MOSCÚ.- La economía rusa culminará 2003 con un notable crecimiento en su Producto Interior Bruto (PIB), pero deberá afrontar 2004 con grandes dosis de incertidumbre ante las nuevas reglas impuestas por el Kremlin al capital privado.
Las previsiones del ministerio de Desarrollo Económico ruso son de un aumento del PIB en 2003 estimado en un 6,8 por ciento -muy por encima del 4,3 por ciento de 2002- que ’’rompe la tendencia a la baja de los últimos dos años’’, según el informe de ese departamento difundido hoy.
’’Este año 2003 puede ser calificado como uno de los más exitosos de los doce años de reformas’’, aseguró el jefe de Gobierno ruso, Mijaíl Kasiánov, hace unos días en el último Consejo de Ministros del año, en el que también cifró la inflación en el 12 por ciento.
El propio presidente ruso, Vladímir Putin, fue más allá en una reciente comparecencia televisiva en la que subrayó que ’’Rusia está de pie’’ y prometió que el país no sufrirá nunca más una crisis económica como la de agosto de 1998.
Los expertos del ministerio de Desarrollo Económico autores del informe explicaron que entre el año 2000 (cuando Rusia mostraba signos de recuperación del colapso de 1998) y 2003 hubo ’’notables cambios estructurales’’ en el PIB que llaman a la precaución.
Destacaron que el sector servicios aumentó su contribución al PIB de un 49,2 a un 53,7 por ciento, mientras que la producción cayó del 40,2 al 36 por ciento.
En concreto, la producción industrial bajó en su contribución al PIB de un 28 por ciento en 2000 a un 23,9 por ciento en 2003, al igual que la agricultura, cuya aportación disminuyó de un 5,8 a un 4,6 por ciento.
La aportación al PIB del comercio también se redujo de un 21,2 por ciento a un 20,4 por ciento, mientras que el sector de la construcción aumentó su cuota de un 5,9 a un 6,8 por ciento.
Los expertos explicaron que, pese al comportamiento negativo en este trienio de algunos de los sectores más importantes para la economía, ésta mantuvo su crecimiento gracias a una coyuntura externa: los altos precios del petróleo.
A la cabeza en la producción y exportación mundial de crudo, Rusia se ha apoyado en los precios del petróleo para sostener sus presupuestos, factor que algunos economistas ven con reparos ante la posibilidad de que una caída repentina de los mismos pueda repetir la catástrofe de 1998.
’’Los precios mundiales del petróleo siguen siendo el factor básico y decisivo de las exportaciones y del crecimiento económico en general’’, indicó el informe.
Según los expertos, ’’en 2003 el precio del crudo de los Urales fue de 27,3 dólares por barril, un 15,7 por ciento más que en 2002. Los desequilibrios de la economía rusa han podido ser neutralizados gracias a los altos precios del crudo’’.
El informe pronosticó un cambio en esta situación debido a una mayor estabilidad en Venezuela (otro gran exportador), al flujo de crudo iraquí en el mercado y al incremento de la producción por parte de Rusia, Noruega y otros Estados que no forman parte de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP).
Así, sería previsible un cierto enfriamiento del PIB ruso en 2004, que se situaría entre el 3,9 por ciento para unos precios de 18,5 dólares el barril, y el 5,2 por ciento en caso de que el barril de crudo alcance los 22 o 23 dólares.
A esta preocupación se añaden los recelos ante las abismales diferencias que se abren cada vez más entre los rusos más ricos y los más pobres.
Como admitió el propio Putin hace unos días, 31 millones de rusos, es decir, casi una quinta parte de la población del país, viven por debajo del nivel oficial de pobreza, con ingresos mensuales per cápita inferiores a 72,5 dólares estadounidenses.
También preocupa a los analistas independientes la respuesta que las inversores pueden dar al nuevo orden implantado por el Kremlin sobre el gran capital, materializado en el escándalo en torno a Yukos, la mayor petrolera rusa.
La detención en octubre pasado del entonces presidente de Yukos y hombre más rico de Rusia, Mijaíl Jodorkovski, y las maniobras del Kremlin en torno a esa empresa recuerdan los casos de otros magnates (como Borís Berezovski y Vladímir Gusinski, ambos ahora en el exilio) que actuaron al margen de un poder al que calificaban de opresivo.
Según esos analistas, estos casos han demostrado que la propiedad privada no es sagrada en Rusia y que Putin exige de los empresarios que sigan sus reglas de juego y supediten sus intereses a los del Estado, dejándose guiar por él.