JERUSALÉN.- Las mujeres se tatuaban su retrato en el cuerpo y le ponían su nombre a sus hijos: Salvador.
Alimentaban en la boca al hombre barbado, quien alguna vez fue curandero, como si fuera de la realeza; cepillaban sus rizos blancos que le llegaban a los hombros, le enviaban mensajes de texto cuando estaban ovulando y dormían con él cada vez que él lo deseaba.
El hombre, Goel Ratzon, de 60 años -cuyo primer nombre significa "Salvador" en hebreo- está ahora en una cárcel de Tel Aviv, sospechoso de forjar un harén con aires de culto religioso en el que tenía al menos 17 mujeres y 37 hijos.
Ratzon, que ha vivido de esa forma durante dos décadas, niega haber hecho algo malo, según manifestó a través su abogado.