- Más vale tarde que nunca señor -dijo el duendecillo, siempre alegre y feliz.
Y entró al tren que se alejó y se perdió en el horizonte. Miró al mozo.
- ¿Viste lo que yo ví?
El mozo asintió pálido.
Al regresar a la casa aceptó abrazos, preguntas curiosas y llenas de preocupación.
- ¿Dónde fuiste? -le preguntó su esposa, colmándolo de besos.
- No me lo creerías nunca -abrieron juntos el regalo. Norberto se puso a llorar.
Deseo concebido -decía el papel dentro de la caja- este año habrá paz en el mundo.
Tomás Wilson