La antesala a la presentación en vivo del álbum Conducción no es otra cosa que el correlato de lo que ha sido el curso de Ases Falsos en el último tiempo: Una banda que desde un enfoque atípico (nunca han sido muy dados a la promoción) ha logrado hacer crecer de forma sostenida a su masa de auditores, a punta de discos contundentes, boca a boca y buenas críticas. Ésa es la razón por la que este nombre, aún poco familiar para varios, logró agotar con días de anticipación un recinto para dos mil personas que, llegada la hora del concierto, encarnaron en verdaderos hinchas.
No otro apelativo que ése merecen los que esta noche de domingo repletaron el Teatro La Cúpula, y que corearon todas y cada una de las canciones interpretadas desde la apertura con "Ivanka", a las 19:30 horas (excelente opción para un concierto dominical). Un tema que no es ni de cerca un derroche rockero, pero que así y todo fue recibido con el salto coordinado de una numerosa facción con ganas de desorden, a los pies del escenario.
En estos días, la postal ya es de por sí es inusual, y ese carácter se acentúa aun más al contrastarlo con los estímulos que desde la tarima vienen: Porque el quinteto liderado por Cristóbal Briceño está lejos de ser un dechado de actitud y estampa; por el contrario, parecen más enfocados en reflejar cuanta normalidad sea posible (partiendo por sus dominicales tenidas), minimizando la frontera entre quienes están arriba y abajo.
Ése, por cierto, puede ser uno de los plus de la agrupación, pero por momentos también amenaza con convertirse en su trampa, cuando la familiaridad que a ratos es entrañable, termina por ser la vía de acceso a licencias discutibles (como hablar del tamaño de los testículos o lanzar un escupo para luego patearlo).
Sin embargo, Ases Falsos cuenta con el aval de un repertorio sustancioso como pocos, lo que incluso les permite imponerse en esos momentos en que se evidencia el rodaje. Ahí se anotan la crítica al discursivismo y a la pose de "Búscate un lugar para ensayar", el entusiasmo de "Tora bora", la potencia de "Fuerza especial", el desborde de "Misterios del Perú" y el pogo de cierre con "No quiero que estés conmigo". O, desde el lado romántico, con el amplio coro de "Simetría" y el no menos amplio que logró "2022", una de las piezas que recrearon de Fother Muckers, banda que probablemente hoy está siendo explorada retroactivamente por buena parte de sus seguidores (algo similar a lo que sucedió con la obra de Mecánica Popular, tras el éxito de Manuel García).
Ésos son algunos de los momentos altos de la noche. En otros, en tanto, la factura alcanzada en sus dos discos se resquebraja, y la producción de ellos termina reducida a artesanía instrumental ("Cuando cae la cortina"). "Pacífico", en tanto, se oyó algo precaria y desprolija, mientras que en "Al borde del cañón" la garganta traiciona a Briceño, posibilidad evidente para una canción que juega en el límite.
Pero ésos, al final, no son más que granos de arena —más grandes o menos— en un engranaje que igualmente funciona, y que a futuro debería funcionar mejor aún. No sólo por maduración y training, sino también por la potencialidad única que luce el quinteto, y que incluso les podría permitir —si así lo desean— asaltar en un futuro la cima que Los Bunkers dejaron vacante en el rock y el pop local. Argumentos para pensar en ello, quedó demostrado este domingo, de todas maneras hay.