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Éxito y actualidad de “Peter Grimes” 28/5/2004

31 de Mayo de 2004 | 15:00 |
Éxito y actualidad de “Peter Grimes”

Por Juan Antonio Muñoz H. 28/5/2004


El silencio emocionante con que el público siguió “Peter Grimes” (1945) anticipó el éxito absoluto con que esta ópera de Benjamin Britten fue recibida en Chile. Se confirma así la poderosa sugestión que este compositor provoca en las audiencias, impactadas por un sonido poco habitual y por un discurso de aterradora actualidad.

La puesta en escena contó con régie de Alfred Kirchner quien ideó un movimiento escénico sencillo y asertivo que sirve para seguir la escueta trama exacta y también para descubrir las lecturas posibles, sin jamás abanderizarse por ninguna. Esto es muy importante en una obra que nació negando la literalidad y que apela a la capacidad de análisis del público y a sus emociones más personales.

Kirchner develó el cúmulo de motivos contemporáneos que están en el texto y supo descubrir la intrincada vida de la aldea, dando cuenta de cada uno de los personajes trágicos que conforman este “pueblo chico, infierno grande”. Esto, sin olvidar la alegría de la participación comunitaria en el trabajo y la fiesta, el imperio del alcohol, la nostalgia, la soledad y los efectos del clima, fibras del tejido de esta partitura.

La escenografía austera de Ramón López y en especial su iluminación —alternancia de tonos plúmbeos con la brillantez del rayo— fueron un marco de arrebatadora plasticidad que hizo recordar ciertas visiones marinas de Turner.

Jan Latham-Koenig se mostró aquí en su elemento. Condujo a una Filarmónica en esos días de gloria, sin titubeos en ningún momento, favoreciendo siempre la fluidez del discurso. Cada detalle instrumental fue perceptible mientras que casi nunca el sonido copioso atentó contra las voces. Ritmos alternados, silencios, trazo melódico y síncopas emergieron ya con lirismo conmovedor ya con violencia estremecedora, como sucedió con el coro con que finaliza la primera escena del tercer acto, con los “buenos ciudadanos” dispuestos a linchar al supuesto culpable: escalofriante cuadro que confirma que el gran tema de la ópera se encuentra en el miedo y la violencia que un ser diferente de los demás produce en las personas comunes.

Poseedor de una poderosa voz de tenor lírico, con un agudo en forte de sorprendente calibre, Robert Brubaker es capaz también de frases de extrema delicadeza y de dar sentido expresivo a cada momento de la endiablada música que tiene su parte. Es un actor de miles de recursos, los que maneja atento a la expresividad del rostro, del movimiento de manos y de cómo su cuerpo debe integrarse al paisaje escénico. En esto último, sus dos grandes soliloquios fueron un prodigio de control dinámico, lo que no es fácil cuando se trata de describir a este alucinado furioso que es Grimes.

Brubaker, Kirchner y López hicieron inolvidable la entrada de Peter a la taberna para cantar “Now the Great Bear and Pleiades”: la escena en tinieblas y la figura del pescador recortada sobre el brillo de la tormenta se recordará como un momento de antología en el Teatro Municipal de Santiago.

Balstrode y Ellen Orford no fueron menos. Christopher Robertson tiene un material denso, con excelentes agudos y graves, y sabe participar del juego escénico. Kirchner lo guió para constatar, al fin del segundo acto, la muerte del nuevo aprendiz y a él le bastó sólo la contracción de sus músculos y llevarse lentamente la mano a la cabeza.

Judith Howarth fue otro triunfo de la noche. Dueña de un soprano lírico de gran belleza y con una facilidad pasmosa en la mantención de la línea de canto, es también una artista de esas que hay pocas: musical hasta la pulcritud, capaz de comunicar emociones en controversia a través del canto y de concentrar sobre ella la atención en cada partícula teatral. Su digna defensa de Grimes compite en maestría con el agobiante encuentro de los desgarros en el abrigo del niño y con la hermosa forma en que Ellen pierde la inocencia: “My ’broidered anchor on the chest”, donde el bordado le aporta la pista “cuyo significado evitamos conocer”.

Junto al monumental trabajo de disciplina fonética y movimiento librado por el excepcional Coro (director Jorge Klastornick), destacaron también la quebradiza y negra visión de la mezzo Claudia Godoy para Mrs. Sedley, y la maternal y cercana Auntie de la contralto Carmen Luisa Letelier.
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