El hiperquinético animador estará por segunda vez a cargo de la conducción del certamen, ya instalado plenamente como dueño de casa y dejando en el olvido el dificultoso relevo de Antonio Vodanovic —sacrificio de la imagen pública de Ricardo Montaner incluido—.
Como ya lo demostró el año pasado, de Lagos en la Quinta Vergara se puede esperar básicamente lo mismo que ha mostrado en sus doce años en televisión: estilo casual, una que otra broma intercalada, alocuciones guturales, largas presentaciones y mucho movimiento.
Y si el año pasado, en su debut festivalero, se hablaba de Sergio Lagos como si hubiera llegado a la cima del Everest, en la versión 2007 del certamen viñamarino las referencias a él lo muestran como si iniciara el descenso de esa montaña. Esta vez, no aparece como el confirmado conductor del Festival siguiente, sino que ya se ha instalado sobre la mesa una amplia gama de candidatos a relevarlo (partiendo por Felipe Camiroaga y Lucho Jara). De todos modos, continúa siendo el primero de la lista.
Pero a Lagos, quién sabe, tal vez no le importe tanto. Nunca habló de emular a su antecesor y eternizarse en Viña, pero sí habló de llegar, como una forma de cumplir el sueño de su padre, que era médico de la octava región y animador de TV por vocación, pero que jamás fue descubierto por productor alguno.
Sume a ello que ahora Sergio Lagos es cantante. Este año lanzará su disco “Solo”, en paralelo a su carrera como animador y como músico electrónico (en el dúo Marciano). Corrección, entonces. Seguramente el próximo año Sergio Lagos sí esté en el Festival. Si no es para animar, será para cantar “¡The telephone is ringing! ¡It’s my mother on the phone!”.