José
Santos es el segundo hermano de los ocho que sobreviven
al matrimonio que formaron Manuel Santos Muñoz (68)
y Elena León (71) hace ya 42 años en Concepción.
Diez
años debieron pasar para que Santos Muñoz le propusiera
casarse a su señora. Ya tenían un hijo, Hernán (52),
quien a los siete meses sufrió una grave poliomielitis
que lo dejó discapacitado para siempre.
Entonces
nació José, y el padre le pidió a Manuel Santos
que se casara. Luego nacieron Carlos (41), quien
contrajo una meningitis que lo dejó para el resto
de sus días con un grave daño neurológico; Manuel
(37), Luis Alberto (36), Pedro (35), Deyanira (33)
y Cindy (25).
Tal
como lo hizo su padre antes de engordar y decidir
su retiro de las pistas para dedicarse a capataz,
cuidador y proveedor de viruta para los corrales
del Club Hípico de Concepción, además de José otros
tres Santos León eligieron la profesión de jinete:
Manuel, Luis Alberto y Pedro.
“Los
cuatro son buenos y me encantaría verlos correr
juntos en Chile, pero cuando recién se iniciaban
el que más condiciones tenía era Manuel”, cuenta
con el pecho inflado el papá de la “prole” hípica.
Y
no es que se las dé de “bacán”, muy por el contrario,
lo dice con esa misma humildad que tuvo cuando debió
poner el hombro y sus manos para mantener la casa
de dos dormitorios donde vivían en la Octava Región.
Con la misma humildad que mantiene hoy, cuando sigue
siendo cuidador de caballos en el corral del preparador
Alvaro Breque en Santiago y se contenta con un sueldo
que apenas alcanza los cien mil pesos. “Mis hijos
siempre me ayudan, especialmente José y Pedro”,
cuenta.
Todos
en el “Clan Santos” comenzaron sus carreras en el
hipódromo penquista. Cuando José partió rumbo a
Colombia, Manuel, Luis Alberto y Pedro heredaron
la pasión.
El
primero vive en Suecia hace más de 13 años, a donde
partió tras hacer sus segundas armas en las pistas
capitalinas. Acá triunfó con el caballo Baalbek,
propiedad de los hermanos Ricardo y Roberto Abumohor,
en el St. Leger ’85 y en El Derby 86’.
Luis
Alberto está radicado en Noruega hace cerca de 10
años y es el que peor la ha pasado. Las rodadas
y los irregulares resultados que sumó en Santiago
lo llevaron a terminar como cuidador de caballos,
hundido en la miseria y en el sabor del alcohol.
Pero recordó la palabra sacrificio que le inculcó
su padre, retomó la profesión y luego, siguiendo
el consejo de Manuel, emprendió viaje a Europa.
Y
Pedro no es menos, corriendo toda su vida en Chile
y con una escapada de un año a Estados Unidos (“echó
de menos y decidió regresar”, cuenta José), en triunfos
y sinsabores. Dueño de un corazón del porte de una
casa, batalló con éxito contra el cáncer y ha sabido
sobreponerse a serios accidentes. Pero los triunfos
también los ha alcanzado en la pista, donde se anota
un Ensayo (con Pradilla en 1994), tres Derby consecutivos
(Enfático 94’, Pradilla 95’ y Rue Cambón 96’) y
un Gran Premio Latinoamericano (Patio de Naranjos
en 1995).