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La historia de Javiera Mansilla, la promesa del ciclismo chileno que brilla a nivel mundial

La deportista tiene 18 años. Se ganó una beca para estudiar en Estados Unidos.

29 de Septiembre de 2024 | 10:34 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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Javiera Mansilla.

"Odiaba la bicicleta", menciona Javiera Mansilla. Lo dice riéndose, reconociendo la contradicción y que los gustos pueden cambiar mucho con el paso del tiempo. Hoy es una de las ciclistas jóvenes más prometedoras del mundo.

El ascenso de la oriunda de Ñuñoa ha sido relampagueante y ha tenido un 2024 espectacular. Sumó seis medallas en el Panamericano de Lima, obtuvo dos cuartos lugares en el Mundial Junior de China y actualmente es la número dos del orbe en scratch en el ranking de la Unión Ciclista Internacional (en julio llegó a estar primera en esa prueba y también en persecución individual).


Cuando era más chica, la pasaba mal sobre la bicicleta. Le dolían las piernas y se ahogaba con facilidad. Pero este deporte es una herencia familiar. Es hija de Paola Muñoz, dos veces olímpica y una de las pedaleras nacionales más exitosas de la historia. Gonzalo Garrido, quien clasificó a Beijing 2008 y Londres 2012, está casado con Paola. Él entrena a "Javi" y ella lo considera su papá.

Paola y Gonzalo son sus pilares, los que le han dado estructura, disciplina y cariño . "Yo antes de entrar al ciclismo no los entendía, peleaba con ellos, les decía que no sabían nada. Yo cuando entré al ciclismo vi verdaderamente lo que eran mis papás. Habían ido a unos Juegos Olímpicos, ganado competencias, pero para mí no era nada importante, porque no entendía nada de su mundo", le comenta la joven de 18 años a Emol.

No solo era que no le gustaba la bicicleta, si no la promisoria deportista brillaba en otra disciplina. Cuando tenía cinco años solía acompañar a sus padres a los entrenamientos en el Centro de Alto Rendimiento del Estadio Nacional. Observaba y se aburría, así que un día decidió explorar el lugar y encontró una cama elástica abandonada. Se puso a saltar y llamó la atención de un entrenador. Ese fue el punto de inicio de su historia con los clavados.

"Javi" andando en "bici" junto a su mamá.

Lo que más le gustaba era saltar desde el trampolín de 10 metros, sentir esa descarga de adrenalina en el cuerpo, no ver nada y solo ejecutar lo que había practicado hasta el hartazgo. Le iba muy bien. Consiguió como clavadista, entre otros títulos, múltiples campeonatos nacionales, la Copa del Pacífico y medallas en torneos sudamericanos.

Sus entrenadores le veían un gran futuro. Era seleccionada nacional, una candidata a estar en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023. Se pasaba la vida saltando, afinando los mortales, el simple hacia atrás, el simple inverso. Incluso, para mejorar su rendimiento, se metió a clases de gimnasia artística. Para todos su futuro parecía bastante claro, aunque no para ella.

"Tomé millones de clases de gimnasia y eso me sirvió para darme cuenta que eso no era lo mío. Las cosas que quería mejorar, no mejoraban. Era algo por más que lo forzara, no me fluía. Los clavados es una disciplina en la que necesitas ser artístico, yo soy más bruta", manifiesta.

La transición


Por la pandemia, la piscina se cerró. En esa época se comenzó a interesar en la "odiada" bicicleta. Se subía a escondidas al rodillo. "Era contradictorio, no quería darle ese punto a mi mamá jajaja". Un día, "Javi" le dijo a su entrenador de clavados, Marco Balbontín, que iba a Puerto Montt a un campeonato nacional de ciclismo y que volvía en una semana.

La joven deportista con Gonzalo Garrido.

"Nunca más volví, porque en esa carrera quedé campeona nacional en contrarreloj y segundo lugar en la prueba de gran fondo. En el viaje de Puerto Montt a Santiago le comenté a mi papá todos los motivos por los que ya no quería ser clavadista. Mi mamá llegó a Chile y le conté. Dejé de ir a los entrenamientos de clavados, me daba vergüenza contestarle al entrenador. ¿Qué le iba a decir? ¿Qué no quería hacer clavados? Mis papás llamaron al entrenador, lo invitaron a la casa. Mi mamá se puso a llorar. Yo no sabía qué decir. Llevaba desde los cinco años con él, era más que salirse de una disciplina, era dejar todo lo que había hecho por diez u once años, para ir a una disciplina que no era nada, que es lo que me decía mi mamá", relata.

Paola Muñoz dice que ella era una "mamá fan". No entendía mucho de clavados, pero siempre acompañaba. Cuando supo que "Javi" pasaba al ciclismo, le "chocó un poco". Es un deporte de alto riesgo, con caídas fuertes y lesiones graves.

Paola recuerda un conversación que tuvo con su hija: "Yo traté de ser súper clara. Le dije que le iba a tocar duro. 'Javi, en clavados eres seleccionada nacional, medallista sudamericana y en ciclismo no eres nadie. ¿Lo tienes claro que va a ser así?. ¿Estás dispuesta a dar ese paso?'. Me dice sí y el primer año me tapó la boca".


La relación de ellas se hizo más estrecha. El hecho de que ambas practiquen ciclismo les permite "hablar el mismo idioma". Paola le transmite sus experiencias y su hija la escucha. Entrenan juntas al ritmo de la música electrónica.

"Yo veo lo que es el tema de la comida, ella ve el orden de la casa. Gonzalo es el que se encarga de darnos nuestras rutinas de entrenamientos y nos acompañamos, pero siempre para mejorar. Ninguna de las dos nos dejamos ganar. La más fuerte en un área va con todo, ella en la persecución y yo en el sprint", afirma Muñoz.

"Mi mamá ahora es mucho más exigente. Cuando ella me felicita, significa que lo hice bien. Ahora le tomo el peso a que personas como mis papás me estén enseñando. Es algo que no todos lo tienen. Tener dos ciclistas olímpicos que te enseñen y te guíen en los que ellos ya hicieron es seguir el mismo camino. Me lo hacen más fácil, no pierdo tiempo en cosas que no me van a ayudar. Más que aconsejar, me dicen lo que tengo que hacer", asevera Javiera.

Nueva vida en Estados Unidos y un objetivo


"Javi" tiene sonrisa fácil y buen humor, siempre está haciendo chistes. Pero también tiene un carácter fuerte y decidido.

Estuvo corriendo en Estados Unidos y llamó la atención. La Universidad de Milligan le ofreció una beca y la tomó. En los próximos meses, iniciará las clases, se anotó en la carrera de administración de empresas. Se le da bien estudiar. En el colegio salió con excelencia académica y actualmente está mejorando el inglés.

"Los de la universidad me escribieron en Instagram. Al principio pensé que era broma. Antes de hablarle a mi mamá sobre la universidad, ya le dije que había aceptado. Ella estaba feliz. Los deportistas somos un poco desapegados, viajamos mucho, pero mis papás están conmigo siempre", apunta.

Sin embargo, el foco seguirá en el ciclismo. Este es su último año como junior y está cerca de romper el récord panamericano y mundial de persecución individual.

En breve pasará a la categoría elite. Se espera mucho de ella, pero no se intimida.

"Cambian las distancias, cambian las formas de correr, pero este año he estado compitiendo en Estados Unidos. Ahí compito con las elite y no me ha ido tan mal. Espero que me vaya bien cuando entre en la categoría. En los campeonatos college, que no tienen límite de edad, corrí con atletas olímpicas. Estaba Olivia Cummins, que fue parte de la cuarteta de Estados Unidos que ganó la medalla de oro en París. Corrí con ella y gané la puntuación, que es para mí la carrera más dura. Tengo que seguir trabajando", analiza.

El próximo año se realizará un Mundial de Ciclismo de Pista en Chile. "Javi" tiene un sueño. Le encantaría compartir selección con su mamá.

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