Volver al especial Viña 2004VIÑA DEL MAR.- Fue, tal como lo dijo Antonio Vodanovic, un reconocimiento solidario a un artista que antes ya se había ganado el aprecio del público y que en el último tiempo había conseguido además entrar en el corazón de los chilenos.
La actuación del humorista Sandy fue el espacio que cerró un capítulo que había comenzado con la tragedia por la que atravesaba el artista de origen boliviano, luego de que le fueran amputadas sus dos piernas y terminara mendigando en las calles de Buenos Aires.
Sí, un premio merecido por su fuerza, entereza y vitalidad en momentos difíciles. Y mucho mejor que ese reconocimiento le fuera entregado en Chile, ante un público que nunca ha aceptado de buenas a primeras a los argentinos –Sandy se crió y vivió por muchos años en ese país- y que ahora, influenciado por la contingencia actual, también tiende a pifiar a los bolivianos.
El monstruo se fue a dormir. En la Quinta sólo quedó un público pasivo, hasta tierno y muy caritativo. Los aplausos sobraron y hubo risa hasta con chistes archiconocidos, que quizás contados por otro humorista hubieran provocado pifias.
Pero ante Sandy no. Había que conformar ese ambiente de caridad y la gente lo entendió perfectamente. Aplausos de pie, emotividad y la petición de la Antorcha que no tardó en llegar de manos de los animadores.
Antes, el humorista ya había recibido el reconocimiento de una artista chilena que le entregó un mensaje de agradecimiento. En similares condiciones – también en silla de ruedas- la otrora vedette Wendy le envió un regalo a Sandy.
Bien por la organización que a última hora y casi sin tiempo incluyó al humorista en la programación. Bien por el público que entendió y acogió como un amigo, como uno propio a un artista medio boliviano y medio argentino.
Bien por la instauración – si se concreta- del reconocimiento de solidaridad en el Festival de Viña. Esperemos que en la próxima edición le toque a un chileno. Varios se lo merecen.
