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Su increíble anécdota en la "Roja" y la "mala suerte" en los "grandes"... Habla Marcelo Corrales, artillero histórico del fútbol chileno

El "Chelo" anotó 188 goles con nueve equipos distintos. Recordó el día en que le convirtió uno al "Cóndor" Rojas siendo un juvenil y que era el "amuleto" del técnico Orlando Aravena.

23 de Mayo de 2020 | 13:00 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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Corrales con la camiseta de Coquimbo.

El Mercurio
Una densa neblina cubría la ciudad de Coquimbo esa noche de junio de 2005. En medio de la bruma, Marcelo Corrales vio adelantado al arquero de Huachipato y metió un furioso zapatazo desde 40 metros que hizo estallar el viejo Francisco Sánchez Rumoroso. Ese tanto fue clave para que el elenco pirata se metiera en la final del Torneo de Apertura y es el favorito del delantero que convirtió 188 dianas en el fútbol chileno.


El "Chelo" siempre quiso ser futbolista y viajaba más de dos horas para entrenarse en las inferiores de Palestino. Siempre acompañado por los papás, que lo levantaban cuando el espíritu se le doblaba.

Era pequeño, compacto y ágil. Un rematador instántaneo que terminaba trastornando los nervios de los rivales. Pero más allá de las cualidades técnicas, tenía algo que se extraña en el fútbol moderno. Todo partió en la población, levantando partículas de polvo con el Unión Lira de San Joaquín.

"El barrio te entrega la picardía, la viveza, lo guapo que puedes ser dentro de la cancha. En cambio, el jugador de condominio no tiene esa choreza o personalidad, se nota", le dice a Emol.

Cuando tenía 15 años, el histórico entrenador Orlando Aravena lo subió al primer equipo de Palestino. El "Cabezón", extremadamente cabalero, lo veía como su amuleto de la buena suerte. Corrales recuerda que le decía en las prácticas: "Ya, entra cabro chico y deja la escoba".

Aravena se hizo cargo de la selección chilena, pero no se olvidaba de su amuleto y un día lo llamó. Lo necesitaba de sparring para el equipo que se iba a jugar la clasificación al Mundial de Italia contra Brasil en el Maracaná. "Hicimos un poco de fútbol y le metí un gol al 'Cóndor' Rojas. Estaba feliz. Imagínate, tenía 15 o 16 años. El 'Cóndor' era el 'Cóndor'", cuenta. Días después, el arquero protagonizaría el hecho más bochornoso en la historia del balompié nacional.

La llegada de Manuel Pellegrini al cuadro de colonia ratificó al delantero en el primer equipo. Poco a poco, fue creciendo su cuenta de goles y en el '93 partió a la Universidad Católica, donde recién había asumido el "Ingeniero".

Con el "Diablo" Etcheverry en un Temuco vs Colo Colo (El Mercurio)

"El profe Manuel es un caballero, por algo está donde está. Muy buen técnico, te decía todo. Él se preocupaba más de los que no jugaban que de los que jugaban, porque él siempre decía que los que juegan se cuidan solos y los que no juegan hay que tenerlos bien para que apuren a los que estén jugando", afirma.

El ariete cree que tuvo mala suerte en la UC. Poco después de que llegara, los cruzados anunciaron la contratación de Alberto Acosta. El "Beto" anduvo imparable. Con ese nivel, Corrales apenas disputó un partido entero y en otros le tocó entrar diez o cinco minutos.

Sin más opción que la banca en el elenco cruzado, partió al sur y por allá dejó un reguero de goles. Primero en Temuco y luego en Osorno. Volvió a Palestino y anotó 88 tantos en 40 duelos. Ese registro parecía que le abría las puertas del exterior.

"La tuve, pero la persona que era dueña de mi pase llega y me dice: 'Cometí un error contigo, me ofrecieron una plata, yo no quise y te tuve que dejar acá'. La opción era para irme a México y tuve mala suerte. La verdad es que con los representantes tuve mala suerte", declara el goleador.

Se quedó en el cuadro árabe, pero hubo un problema con el técnico y lo separaron del plantel. Acabó en Santiago Wanderers. Andaba bien en Valparaíso, pero justo antes de un clásico con Everton se desgarró y esa lesión ahuyentó el interés de los caturros por renovarle el contrato.

La selección, el paso por la U y su querido Coquimbo

No tenía club para la temporada 2001 y pensaba qué hacer. En eso, recibió un llamado de Ricardo "Manteca" González para que se fuera a San Felipe. Hizo girar la ruleta y la apuesta le salió. Anotó muchos goles con el "Uni Uni" y llegó a estar al tope de la tabla de artilleros.


Se ilusionó con un llamado a la selección que iba a disputar la Copa América en Colombia. Con casi 30 años pasaba por un momento brillante. Sin embargo, no hubo convocatoria. Le preguntaban por qué no iba y él no sabía qué responder. Resignado, salió a compartir un asado con su familia el día antes que de la "Roja" viajara.

"Salí a las nueve de la mañana. Yo siempre andaba con mi celular, pero lo tenía descargado. En las noticias dijeron que me habían convocado de emergencia, pero ni yo ni mi familia nos dimos cuenta. Varios amigos me fueron a buscar a mi casa, por todos lados. Pensaban que me había ido a la playa Todos sabían menos yo. Tipo diez de la noche, mi hermano me logra contactar y me dice que un jugador se lesionó y que tenía que ir urgente a Juan Pinto Durán. El trayecto a mi casa se me hizo eterno. Tenía más de 300 llamadas perdidas", rememora.

No hubo tiempo para nada. El viaje era al día siguiente y Corrales ni siquiera tenía zapatos. Se tuvo que conseguir unos prestados con el "Choro" Navia, que había sido su compañero en Santiago Wanderers.

En el debut, Chile ganaba 2-1 a Ecuador y llamaron al atacante para que entrara. La ansiedad le recorría todo el cuerpo, pero esos nervios desaparecerían a los 85'. Cristian Montecinos avanzó sin que nadie lo apretara y vio que el "Chelo" estaba solo por la izquierda.

"Cristián me habilita y veo al arquero adelantado en área chica. Yo hago el amague a tirar el centro, pero le pego a tres dedos y, como el balón era livianito, pasó por fuera del arquero y se metió prácticamente en el ángulo. Fue un gol hermoso, bonito. Ni siquiera le pegué fuerte, la coloqué", expresa.

Ese fue su único tanto con Chile. Al regreso, se fue a Emiratos Árabes Unidos, aunque solo duró cuatro meses por allá. Echaron al técnico que lo había pedido. La U lo trajo de vuelta, era una nueva oportunidad en un grande, pero tal como en Católica cree que le faltó algo de suerte. No pudo hacer pretemporada, se le salió la clavícula y cuando se recuperó estaba emergiendo el joven Mauricio Pinilla.

Luchando por el balón en un duelo contra la UC (El Mercurio)

Tras una buena campaña en Puerto Montt, fichó por Coquimbo Unido. Pese a perder la final del Apertura 2005 frente a la Unión Española, sacó chapa de ídolo. Hasta hoy sigue siendo el máximo artillero en la historia de la institución. Sin embargo, le quedó una espina que aún lo mortifica.

"Donde más la sufrí fue en Coquimbo también. Cuando descendió en 2007, yo no pude jugar los últimos ocho partidos porque el técnico jugaba con un puro delantero y a mí me sacó. Los últimos ocho partidos me sacó, ni siquiera me citaba y eso me mató. Me habría gustado estar en cancha con el equipo que descendió", afirma.

Iquique, San Felipe y Coquimbo fueron sus últimas estaciones. Ya retirando, se puso a estudiar para ser técnico. Estando en una clase, se le acercó un conocido para ofrecerle ir a jugar a Tercera División con San Antonio Unido. Entre risas, Corrales pidió algo de tiempo para pensarlo, pero le dijeron que debía viajar al día siguiente. Tenía 42 años.

"El fútbol de Tercera División es totalmente distinto. Tú estás acostumbrado a jugar, pero lamentablemente es puro correr. Yo tomaba el balón para dar un pase o tirar una pared y todos salían arrancando. Igual fue una experiencia bonita, de hecho subimos con San Antonio a la división donde está ahora", narra.

Hoy Corrales tiene una escuela de fútbol y vive en Coquimbo hace más de una década. Dice que cuando sale a caminar, la gente lo sigue saludando en la calle y le da las gracias por lo que hizo en el conjunto aurinegro. Le gusta saber que sus goles no se han olvidado.
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