SANTIAGO.- Jaime Valdés, el "pajarito" de Colo Colo, enfundado en una ola de aplausos baja del escenario. En su mano sostiene lo que acaba de recibir: el premio como el "Mejor Futbolista" del año. Su rostro denota tranquilidad. Pues claro, es un galardón más en su apreciada trayectoria.
Al contraste, desde ese mismo escenario baja otro futbolista. Sin muchos flashes ni aplausos, pero sí emoción e incontenibles lágrimas, porque en el premio que acaba de recibir hay una historia de esfuerzo, sacrificio y muchos tropiezos.
Es el volante de 21 años, Gonzalo Tapia, quien fue elegido por el Círculo de Periodistas Deportivos como el mejor futbolista amateur del año. Lo consiguió después de su extraordinaria temporada en la Tercera División con Real San Joaquín, en donde a pesar de no haber ascendido, fue una pieza fundamental en su elenco: Goleador del torneo con 25 goles, además de ser escogido por sus propios pares como el mejor del campeonato.
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Siete años antes, Gonzalo iba saliendo del estadio Municipal de La Cisterna. Ahí se probaba en las divisiones inferiores de Palestino. Después de su ardua jornada se dirigía camino a un supermercado. Y no precisamente a comprar, sino que para trabajar como empaquetador.
Ahí pasaba varias horas semanales, las cuales combinaba con más esfuerzo. A pesar de sus 14 años, Tapia también ayudaba a un vendedor de verduras en una feria de La Pintana, la comuna en la que vivía. "Mis papás siempre se sacaban la mugre por mí, por lo que yo trataba de colaborar y generar dinero para llevar a la casa", resume con la voz entrecortada, mientras intenta evitar el llanto al recordar su sacrificado pasado.
25Goles convirtió Tapia en 2017
Ese mismo año, en una tarde de diciembre de 2010, Gonzalo experimentó un momento que -cuenta- le cambió la vida. "Se acercaba Navidad y no teniamos nada, ni siquiera una moneda. Ahí mi papá se puso a trabajar en una construcción y me dijo que cuando yo jugara en un club me iba a comprar unos zapatos".
Después de esa promesa, el joven que empezaba a tener como ídolo a Charles Aránguiz, quedó seleccionado para jugar en la Sub 15 del cuadro árabe. "Apenas ocurrió eso, con mucho esfuerzo, mi padre cumplió lo que me había prometido y fuimos al persa Biobío y me compró unos zapatos color blanco y rojo, marca Lotto".
Esta escena lo marcó de por vida e hizo que el sacrificio sea su característica principal. Así lo comenzó a demostrar desde un principio en cada equipo que estuvo. En Palestino pasó cerca de tres temporadas y cuando tenía 17 años, el club La Pintana, de la Segunda División, le ofreció firmar su primer contrato. Todo un sueño para él.
Alcanzó a jugar sólo un año ahí hasta que la Universidad de Chile se fijó en su gran juego y le propuso ir a competir por la Sub 19 del cuadro azul. En 2015, cuando estaba finalizando el mando de Martín Lasarte en los laicos, el mediocampista subió a entrenar con el plantel profesional. Su ascenso parecía meteórico.
Pero llegó el 2016 y todo cambió. A la U arriba Sebastián Beccacece y ocurrió algo que Gonzalo nunca olvidará: El argentino no lo inscribió en sus planes y tuvo que dejar la institución.
"El profe no me tenía considerado, así que busqué otras opciones. Me fui al club Gasparín, de Tercera División. Ahí no tenía sueldo, sólo recibía una ayuda social de 100 mil pesos y como no tomo ni fumo, no necesitaba tanto dinero, pero trataba de ayudar en la casa", recuerda.
Después de ese paso vino el camino a Real San Joaquín, club en el que ha conseguido el logro más importante de su corta carrera, el mismo que lo tiene en los ojos de algunos clubes de Primera División, pero no quiere ilusionarse aunque aclara su objetivo: "Quiero luchar día a día para cumplir mi sueño, que es volver a la U. Sé que tarde o temprano volveré", suelta mientras empuña su trofeo y mientras a Valdés todos lo quieren para un abrazo, él sólo se cobija en su padre y madre que como toda la vida lo acompañan en este momento...
Una historia que puede continuar...
Mira alguno de los goles que ha anotado Gonzalo Tapia: