Sentido Común
Si un grupo valiera solamente por su biografía, Solar se habría hecho acreedor del descrédito tan sólo por la intermitencia de un trabajo con escollos acaso más públicos de lo conveniente. La publicación, en 1997, del promisorio Play no acalló la difusión que luego tuvieron sus problemas internos (entre integrantes, con su sello, con la prensa), y algún factor incomprensible hundió a sus siguientes iniciativas en el pantano del malentendido.
Si Sentido común suena demasiado seguro para provenir de un grupo virtualmente disuelto -la banda lo ha presentado como un disco "póstumo"-, debe ser por el olor a revancha que a veces exudan las renuncias libremente decididas. Aquí se transmite la furia, el entusiasmo, la ambición y frustración, de un grupo con más talento que eficacia comercial; y es esa mezcla de intensidades sin filtrar el mayor valor de un disco, por sobre todo, intenso. Menos pulido que Play, es probable que Sentido común sea un mucho mejor trabajo, en la medida que confía en que esa visceralidad -que Solar quiso antes contener por quizás qué dogma estilístico- fluya libre y enérgica.
Es sabia, por lo tanto, la decisión de que sea muchas veces la música la que sustente su mensaje intrínseco. Sin desestimar el crecimiento de Alejandro Gómez como letrista, este disco suena mejor en sus solos, espacios, y en el tríptico instrumental ubicado justo al medio del álbum (compuesto por las composiciones "La faz de la tierra", "Instrumental" y "Plaza de armas"), prueba del cuidado eterno de la banda hacia el trabajo de guitarras, acaso su seña más distintiva. Uno podría ponerse hasta Taoísta, y decir que Solar es más poderoso cuando se olvida de que tiene que demostrar algo. Cuando deja fluir su esencia y deja que algo indefinible se dé el trabajo de hablar por ellos (Irrepetible, 2003).
Marisol García C.
