Fue un nocaut devastador. Francis Ngannou dejó caer una ráfaga brutal de puñetazos sobre Stipe Miocic y lo remató en el suelo. Era recién el segundo round. Mientras su rival seguía con la mirada perdida, el camerunés apuntaba con el dedo índice hacia el cielo. La noche del sábado pasado en Las Vegas se convirtió en campeón mundial de los pesos pesados en la UFC.
Ngannou es el primer africano que se adueña del cinturón en la categoría reina. Lo apodan "El Depredador". Nació en Batié hace 34 años y a los once dejó la escuela para dedicarse a trabajar. Su familia era extremadamente pobre y él iba de casa en casa tras la la separación de sus padres.
Admiraba a Mike Tyson y soñaba con ser boxeador. Comenzó a pelear por dinero en las calles, al igual que su padre. Sin embargo, Francis odiaba las comparaciones.
"Mi padre era un hombre violento. A menudo nos pegaba a mi madre, a mis hermanos (eran cinco) y a mí. Cuando estaba bromeando con mis amigos, la gente decía de mí: 'Es violento como su padre'. Rápidamente me di cuenta de una cosa: no quería volverme como él", afirmó.
A los 22 años se mudó Douala y vendió su moto para comprar equipo de boxeo. Sin embargo, tuvo que regresar a su aldea debido a una hepatitis.
El futuro se veía complejo, con muy pocas certezas para alguien como él. Decidió ir a probar suerte a Francia. Primero debía salir de Camerún rumbo a Marruecos. Pero el viaje fue durísimo. Lo hizo por carretera y le tomó un año llegar.
"Mi viaje de Camerún a Marruecos duró aproximadamente un año. Estuve viviendo aquella terrible vida durante un año en situación ilegal, cruzando fronteras, viviendo a escondidas, rebuscando comida en la basura", comentó.
Ya en Marruecos intentó llegar a Europa por tierra, pero no lo logró. Todavía tiene las marcas del alambre de púa en Melilla, España. Finalmente entró remando en una pequeña embarcación de madera.
Los problemas estaban lejos de terminar. En España pasó dos meses en la cárcel. "Fue más estresante que aterrador. Fuimos a la cárcel cuando llegamos a España, pero por primera vez me sentía un poco relajado. Cuando llegamos ya sabíamos que iríamos a la cárcel. Sabía que era un ciclo y que después sería libre. Sentía presión en el corazón, pero era más a una prisión mental que física. Fue muy duro", expresó.
De España se fue a Francia. Recuerda que las primeras noches tuvo que dormir en un albergue insalubre. Para ganar dinero trabajó como bailarín nocturno y guardia de discoteque en París. Recién pudo dedicarse al deporte cuando se hizo amigo del dueño de un gimnasio.
Quería ser boxeador, pero entendió que el dinero estaba en las artes marciales mixtas. Varios lo miraban con desconfianza. Le decían que ya era demasiado viejo para el deporte.
"Vengo de la nada. Trabajé todos los días para llegar a donde estoy, pero sé que hay tantos otros que nunca serán tan afortunados como yo, que nunca podrán llegar tan lejos como he llegado. El éxito para mí sería un éxito para ellos (mi familia), y ahora estoy obsesionado con eso", aseguró.
Ngannou mide 1.93 metros y pesa 113 kilos. Su record es de 16 victorias y solo tres derrotas. Ya llegó a lo más alto, pero todavía tiene hambre.