En 1950, C.S. Lewis comenzó la conquista del mundo literario y el de
ficción, con “El León, la bruja y el ropero”, la
primera de las siete historias que componen “Las Crónicas de Narnia”,
su obra más popular.
Disney seleccionó ese mismo relato para comenzar su adaptación
cinematográfica de los famosos libros del escritor inglés.
Los
protagonistas de la historia son los hermanos Pevensie: Lucy, Peter, Edmund
y Susan, quienes son enviados por su madre a la casa de un viejo profesor en
el campo, para escapar de los ataques sobre Londres que hicieron los alemanes
en la Segunda Guerra Mundial.
Ahí, Lucy descubre por casualidad un viejo ropero, que guarda un gran
secreto: una entrada al fantástico mundo de Narnia, un lugar donde habita
una espectacular fauna de personajes encabezados por Aslan, un león
que alguna vez fue rey del lugar; el Sr. Tumnus, un fauno (ser mitad hombre,
mitad cabra); el Sr. y la Sra. Beaver, una pareja de castores, entre otras
criaturas.
Al principio, sus hermanos creen que las fantásticas tierras que describe
la más pequeña, son sólo producto de su imaginación,
pero se darán cuenta muy rápido de su error y comenzarán
una gran aventura en que deberán ayudar a sus nuevos amigos a salvar
su mundo de la despiadada Bruja Blanca, que se ha encargado de mantener a todo
el territorio bajo un crudo y eterno invierno.
La tarea de transformar en realidad la obra de Lewis
no era fácil,
el mismo escritor había dicho mientras vivía, que no le gustaba
la idea de que su historia fuera llevada al cine porque no quería que
se viera ridícula, y Disney desafió al neocelandés Andrew
Adamson, conocido por su labor en los dos largometrajes de Shrek y que además
tenía experiencia trabajando en los efectos especiales de algunas películas,
como “Toys” y dos partes de la serie del hombre murciélago: “Batman
Forever” y “Batman y Robin”, a asumir la tarea.
La labor como
director, Adamson la combinó con su trabajo en el grupo
de guionistas que adaptó el libro para llevarlo a la pantalla grande.
En el equipo de producción también estuvo Douglas Gresham, hijastro
de C.S. Lewis.
Su gran desafío fue, como Adamson confesó, convertir la fantasía
en realidad “de manera que estuviera a la altura o aún más
allá de la imaginación de la gente”.