Carlos Páez Vilaró falleció a los 90 años.
EFE
MONTEVIDEO.- El artista plástico uruguayo Carlos Páez Vilaró murió el lunes a los 90 años en Casapueblo, la residencia que él mismo había construido a orillas del mar y a la que había definido como una "escultura viviente".
Pintor, escultor y ceramista, Páez Vilaró estuvo desde joven muy vinculado a la cultura de los negros uruguayos, que inspiró buena parte de su obra.
Nueve días antes de morir participó del desfile de Llamadas, la más tradicional fiesta el carnaval uruguayo, en la cual las comparsas de "negros y lubolos (blancos pintados de negro)" marchan haciendo sonar sus tambores al ritmo del candombe, una música de origen africano traída por los esclavos. En esa oportunidad, el pintor anunció que era la última vez que desfilaba en las Llamadas.
En la década de 1940, motivado por el tema del candombe, comenzó a decorar los tambores de las comparsas afro-uruguayas, en un momento en que la fiesta de los descendientes africanos no gozaba de la aceptación masiva de hoy.
Su pasión por las fiestas y la cultura afro no lo abandonó nunca. Los motivos de sus coloridos cuadros recorrieron todos los tópicos de la cultura negra local y su pasión lo llevó a recorrer buena parte de África, donde visitó Liberia, Senegal, Congo, Camerún y Nigeria.
En ese continente trabajó como coguionista de la película Batouk, que cerró el festival de Cannes en 1967.
En 1972 le tocó vivir uno de los momentos más duros de su vida, cuando el avión en el cual viajaba su hijo Carlos, junto con sus compañeros de un equipo de rugby, se estrelló en la cordillera de los Andes. Páez Vilaró nunca dio por perdido a su hijo y fue uno de los padres que insistió en continuar buscando a los muchachos desparecidos en la montaña, a pesar de que la búsqueda oficial por parte de las autoridades había sido abandonada. Finalmente y tras 72 días, el hijo del pintor fue uno de los 16 jóvenes que apareció con vida. El caso, conocido como el "milagro de los Andes", ha sido contado en libros y películas de cine.
Destacado muralista, sus grandes y coloridos murales se pueden apreciar en decenas de edificios públicos en distintas partes del mundo: desde la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington, a la Biblioteca Nacional argentina en Buenos Aires.
Convencido de que el color podía aliviar el dolor, pintó murales en hospitales, como el Hospital de San Fernando (Chile), el Hospital de Niños de Anillaco (La Rioja, Argentina) y el Hospital de la Universidad de Georgetown (Estados Unidos).
Páez Vilaró falleció en Casapueblo, una residencia de formas impredecibles, considerada una "escultura habitable" que construyó por sus propias manos en los acantilados de Punta Ballena, frente al mar, cerca de Punta de Este. La construcción comenzó en la década del 50 y la obra se fue ampliando y modificando año a año. Allí vivía el artista, tenía su taller, un museo y también funciona un hotel.