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Especies de bandas sonoras

Desde mediados de los '80 este músico ha venido tocando en grupos chilenos como Electrodomésticos y los Mismos. Ahora es otra cosa: Silvio Paredes tiene su primer disco propio y lo firma con nombre y apellido. Aunque en realidad lo firma como Kau.

05 de Julio de 2010 | 16:39 |

Hay algo que transforma a Silvio Paredes en un padre excepcional, y no es un juicio de valor. Es estadística. O demografía. Si siempre son los padres y las madres del mundo quienes eligen cómo se llamarán sus hijos, en este caso es su hija la que inventó el nombre del padre, y ahí está el primer disco de Paredes como cédula de identidad: Kau se llama él, y Kau se llama el disco. El mismo que esta semana (ver recuadro) va a estar estrenando con un concierto en Santiago.


"Kau" es la palabra con que su hija, la misma que hoy protagoniza el clip de su canción "Quintay", aprendió a denominar a Paredes incluso antes de llamarlo "papá", recuerda él. Es un fundamento personal para el disco también más personal en la carrera de este músico, un hombre que se inició a mediados de los años '80 como bajista en el precursor trío Electrodomésticos, que reanudó el camino en 1994 con los Mismos y que en 2010 da su primer paso como solista, con su instrumento de cabecera: el stick.


El stick es un instrumento de ocho a doce cuerdas de aparición reciente en la historia: fue creado por el músico estadounidense Emmet Chapman en 1974 y conjuga en un solo encordado el rango sonoro de una guitarra y un bajo. Silvio Paredes se ha vuelto el primer abanderado de este instrumento en Chile, como organizador de los festivales celebrados desde 2006 y como ejecutante del stick en sus grupos y ahora como solista. Y pese que Electrodomésticos y Mismos acarrean adjetivos como "experimental" y "electrónico" respectivamente, él encuentra un giro nuevo en su actual música.


-Siempre había tenido un sentido melódico en el bajo, pero ahora la melodía se manifestó como parte de una interioridad, de una personalidad musical que no conocía y que me gustó -dice-. El disco tiene su lado hasta latinoamericano algunas cosas. Incluso escuchado desde afuera me daba  un poco de pudor, es casi como desconocerse en un principio. No olvidemos que a mí me conocen mucho por verme aforrando literalmente al bajo. Cortando cuerda. Bruto. Pero me empecé a sentir muy bien. Y eso es para mí un parámetro, que me deja contento, que me pongo patudo, no de engreído, sino por la certeza.


El tatita infiltrado: música y artes mediales


Kau tomó forma definitiva luego de las dos actuaciones en las que el músico mostró este repertorio en 2009 en Buenos Aires y en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago, cuando tanto Electrodomésticos como Mismos están en pausa. "Fue un momento en que estaban criogenizados los Mismos, con los Electro no estaba pasando y yo estaba súper abocado al stick", recuerda.


-¿Cómo fue ir a debutar como solista a Buenos Aires?
-Fue una reafirmación, porque uno agarra más adrenalina o convicción cuando está afuera. No queda otra que hacerlo bien. Acá podía casi camuflarme en la buena onda de los amigos si había algún error. Allá te está midiendo un público que no te ha visto nunca, eres nadie allá. El presentador puede decir "Silvio, de los chilenos Electrodomésticos", y la gente no sabe si ése es un equipo de fútbol.


A su regreso en el Museo de Arte Contemporáneo tocó en la clausura de la Bienal de Artes Mediales, luego del músico Danieto y la artista visual Valentina Berthelon. "Al igual que como hicimos con Electrodomésticos, es muy fértil comenzar propuestas en ámbitos de gente sensibilizada para esta cuestión, estudiantes de diseño, de música, gente que anda buscando en el circuito cultural", explica. 


-¿A pesar de que estabas descubriendo el lado melódico y no tan experimental, por decirlo así?
-Claro, todo esto con el contraste. Antes de mí tocaba Daniel Nieto, que es un músico electrónico que admiro, soy fan de él, y hacía los visuales la Valentina Berthelon, que es otra seca admirable. Ellos eran muy coherentes en cuanto a las artes mediales, y yo estaba como una especie de tatita infiltrado porque llegaba con esta cosa más melódica. Pero hubo una buena percepción y también me di cuenta de los alcances de lo que uno hace.


Surrealismo a lápiz pasta: de dónde viene Paredes


Sobre si este músico es o no un tatita, alguna evidencia puede haber al remontarse a sus primeros gustos musicales, que vuelven a la superfice con su disco, aquí, en la misma casa santiaguina de su infancia donde está instalado hoy. En principio Kau incluía doce composiciones, que quedaron en las ocho actuales. "No se trataba de mostrar cuántas canciones puedo hacer, sino de que fuera como los discos que me gustaban desde siempre, y que escuchaba de principio a fin".


-¿Cuáles eran esos?
-Puf, es que muchos. La revelación para mí de la música ocurrió en séptimo y octavo básico (en 1972 y 1973), cuando un amigo me empezó a mostrar música progresiva, de esa época, que no tiene mucho que ver con lo progresivo de hoy -recalca-. Entendamos que era King Crimson, Biblia negra sin estrellas (Starless and bible black, de 1974), Trilogy (del trío Emerson, Lake & Palmer, 1972); Los siete primeros días, de Jan Hammer (The first seven days, de 1975); Tarkus (1971), de Emerson, Lake & Palmer. Yo estaba en séptimo básico y ya ver la carátula con el armadillo tanque (del LP Tarkus) tiene otro efecto que verlo de viejo peludo ahora. Y lo escuchaba con los ojos cerrados, en una pieza que está allá arriba en la esquina...


-¿En esta casa?
-En esta casa. Y ahí yo quedé dañado. Totalmente dañado, quise saber más de ese mundo, Rock In Opposition, movimiento de Canterbury... y puede sonar a comentario vejete, pero me gusta recordar que era muy marcada la identidad de cada banda, era difícil que sonaran tan parecidos. Y era esto de pegarse un viaje, que era como una experiencia revelatoria en esa preadolescencia.


-Se supone que se llaman discos conceptuales, ya no importaba tanto la canción sino el disco completo.
-Justamente. Y después ya más viejo se me cruza The lamb lies down on Broadway, con Gabriel (el disco que el grupo Genesis, entonces liderado por Peter Grabriel, lanzó en 1974). O sea a mí me dio por hacer speechs de teatro musicalizados en el colegio, ¿cachai?


-Sí, echaba de menos que dijeras Genesis, Yes, Pink Floyd incluso...
-Claro, y Yes tenía que ver también con un período de surrealismo a lápiz a pasta que dibujabas en el colegio, con todos esos pasillos largos, esas cosas medias dalinianas así, como esa imaginería.


-Dañado.
-Dañado. Me acompañó en eso como de viaje interior, de mundo interior, de lugares que no ves con la imaginación, eso a mí me voló la cabeza. Y me dieron más ganas de hacer música.


-De ahí viene hacer un disco que se escuche de punta a cabo.
-Y a la vez porque trabajo de una manera muy instintiva. Soy racional para explicarme las cosas después, pero en el momento de operar es bien inexplicable el fenómeno. Por eso me gusta, porque me entreno para estar listo para las cosas que van a ocurrir a partir de improvisar. Después al juntarlas me doy cuenta de cierto hilo conductor.


Y quedé como Kau: étnico y ecléctico


Para ser exactos, el nombre de Kau viene de pescau, explica Kau. "Se me apareció el nombre por la relación con mi hija, y por cómo te ven desde afuera. Mi hija tiene mucho que ver con el stick porque desde que ella apareció me ha visto tocando, mientras ella hacía las tareas yo estaba ensayando en la casa..."


-¿Por qué te dice así?
-Es por una nota tuya de los Mismos muy divertida, en el "Wikén" (en 2002), cuando el Cuti (Aste, integrante de los Mismos) se manda la frase para el bronce esa de que la guitarra eléctrica está obsoleta igual que el motor a explosión, y que Bach viajaba a ver a Buxtehude... Y en ese reportaje estábamos los tres mirando un acuario. Y mi hija veía eso, y por decir pescado, o pescao, decía kau. Me miraba a mí y decía kau. Y quedé como Kau. Y sus hermanas mayores me decían Kau, y un grupo de amigos me empezó a decir "Hola, Kau, cómo estai". Y ahí quedó como un sobrenombre para un circuito íntimo. Y lo adopté porque es único, es suficientemente ecléctico.


-¿Y suena medio étnico también?
-Es la lectura que tuvo Javier Pañella (el diseñador de la carátula del disco), que trabajó con una especie de cubismo latinoamericano futurista y de ahí llegó a esto.


-¿Este disco tiene harto que ver con los demás? Amigos que te hacen ver que tienes la música, tu hija que te pone el nombre...
-Sí, y a la vez he tenido la suerte de tocar con bandas que siempre han sido grupos de amigos. Sin embargo la puerta que me abrió el stick necesitaba un espacio propio de desarrollo, decir más nítidamente "viejo, yo hago esta música". Encontraba bueno dejar en claro cierta identidad sonora, más que por una cuestión de ego por las ganas de dar un mensaje claro, que no quedara postergado. Necesitaba más oxígeno para desarrollar esto.


-¿Mensaje, aunque literalmente sea música instrumental? ¿En qué piensas con ese mensaje?
-Pese a cualquier estructura que hayamos escogido para hacer viables a las artes en el mundo material, lo más potente que tienen es lo que pasa al interior de las personas con la percepción de eso. Me gusta generar mensajes musicales que son historias abiertas, especies de bandas sonoras en las que cada uno se va a contar su película. Soy un consumidor de pop en montones de ámbitos, pero también puedo disfrutar de música contemporánea o instrumental, que me encanta, puede ser porque mi aproximación con la letra siempre ha sido un poco bruta. Pero sí está la intensidad que tiene para mí el hecho del sonido. Por otro lado es interesante hacer más visible que hay todo un universo allá afuera de música instrumental.


Cuando estaba la bestia: lo que enseña el stick


Francisco Rafart, del grupo Space Orégano; Cristián Larrondo, de Mar de Robles, Jaime Lazo, ex intagrente de Shogún hoy radicado en el sur, y Andrés Moraga son entre otros los músicos que comparten con Paredes la comunidad chilena en torno al stick.


-Creo que el stick me ha ayudado a calmarme y a bajarme ciertos prejuicios en los que puedo haber sido más radical y prepotente en algún minuto -analiza Paredes-. Quizás por nuestra necesidad de trincheras en las épocas duras que vivimos, cuando estaba la bestia, ninguno de nosotros se metió con el otro. Sin embargo como en el stick uno conoce a gente que hace música distinta, tienes que abrir el coco sí o sí. Y de repente empecé a cachar que el flaco que estaba haciendo tango era increíble, y a entenderme más como par de cualquiera que haga música. Eso para mí es muy saludable.


-¿Y eso te podía pasar con el stick y no con el bajo eléctrico?
-Claro. Lo que pasa es que en los Electros hagamos lo que hagamos siempre nos felicitan -se ríe-. En este caso era una actitud un poco más de aprender de todo. ¿Sabes por qué? Porque en el stick no existe "el mejor del mundo", porque no hay una sola manera de tocarlo. En cambio el bajo eléctrico son verdaderos campeonatos. Hay bajista que son como muestrarios de skills (destrezas), como dicen los gringos, y nunca me ha interesado el virtuosismo, sino el resultado final de la experiencia musical. Me puse como meta abrirme a construir donde me invitaran, y recuperar la posibilidad de las asociaciones ilícitas que provocan cosas positivas.


-¿En tu caso es recuperar o tener por primera vez?
-Yo creo que uno no lo entendió y se agrupó. Si yo era muy pesado, viejo, en algún minuto.


-¿Arrogante?
-Más que arrogante, era inconcebible que te entendieras con Cinema, por decirte algo. En cambio después de oir otras cosas, hay músicas que no me van a interesar, pero puedo tener ahora la humildad suficientente para saber que hay espacio para todos, y que el hecho de que no me guste no significa nada más que eso. En ese sentido ha sido liberador también. A mí me pasaron cosas importantes con la música a partir de gente que he visto. Siempre cuento que una vez vi al grupo Lunallena (el pionero cuarteto de rock progresivo chileno liderado en los años '80 por los hermanos Carlos y Patricio Vera), y fueron los que me hicieron tener ganas de tener una banda.


Forestal, hielo norte y Quintay: los viajes de Kau


"Creo que esto tiene que ver con el misterio. Es como estar recordando", explica Silvio Paredes a propósito del proceso de crear sus composiciones. Y aunque Tongoy, balneario nortino clave en su carrera con Electrodomésticos, no tiene un tema en el disco, sí está Quintay, donde los Mismos tocaron en una célebre rave o fiesta de música electrónica en 1997. Y hay otras composiciones de títulos paisajísticos como "Forestal", "Hielo norte" y "Al sur del sur".


-¿Es tan raro que esa música suene melódica? ¿Algunas cosas del disco Picnic (2002, de los Mismos) no eran bien melódicas?
-Sí, ahí empezó la cosa y siempre me lo hacía ver Gabriel (Vigliensoni, otro integrante de los Mismos). Me di cuenta de que tengo cierta pata metida en el pop y de que son temas instrumentales, pero es una vida que se desarrolla, tiene sus tramos concretos, no es free jazz ni cosas de libre improvisación. Sergio (Castro, el director del clip "Quintay") me decía "son pequeñas bandas sonoras".


-¿Esos nombres remiten a lugares físicos reales? ¿"Forestal" es el Parque Forestal?
-Eso es absolutamente literal. Me gusta esa zona de Santiago, me gustan  las hojas secas, caminar en el invierno, perderme.


-¿Pero al mismo tiempo "Forestal" es una palabra más amplia?
-Sí, por eso me gustó. Porque también puedes agarrar lo que pasa en el sur, y aunque no sea el meollo del disco ni me las quiero dar de nada, me interesa el tema medioambiental, con "Forestal" y otro tema que se llama "Al sur del sur". Porque me interesa retratar esa belleza y porque hay hartos problemas.


-¿Y "Hielo norte" podría tener ver con Pascua Lama, o ya es mucho imaginar?
-También, son evocaciones. Soy un admirador del norte, soy medio recurrente, me fugo para allá y "Hielo norte" tiene que ver con eso.


-¿Y Quintay?
-Porque me han pasado muchas cosas buenas en Quintay, y tiene que ver con la cuestión sensorial de enfrentarse a una geografía y a un paisaje abundante en sensaciones. El mar es potente. Visualizaba este recorrido, me acordaba de los relatos de mis padres que vivían en Valparaíso y que sabían de la ballenera de Quintay, me contaban del agua roja. Y quizás en el tema hay una parte sobre tierra y otra bajo agua. El nombre me gusta porque es chileno. Es como decir... Curanilahue. Y aparte es un lugar hermoso. Que dicho sea de paso la gente ya no pesca ahí: tú compras pescado en Quintay y viene de Angelmó, porque los buques factoría y la pesca de arrastre tienen el desastre. No sé si el tema habla de eso, pero ahí está.


-¿Quintay tiene también una connotación musical? Los Mismos tocaron en la fiesta electrónica que hubo ahí en el '97.
-Bueno, es que también está eso. Porque para mí fue emocionante ver el logro de esa fiesta de Quintay -dice, a propósito del festival que en diciembre de 1997 celebraron ahí los grupos chilenos y alemanes Alien Factory, Non Place Urban Field, Gonzalo Martínez, los Mismos, Jardín Secreto, Sun Electric y los DJs Adrián, Dandy Jack, Magi-k, Ricardo Villalobos y Marcelo Umaña-. Era cuando la música electrónica estaba todavía en manos de gente metida con cierta cosa cultural y no caía en la supermarca con las promotoras y con Papurri y el compadre de los realitis bailando: ahí hay que salir arrancando y hoy no me lleven a eso. En ese momento fue muy bonita la confluencia, tocó Sun Electric, nosotros, hubo gente que fue con sus hijos a acampar, se logró una cosa civilizada medio jipi, no sé como llamarla, el lugar quedó conservado... Si pusiera este tema a una filmación sin el sonido me cuadraría, porque también tiene que ver con esa emoción.


-¿Al punto de que antes que un tema llamado "Tongoy" primero hiciste uno llamado "Quintay"?
-Se viene -sonríe-. Para el segundo disco se viene Tongoy.

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