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Él sí que es monstruo

El cantante español hizo el favor de subir el nivel de este Festival de Viña con un show intenso en canciones y emociones.

25 de Febrero de 2010 | 10:14 |
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Haz, amigo, el favor: Raphael vino a beneficiar a Viña con cincuenta años de carrera y un concierto de categoría.

Foto: Juan Eduardo López.

"Hay canciones y canciones", distingue Raphael en una pausa casi al comienzo de su actuación. "Las hay que pasan en seguida y las hay que quedan para siempre. Ésta es una de mis mejores canciones", agrega antes de cantar "Desde aquel día", y cuando un cantante es capaz de ir más allá de la arrogancia para decir una verdad así sobre sí mismo es que es un grande. Ni siquiera es arrogancia, es lucidez.


La actuación que anoche Raphael dio en este Festival de Viña está llena de esas canciones que quedan para siempre. Más exacto todavía: está hecho por completo de esas canciones. El cantante español vino a subir en varios puntos el promedio de este espectáculo con la mejor clase de actuación que es posible ver aquí, ésa que se instala como un concierto propio y se basta a sí misma más allá de que hay todo un Festival alrededor.


Para empezar, la belleza de los primeros impactos de Raphael, cuando merecía el nombre de El Niño en los años '60, no hace sino aumentar cada día que pasa en canciones como "Cuando tú no estás", "Yo soy aquel" y la propia "Digan lo que digan". Pero también incorpora canciones de sus igualmente exitosos años '80, época en la que además aumentó su conocido histrionismo, y el drama de "Amor mío", "Estar enamorado" y "En carne viva" aumentan el desfile de emociones que hay en este repertorio.


Raphael es el dueño absoluto de estas emociones, y las hace transcurrir sin respiro. Son tantas canciones que incluso canta sólo fragmentos de varias de ellas, lo que hace todavía más intenso el efecto porque sale de una y entra en la siguiente casi sin pausa. En un minuto puede estar haciendo cantar a la Quinta Vergara al son de un hit tan sesentero como "Mi gran noche", y poco después está confesando que tiene el corazón en carne viva, y todo con esa sonrisa ya transformada ya en marca registrada que no se borra nunca de su cara y que aumenta el contraste entre el gozo y la pasión que hay en su música.


Un tango, una versión de "Gracias a la vida", un comienzo con cita a Machado, un juego a lo torero al ritmo de "El gavilán" o un dueto con Beto Cuevas hacia la última parte del show son otros de los varios estímulos del show demoledor, con el que Raphael se adueñó de este Festival con la intensidad y la emoción de uno de los mejores repertorios de los éxitos en español de los últimos cincuenta años. Porque no son sólo éxitos. Éxitos ha habido muchos, y en un rato más va a estar Arjona aquí mismo para demostrarlo. Pero hacer canciones indelebles es otra cosa. Para eso sólo están los elegidos.

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