VIENA.- Rusia podría adquirir una importancia vital para el aprovisionamiento de energía en toda Europa ante la persistencia de los conflictos en Oriente Medio, según opinan los expertos del banco austríaco Bank Austria Creditanstalt (BA-CA), el primero del país.
Más del 10 por ciento de las importaciones de crudo europeas llegan ya de Rusia, una cuota que con inversiones y mejoras de las infraestructuras podría duplicarse hasta el año 2020.
Según la economista Marianne Kager de BA-CA, el sector energético ruso, una vez reformado, puede convertirse en el motor del desarrollo económico de Rusia y fortalecer la independencia de Europa de los suministros de Oriente Medio.
El "diálogo energético" que se ha establecido desde octubre de 2000 entre la Unión Europea y Rusia alcanzará cada vez más importancia con la reforma del sector energético ruso, opina la especialista.
Ese diálogo prevé, entre otras cosas, que se reconozcan como "de interés común" determinadas infraestructuras nuevas de transportes, como el conducto de gas Jamal-Europa por Bielorrusia y Polonia o el Transeuropeo del Norte, desarrollar la zona de explotación de Shtokman (Mar de Barents) o entrelazar el sistema de bombeo de Drushba por Bielorrusia y Ucrania con la red del Mar Adriático.
Desde diciembre de 2002, la compañía rusa Gasprom ha intensificado sus actividades para cooperar con empresas del sector de energía y bancos europeos para construir un conducto de 3.000 kilómetros bajo el Mar Báltico, de Rusia a Alemania, que costaría 5.700 millones de euros.
Rusia es el segundo exportador neto de crudo en el mundo, después de Arabia Saudí, sus reservas de petróleo se hallan en el octavo lugar y dispone de casi un tercio de las reservas de gas natural.
La mayor cantidad de crudo ruso viene ahora de los campos siberiano occidentales, pero, en vista de que muchas regiones aún están poco exploradas, la participación rusa en las reservas de energía mundial podría ser mayores que lo que se cree actualmente.
Después del desmoronamiento de la URSS, la industria petrolera rusa, en la que recaía el 90 por ciento de la producción, experimentó una fase de decaimiento.
El retroceso de la demanda por la industria rusa y la falta de inversiones redujeron la producción entre 1992 y 1998 en casi un 25%: de 7,9 millones de barriles al día a 6,1 millones.
Los precios de crudo relativamente altos en el mercado mundial y la devaluación del rublo por la crisis de 1998 ayudaron a la industria petrolera a recuperarse y volver a una producción de 7,6 millones de barriles en 2002.