EMOLTV

La estremecedora historia de Francisca Mardones, la chilena que rompió récord mundial a horas de la muerte de su padre

La deportista nacional sufrió una fractura de columna a causa de un ciclón mientras trabajaba en Islas Vírgenes. Primero se destacó en el tenis y ahora lo hace en el lanzamiento de la bala. Asegura que Hernán estaba con ella al momento de competir.

17 de Noviembre de 2019 | 09:00 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
imagen

Francisca Mardones ha tenido una exitosa carrera.

El Mercurio
Francisca Mardones recibe la bola de acero. Hay muchas cosas en su cabeza. Imágenes, recuerdos, palabras. Necesita concentrarse y respira. Su tronco se inclina repetidamente hacia delante y hacia atrás antes de lanzar con todo lo que tiene en su mano izquierda. La marca es de 8,19 metros. Gana el oro y rompe el récord del mundo nada menos que en el Mundial Paralímpico de Dubai.


Vuelve a su silla de ruedas en medio de abrazos y felicitaciones Está en el punto más alto de su carrera, pero arrastra un manto de tristeza que no la deja disfrutar. Seis días atrás y a horas del debut, su padre, Hernán, sufrió una brusca baja de presión y murió repentinamente.

"Me siento sobrepasada emocionalmente, estoy con muchas sensaciones. Yo me quedé a competir en el Mundial en homenaje a mi papá. Me cuesta expresar lo que siento ahora después de haber logrado la medalla y el récord. Estoy con mucha pena, pero al mismo tiempo satisfecha por haberle dado el homenaje que se merece. Yo sé que él me hubiese pedido que me quedara compitiendo", le cuenta a Emol desde Dubai.

A modo de despedida, la atleta subió a su cuenta de twitter una foto en la que se le ve abrazada a su papá. Su vínculo era como una trenza, una cuerda de rescate. Sueños, alegrías, penas, angustia, todo junto. Ni el Parkinson que le detectaron a Hernán cuando Francisca tenía doce años los alejó, todo lo contrario.

Más allá de la pena contenida, las palabras de la atleta dejan ver una enorme admiración por él. Aunque la enfermedad obligó a Hernán a jubilar anticipadamente de su carrera bancaria, nunca lo escuchó quejarse.

El deporte como terapia


En el colegio, Francisca destacaba en varios deportes y los profesores se peleaban para tenerla en sus equipos. Pensó en dedicarse al alto rendimiento, pero un accidente automovilístico echó por tierra sus aspiraciones. Quedó con lesiones en el esternón y en el cuello.

Se metió a estudiar Pedagogía Básica en la Universidad Católica. Duró un año y decidió cambiarse a Hotelería. A su papá no le gustó esta nueva carrera. Había trabajado en el rubro y le advirtió lo sacrificado que era.


Pese a ello, entró a estudiar y viajó a Islas Vírgenes a hacer su práctica profesional. Recuerda que el lugar era paradisíaco, que era bien evaluada en el hotel donde trabajaba y que tenía la tarde libre para ir a tomar jugos a la playas y descansar. Ser feliz era eso. Sin embargo, la vida le cambiaría para siempre el 5 de noviembre de 1999.

El ciclón tropical Lenny arreció con fuerza en la isla. Francisca rápidamente empezó a cubrir vidrios y a tapar los refrigeradores que estaban al aire libre. La intensidad de la lluvia y el viento iba en aumento. Le faltaba un lugar por proteger y comenzó a caminar por un sendero. En ese trayecto, hubo un deslizamiento de tierra y cayó desde aproximadamente siete metros. La encontraron dos días después.

Sufrió una fractura de columna. La sometieron a más de una veintena de cirugías, pero no pudo volver a caminar. Los variados medicamentos que tomaba, además, la tenían intoxicada y se le despellejaba la piel. Tuvo que acostumbrarse a vivir con dolor crónico. Dolor de huesos, dolor neuropático, dolor de quemazón. Todo el día, todos los días.
Le comentaron que el tenis la podría ayudar en su rehabilitación y probó. Fue terapeútico. El entrenamiento la ayudaba a aliviarse, a poner la mente en otra cosa. Llegó a ser la 11° del ránking mundial y la número uno de Iberoamérica. Solo su cuerpo le impidió seguir progresando. Había perdido fuerza para desplazarse en la silla de ruedas por la pista.

Le ofrecieron un cargo de dirigenta en el Comité Paralímpico, pero ella necesitaba sentir la adrenalina del deporte, liberar endorfinas. Un día, un entrenador vio por televisión la potencia que tenía su saque y le dijo que tenía que hacer lanzamiento de la bala.

Eso pasó hace siete años. Ahora, con 42, ostenta el récord americano, fue número uno del ranking mundial, medallista parapanemericana, dos veces olímpica y el martes pasado sumó dos nuevos galardones a su espectacular carrera. Siempre con su padre al lado.

"Han sido días difíciles, me ha costado mucho levantarme, me ha costado ir a competir, pero en cada una de las competencias -jabalina, disco y bala- me he sentido apoyada por él. He sentido toda su energía y se ve que estaba conmigo cuando pude lograr el mejor lanzamiento de mi vida", cerró la "Fran".

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?