Con
42 años de edad, nadie podría discutir
que José Santos León es el mejor jinete
que ha producido la hípica chilena. Por sacrificios,
por triunfos, por todo lo que ha conquistado en
Estados Unidos, donde se encuentra la crema del
turf mundial, con todo el respeto que se merecen
la tradición británica, el glamour
francés y los millones de los Emiratos Arabes
Unidos y Japón.
Su
camino por las pistas comenzó cuando aún
no cumplía los 16 años. Obtuvo la
patente y debutó en el Club Hípico
de Concepción. Un año después
(1977) se trasladó a la capital chilena,
Santiago, pero sus 38 triunfos no bastaron para
hacerse de un nombre en corto tiempo y optó
por aceptar una oferta para viajar a Bogotá,
Colombia, que le aseguraba 100 dólares por
mes. Allá conoció la vida, que a costa
de triunfos y dinero le puso por delante alcohol,
drogas y mujeres fáciles.
Ya
sacudido de la adolescencia libertina que experimentó
en el país del café, rodeado de alcohol
y drogas, el gran y último salto vino en
1984, cuando viajó a Estados Unidos. Y en
pocos meses ya conseguía una figuración
tal en los hipódromos de Florida (Calder,
Gulfstream Park y Hialeah), que en 1986 decidió
probarse a sí mismo en Nueva York, un meeting
más cerrado, especialmente para los jockeys
de origen latino.
Pero
Santos siguió avanzando y se convirtió
en un ícono de la hípica estadounidense
de la segunda mitad de los 80. Entre 1986 y 1989
fue el jinete que más dinero hizo ganar a
sus caballos, alcanzando su récord en 1988
con US$14.877.298. Fue ese año cuando la
prensa norteamericana le otorgó el Eclipse
Award, algo así como los Oscar en el ambiente
hípico.
Los
90 lo pillaron mal parado, y con una competencia
feroz que lo llevó incluso a salir de Nueva
York en busca de victorias y de la gloria que poco
a poco iba perdiendo. Su búsqueda lo llevó
a California.
Pero
Santos recobró vida. Y lo hizo de la mano
de un nuevo agente, Mike Sellito. "Ahora tengo
una actitud distinta", dijo Santos a ESPN hace
algunos meses. "Uno no siente de la misma forma
cuando conduce caballos que pagan 30-1. Soy positivo
y mi nivel de confianza está muy arriba.
Soy muy feliz en este momento", agregó.
La
razón principal del cambio sufrido por Santos
no parece ser otra que la aparición de Sellito,
un ex policía de Nueva York que al final
de los 80 trató de trabajar con Santos, pero
éste decidió en 1990 trasladarse a
California.
Y
al chileno lo persiguió la mala suerte. Nunca
pudo entreverarse en la lucha con los jinetes de
Los Angeles y sus alrededores y un año después
decidió regresar a Nueva York, pero a los
pocos meses sufrió un accidente que lo tuvo
alejado de las pistas por cinco meses tras fracturarse
el brazo derecho que obligó a los médicos
a implantarle placas y pernos para ayudar en su
recuperación.
Santos,
entonces, perdió la confianza de los preparadores.
"Muchos se desilusionaron, incluso algunos
pensaron que había tomado miedo...",
dijo el jinete. Verdad o no, Santos no logró
levantar cabeza hasta fines de 1998, aunque todo
fue con cuentagotas. Sellito sabía que tenía
que trabajar mucho para devolver a Santos a su sitial.
Con
la tranquilidad mental y amorosa que le daba su
segunda esposa, la panameña Rita Castillo
(antes lo estuvo con María Castañeda),
José Santos poco a poco vuelve a cruzar victorioso
la meta. Y los triunfos importantes vuelven a aparecer
en su palmarés.
Hoy
ya es todo un héroe del deporte chileno,
con logros que lo igualan al tenista Marcelo Ríos
o a los futbolistas Iván Zamorano y Marcelo
Salas. Aunque le falta algo para cerrar con tranquilidad
su vida arriba de los caballos. El mismo lo dijo
la última vez que estuvo en Chile, hace un
par de años: "Mi sueño sigue
siendo ganar el Derby de Kentucky" También
El Ensayo o El Derby en Chile.
Con
Funny Cide ya ganó en Kentucky y, quizás,
la Triple Corona de la hípica estadodunidense.
Sólo le faltaría regresar a Chile,
subirse a un finasangre y alcanzar su último
sueño.