Esteban Cabezas y Sara Bertrand salen al aire todos los viernes, a las 10:00 y a las 20:00 horas.
Qué LeoSANTIAGO.- "No sonar a enciclopedia ni a catálogo de libros indispensables por leer. Este no es un programa de recetas, porque con la lectura, lo único que funciona son las ganas de entrar en ella. Tampoco existen libros indispensables, pues las bibliotecas son todo lo personales que son sus individuos".
Esta es la respuesta que dan los escritores Sara Bertrand ("Antonio y el tesoro de Juan Fernández", "El oro de la corona") y Esteban Cabezas ("Julito Cabello", "María la Dura") cuando se les pregunta cuál es el mayor desafío que representa armar un programa sobre literatura infantil y juvenil como "Donde viven los monstruos", que se puede escuchar todos los viernes a las 10:00 y las 20:00 por la señal online de Radio Qué Leo.
Un espacio que en poco tiempo se ha convertido en un importante espacio para hablar de libros y autores que tienen en los niños y jóvenes a su público lector, y que los radioescuchas siguen con gran interés, participando fundamentalmente a través de Twitter.
La receta está en la honestidad de sus conductores a la hora de escoger los títulos a abordar, así como en su mirada estrictamente personal. "Nos parecía fundamental hablar, antes que nada, como dos buenos lectores y amantes de la literatura. Una conversación casual sobre libros queridos por nosotros. Por eso es que no solemos hablar sobre libros que no hayamos leído o no tengamos en nuestras propias bibliotecas. Visto de esa manera, podríamos decir que 'Donde viven los monstruos', es una conversación entre dos abultadas bibliotecas", aseguran.
-Imagino que el nombre del programa está tomado del libro infantil escrito e ilustrado por Maurice Sendak. ¿Por qué eligieron bautizarlo así?
-SB: Porque queríamos definir el espacio desde dónde íbamos a hablar y nos pareció que Sendak, en ese libro exquisito, da cuenta de que la infancia no es precisamente un jardín de parabienes, sino, muchas veces, todo lo contrario. Es entonces cuando conocemos nuestros fantasmas, nuestras fobias, nuestros temores más íntimos, porque, querámoslo o no, es un territorio que define al individuo, y nosotros queríamos dar cuenta de eso a través de sus libros, en todas sus dimensiones.
-¿Cómo nació la idea de hacer este programa de radio?
-EC: Tomando café, ¿existe otra manera? Estábamos conversando cuando apareció Juan Carlos Fau (dueño de la librería Qué Leo) y se sentó con nosotros. Entonces, nos contó sobre su proyecto de radio, y como después de tres o cuatro cafés teníamos el biorritmo acelerado, y le propusimos hacer un programa.
-¿Y qué les piden los radioescuchas cuando se comunican con ustedes por Twitter?
-SB: Se ríen mucho, la verdad. También se enojan, eso ha sido interesante. Por ejemplo, cuando invitamos a Pablo Simonetti para conversar sobre infancia, homosexualidad y literatura de género, si es que existe esa categoría. Nos alegaron mucho sobre cómo era posible recomendar libros que abordaran identidad sexual y sus dudas y, sobre todo, cómo hablábamos del tema sin ser expertos. Nosotros tenemos claro que no somos expertos en muchas materias, pero sí tenemos la apertura para leer muchísimo y eso, necesariamente, abre una conversación. Ahora, la mayoría de los auditores son más recatados y solo piden los títulos de los libros mencionados en el programa y sus referencias, para qué edad, si tiene sexo o no, y si es recomendable en determinadas circunstancias.
-¿Sienten que en Chile faltan espacios de difusión para las obras y autores de literatura infantil/juvenil?
-EC: Absolutamente. La literatura infantil y juvenil es la pariente pobre de la literatura, la hermana sarnosa que es mejor mantener a un lado y, bueno, la mayoría de sus escritores han disfrutado de los beneficios que aporta esa invisibilidad, porque, por ejemplo, no existe la crítica. Pero, también, esa idea de que cualquiera puede escribir para niños es engañosa y parte del supuesto equivocado de que a los niños se les debe imponer la lectura, como si lo único importante fuera el acto de leer. Y no es así. Para un niño es mejor no leer que leer algo que no le interesa. Porque son lectores tremendamente selectivos y exigentes, y si se les atendiera un poco más, si en vez de poner el foco en la lectura como bien mayor (¿quién inventó esa estupidez?) se les propusieran libros relacionados con sus propias inquietudes, se cometerían menos aberraciones.
-¿Por qué ustedes eligieron escribir, principalmente, para niños y jóvenes?
-SB: Nadie "escoge" escribir para niños, jóvenes o viejos. Uno tropieza con esas categorías cuando lleva su manuscrito a la editorial.
-EC: Aquí difiero. Yo escribo pensando en lectores chicos. Me caen mejor que los más viejos.
-¿Es necesaria una sensibilidad especial para escribir para este público lector?
-SB: La misma sensibilidad que se tiene para contar cualquier cuento.
-EC: Sí, pero a los niños hay que agarrarlos del cogote desde la primera página, como decía Roald Dahl.
-Si cada uno pudiera recomendar tres libros infantiles imprescindibles, ¿cuáles elegirían?
-SB: "Eloísa y los bichos", de Jairo Buitrago y Rafael Yockteng; "No comas renacuajos", Francisco Montaña; "La calavera de cristal", Juan Villoro; y "El lenguaje de las cosas", María José Ferrada.
-EC: "Coraline", de Neil Gaiman; "El Gran Gigante Bonachón", de Roald Dahl; y "Buscando a Alaska", de John Greene.
-¿Han pensando, en algún momento, aventurarse con una obra para público no juvenil/adulto?
-SB: En mi caso, las historias comienzan a contarse cuando aparece una escena, un personaje, un humor. Pero nunca ocurre que aparezca la edad del lector, es decir, en la primera etapa escritural, el proceso es tan puertas adentro que no pienso más que en la historia.
-EC: En mi caso, escribo para adultos en mi trabajo como periodista. En el tema de libros, mi público es menor, de tamaño...