Ojalá hubiera en Chile más tiendas de música para ver cómo resolverían el dilema, saludable por lo demás, de tener que clasificar este disco bajo las etiquetas de jazz o de música latinoamericana para presentarlo al público. Porque no es primera vez que músicos locales practican esta fusión, propuesta que por lo menos se remonta a los años '70 o a los '80 en Chile, pero pocos han cohesionado de manera integral esas dos vertientes como lo hace el cuarteto del guitarrista Simón González en Pieza de música, su primer disco.
Primero del grupo, valga la aclaración. Porque González llega aquí al cuarto disco de su carrera con diversas formaciones, tras Perspectiva (2009), a dúo con la cantante lírica francesca Nathalie Milon; Serena revolución (2010), como parte del trío Bizikleta; Pasajero (2012), a dúo con Daniela Conejero, y el propio Pieza de música (2013), de Simón González Cuarteto. La lista crece a doce grabaciones al incluir su colaboraciones con Congreso, Mariela González, Magdalena Matthey, Julio Zegers, Entrama y Chicoria Sánchez desde 2001 a la fecha. Y en ese mismo currículum está la evidencia de que el campo natural donde se desenvuelve este guitarrista ha sido el de la música latinoamericana. Por eso Pieza de música es un disco especial, gracias al ADN de jazz que agrega a esta historia.
El cuarteto está integrado además por Andrés Pérez Muñoz (saxos y clarinete), Marcelo Córdova (contrabajo), Carlos Cortés (batería) y Sebastián Almarza (piano). Y más allá de la versatilidad probada de todos ellos en géneros que van desde las fusiones latinoamericanas al funk y el soul, los cuatro tienen al jazz como escuela primordial e imprimen ese carácter al disco. Simón González es el líder natural, y muchas de las composiciones nacen de propuestas melódicas y armónicas de la guitarra, pero pronto se acoplan el saxo o el clarinete de Andrés Pérez en "Nuevo día" y "Viaje al sur", el piano de Almarza en "En este andén", las melodías e intervenciones de Córdova en "Nuevo día" o "Nortinohuay" y los solos y patrones rítmicos de Cortés en "Baiao" y "Viaje al sur": todos ejemplo de lo bien empastados que están siempre los timbres en esta música, mérito claro de los arreglos del grupo.
Y el mismo empaste vale para la composición. Los puntos de partida pueden ser diversos: es ritmo bahiano en "Baiao" y afroperuano en "Pa' que jueguen los niños", es tonada en "Flor de India", es huayno en "Nortinohuay", es una balada en "En este andén", es Violeta Parra en una adaptación de "La jardinera" y es milonga en una composición del pianista argentino Carlos Aguirre, cuya presencia por lo demás es de máxima coherencia aquí si se trata de fusión entre jazz y folclor latinoamericano. Y hay al menos cuatro rasgos notorios que conectan estas piezas entre sí. Su rigor acústico. Su carácter instrumental, salvo los coros susurrados en cuatro de las nueve pistas. Su larga extensión, entre los seis y los casi nueve minutos cada una. Y su estructura, con diversas partes al interior de cada composición.
Y si la duración cumple el efecto esperado, o sea permite al grupo explayarse a sus anchas en la complejidad cerebral de esta música, la estructura de partes no se traduce en composiciones esquemáticas. Al contrario. No es música al modo del rock progresivo, por ejemplo, que suele consistir en una sucesión de episodios diferenciables como los vagones de un tren. En Pieza de música, tal como los timbres están cohesionados, la composición también lo está, y cada pieza avanza en una continuidad casi indivisible donde no se notan costuras ni límites internos. Es otro de los logros de este cuarteto, además de hacer música de técnica exigente sobre bases populares. No sólo integran sin fisuras folclores y jazz, que es un modo de disolver límites entre géneros musicales. Además desmontan esas divisiones al interior de cada pieza. En la música de Simón González Cuarteto no corren fronteras hacia fuera ni hacia dentro.