PEKIN.- China celebra hoy en diversos puntos del país los esperados exámenes oficiales para acceder a puestos en la Administración, a los que este año se presentan 1,12 millones de aspirantes para tan sólo 22.000 puestos.
Según los datos de la agencia Xinhua, la cifra de aspirantes es un 6,6 % mayor que la del año pasado y se prevé que el año que viene la competición sea aún más reñida, puesto que se han registrado ya 1,5 millones más de solicitudes de examen (un 33% más) para todavía menos puestos que en 2012 (21.000).
La prueba escrita de hoy consiste básicamente en un test de aptitud y un comentario de texto, constituyendo sólo la primera parte del camino hacia el puesto de funcionario, ya que aquellos que pasen los exámenes de hoy todavía tendrán que superar una entrevista.
La agencia oficial señala que el aumento del interés de los jóvenes chinos en este examen está causando preocupación, ante lo que se interpreta como una excesiva obsesión de los trabajadores por obtener puestos estatales (lo que puede ser un indicio de futura corrupción).
También existe temor a que una excesiva atracción de los mejores talentos por los puestos funcionariales afecte a otros sectores económicos, a los que lleguen trabajadores menos preparados.
En China, como ocurre en otros países, el puesto de funcionario siempre ha sido considerado como un trabajo muy estable, aunque a veces esté peor pagado que los de la empresa privada u otros sectores.
Tradicionalmente, a los funcionarios chinos se les ha apodado "los del tazón de hierro", en referencia a que siempre tenían el alimento asegurado, a diferencia del común de los trabajadores, cuyo tazón de porcelana se podía romper.
Los exámenes a funcionarios del Estado en China son herencia de los que durante milenios llevaron a cabo los aspirantes a mandarines o funcionarios del emperador, las oposiciones más antiguas de la Historia.
Muchos estudiantes pasaban décadas estudiando para ello y durante las pruebas estaban aislados del mundo durante varios días, encerrados en salas de examen en lugares como el Templo de Confucio, que todavía se conserva hoy en el centro de Pekín.