- Papá, responde.
Del otro lado del teléfono, la voz insistió que:
- Señor Pérez, Ud. tiene una encomienda y queremos la confirmación de que…
- Papá, ya tengo treinta y un años ¡¡treinta y uno!! Ya no creo en eso. Si quieres venir a la fiesta, venga. Sabes que estás invitado. Si gustas te paso a buscar si no tienes ganas de manejar. Pero no me vengas con este tipo de bromas ahora, que estoy ocupado y quiero ayudarle a mi esposa a…
- ¿Señor Pérez? Entonces lo espero en la terminal del tren a las 12 de la noche. Hemos tenido problemas con nuestros renos y…
Y Norberto colgó.
- ¿Quién era? -desde lejos, su esposa.
- No lo sé. No lo dijo. Pero si era mi padre vamos a tener que conversar.
- ¿Tu padre?
- Sí, mi amor. Lo que pasa es que…
- ¿Qué pasa conmigo? -era su padre, ayudándole en la cocina a su nuera.
- Es que… -pero se sentía extraño, fuera de lugar.-Bueno, yo, acabo de…-miró las caras de ambos, extrañados-Olvídenlo.
Se dirigió al teléfono, que tenía la tecnología Domo. Todos los números quedaban registrados en un visor. 24122005. Se sonrío. Era la fecha de hoy.
¿Qué diablos había pedido a los trece años? ¿Qué estaba de moda en ese tiempo? La verdad ya no lo recordaba. Caprichos de un niño, seguramente. Ilusiones, irrealidades, sueños de una carta que nunca fue enviada ¿Qué era? ¿Un autito? ¿Lo último de Soda Stereo? ¿Un VHS?
La Estación de trenes de Santa Elisa no queda a más de media hora, pensó. Sin que nadie lo notara, Norberto se acercó a la puerta de calle, montó en el auto de su padre, y se dirigió hacia allá. La estación de trenes estaba poco concurrida y esperó.
- Que iluso -dijo, sin darse cuenta que lo había dicho en voz alta.
- ¿Me decía? -le preguntó el mozo que recibía la llegada del tren.
- ¿Me creerías si te digo que estoy esperando el tren del viejito pascuero?
- Pues, no.
Y ambos se pusieron a reír. El mozo pensando que era una broma, y Norberto porque sentía que se estaba volviendo loco.Hasta que de los altavoces se escuchó: “Se anuncia la llegada del tren procedente del Polo Sur. Por favor acercarse al Andén 9. Repito, se anuncia la llegada…”
Miró hacia atrás, el número nueve se alzaba grande, negro con fondo blanco y el tren se detuvo con un siseo justo frente a él. Polo Sur decía en los carros. Miles de duendecillos bailaban y hacían raras cabriolas, riendo y cantando en cada uno de los carros. Olor a heno, humedad y a estiércol llenaron el recinto.
- Paquete para el señor Norberto -dijo un duendecillo, que se había bajado, con su sombrerito de punta roja y sus vestimentas verdes.
- Paquete para el señor Norberto - se acercó, temeroso, y tomó el regalo.
- Gracias.32 1