Árbol de Navidad
Existen varias versiones sobre el origen del Árbol de Navidad. Una de ellas sitúa su nacimiento en la primera mitad del siglo VIII, cuando en Alemania se “vestía” con manzanas y piedras pintadas a los árboles que habían perdido sus hojas durante el invierno, para que los espíritus buenos que en ellos habitaban regresaran pronto.

También se dice que la tradición del Árbol de Navidad se originó en una leyenda europea que cuenta que durante una fría noche de invierno, un niño buscó refugio en la casa de un leñador y su esposa, que lo recibieron y le dieron de comer. Durante la noche el niño se convirtió en un ángel vestido de oro: era el Niño Dios. Para recompensar la bondad de los ancianos, tomó una rama de un pino y les dijo que la sembraran, prometiéndoles que cada año daría frutos. Y así fue: aquel árbol dio manzanas de oro y nueces de plata.

Para otros, San Bonifacio, uno de los grandes misioneros de la evangelización europea, fue el inventor del Árbol de Navidad. Según cuenta la historia, al santo le molestaba la tradición pagana de culto al roble y un día, cuando se encontraba predicando entre los germanos, cortó uno, el que al caer derribó todo lo que había a su alrededor excepto un pequeño abeto. San Bonifacio interpretó el hecho como un mensaje y lo bautizó como “el árbol del Niño Jesús”.