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Columna de opinión: Trabajo y desigualdad, Presidente Piñera versus mediciones reales

Como era de esperar según manda la Constitución, la Cuenta del Estado de la Nación es un ejercicio amplio por la diversidad de temáticas y extenso, incluso en los denominados “temas económicos”. De ahí que he decidido focalizarme en dos: trabajo y desigualdad.

21 de Mayo de 2013 | 14:28 | Por Rafael Garay, Director de Estudios Felices y Forrados

Trabajo

De acuerdo a las cifras entregadas por el Presidente de la República, Chile ha crecido en promedio un 5,8% bajo su mandato, promediando el primer lugar entre países de la OCDE, pasando, en palabras del Presidente, de US$ 15.000 per cápita a cerca de US$ 20.000 para fines de la década.

Las cifras son buenas, lo que es difícil de negar si uno mira la encuesta de desocupación de la Universidad de Chile –bastante independiente a mi entender– que muestra que la desocupación en el Gran Santiago es la más baja en 40 años de medición comparable.

Adicionalmente, las cifras a nivel nacional son históricas, basta solo con recordar que no bajábamos de niveles superiores al 7% desde que la devaluación del baht tailandés desencadenó la crisis asiática el año 1998.

Sin embargo no es menos cierto que la afirmación textual “Chile crece con fuerza cerca del pleno empleo” es, por lo menos, cuestionable. Recordemos que las actuales cifras de desocupación, como señalé, históricamente bajas, se dan con una tasa de ocupación (el porcentaje de personas en edad de trabajar que efectivamente lo hacen) cercana al 56%. Es decir, hay un 44% de personas que están en edad de trabajar que no lo hacen, lo que  en gran medida se explica por la alta discriminación hacia las mujeres, jóvenes y etnias, a lo que se suma una discriminación hacia orígenes comunales y diversidad sexual. Queda bastante por avanzar en la materia.


Desigualdad

El presidente habló nuevamente de la utopía del desarrollo con US$ 20.000 per cápita. Quiero volver a insistir en que utilizar un indicador único de desarrollo de ingreso per cápita es equivocado, ya que se deja de lado indicadores de desigualdad mínimos.

Primero, la medida más usada de desigualdad. Diferencia entre 10% de mayores ingresos y 10% de menores ingresos. Sin duda se ha avanzado, pero seguimos manteniendo una diferencia vergonzosa de 36 veces (que ha cedido desde las 45,2 anteriores). Es decir, en promedio –y los promedios esconden mucho– el 10% de mayores ingresos posee ingresos que equivalente a 36 veces el promedio de ingresos del 10 de menores ingresos. En países como Dinamarca o Noruega esto es en torno a 7 veces, y el máximo tolerable en economías desarrolladas, incluyendo las de la OCDE, organismo al cual pertenecemos, es de 20 veces. Adicionalmente, el 60% de los trabajadores poseen ingresos inferiores a los $302.000 pesos mensuales, y solo el 18% supera los $525.000. Se ha avanzado, pero estamos aún lejos de disminuir desigualdad e inequidad a niveles aceptables para un país que aspira a ser desarrollado.


Con todo, e intentando ser lo más justo y técnico posible, reconozco que a pesar de que la velocidad no es la esperada, en muchos aspectos sí se ha avanzado en la dirección correcta. También lo es reconocer que la forma en que medimos la pobreza merece una revisión, ya que la última encuesta CASEN la sitúa en 14,4% utilizando aún la canasta de 1987, que de ser actualizada, según mi estimación, dejaría la pobreza real en torno al 25%. Esperemos que esta nueva comisión, ponga elementos multidimensionales, que aunque complejos, reconocen que la pobreza es multifactorial. Al menos abrir el debate es ya un paso en la materia.

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