Otras voces piden finalmente que se refuerce el poder y la independencia de los consejos de administración o de los gendarmes bursátiles, para limitar el "capitalismo de compadres" que criticó recientemente el premio Nóbel de Economía 2001, Joseph Stiglitz.
