BUENOS AIRES.- En la ciudad de Graz, Austria, los caños de escape de los colectivos huelen a papa frita. Las 135 unidades de transporte público que funcionan allí utilizan como combustible aceite comestible usado. Es más, las tiendas austríacas de McDonald s envían el 90% del aceite usado a Hamburgo, Alemania, donde se elabora un millón de litros de combustible.
Para 2010, todo el transporte público europeo deberá utilizar un 5,75% de biocombustible para poder circular. Dicho de otro modo, o el mundo empieza a comer más papas fritas para reciclar el aceite o, lo que es más factible, se comienza a multiplicar la oferta de aceites vegetales para acompañar una tendencia mundial: la del reemplazo progresivo de los combustibles fósiles (contaminantes y atados a los precios del petróleo) por otros de origen vegetal, como el biodiesel y el etanol (renovables y más amigables con el medio ambiente).
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