Noviembre de 2023. Santiago. Diez deportistas cubanos se fugaron de la Villa durante los Juegos Panamericanos de Santiago y la noticia se esparció rápido por los medios de comunicación. Pronto se sumó otro caso: el del nadador no vidente Yunerki Ortega.
"A correr", fue lo que escuchó Yunerki. "Yo dije: 'Dios mío qué va a ser de mí, en cuántos años no voy a ver a mi madre, en cuántos años no voy a ver mi hija, en cuántos años no voy a ver a mi hermano'. Yo decía Dios que no me agarren, porque si me agarraban ya eso era la debacle, posiblemente hubiese ido preso o quién sabe qué hubiese sucedido si me agarraban", le narra a Emol.
Yunerki está sentado en una banca al interior del Estadio Nacional y viste la chaqueta rojiazul del Comité Paralímpico de Chile. Sobre una mesa hay un capuccino vainilla que bebe de a poco. Al relatar su escape, su cuerpo se contrae ligeramente, refriega sus manos y la voz se le acelera.
De eso ha pasado aproximadamente un año y medio. Esta semana, la Comisión de Gobierno Interior de la Cámara de Diputados y Diputados aprobó de forma unánime la nacionalidad por gracia al destacado nadador.
La iniciativa, cuya autora es la diputada Erika Olivera, ahora debe continuar su trámite en la sala y luego pasar al Senado.
Yunerki está emocionado. Siente que está más cerca de concretar lo que anhela, pero todavía falta y piensa en todo lo que ha recorrido. Van apareciendo distintos fragmentos de su vida e imágenes de las personas que más ama.
Se hizo fuerte por necesidad.
La infancia, el día que cambió su vida y una nueva esperanza
Yunerki es de Ranchuelo, un pueblo a 300 kilómetros de La Habana. Es el mayor de dos hermanos y su madre, Elizabeth, los crio sola a ambos.
Al deportista cuando nació le diagnosticaron cataratas y miopía. El problema se podría haber corregido, pero su familia no tenía dinero para costear el tratamiento. Sobrevivían con lo justo.
"Mi infancia fue muy, pero muy difícil. Yo desde pequeño veía a mi madre cargar sacos, haciendo cosas para poder sacarme adelante. Nunca tuve juguetes, yo no supe lo que era ver televisión. Veía televisión en la casa de un algún amigo mío que me invitaba y yo iba y decía esto para mí no es, no sabía lo que era. Nunca tuvimos tele, nunca tuvimos refri", comenta.
Yunerki de niño mostró talento atlético y era una promesa del karate. Cuando tenía 15 años, fue a una competencia y todo cambió. Se le torció el tobillo derecho, se fue de espaldas y la caída provocó el desprendimiento de la retina.
Lo operaron, pero volvió a perder la vista y le comunicaron que ya no la podía recuperar. El dolor inundó a la familia. Yunerki es cristiano y asegura que nunca le reclamó a Dios, pero en un momento se preguntó "¿por qué a mí?". Muchos amigos se alejaron.
"Se nos vino el mundo encima a todos. Para mí fue muy difícil. Estuve tres meses que yo decía que se había acabado todo, tres meses en que mi mamá, mi hermano y yo pensábamos que no había más nada después de eso. Mi hermanito tenía cinco años, llegaba, me ponía la mano encima y lloraba conmigo. Pero me levanto un buen día y le
digo mi madre 'hasta aquí'. Le pedí un bastón que me habían regalado y salí a caminar sin nadie haberme enseñado apenas nada. Cuando regresé a casa le dije: '¿Sabes qué madre? Voy a ser un chico independiente, se acabaron los llantos, se acabaron los lamentos'", relata.
Unas personas lo impulsaron a entrar en el deporte paralímpico. Probó judo y atletismo. Llamativamente, se decidió por la natación pese a que no sabía moverse en el agua.
Los resultados no demoraron en llegar. Brilló a nivel nacional y lo llevaron a la selección. Obtuvo siete medallas en Juegos Parapanamericanos y rompió varios récords. Fue, además, a los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 y Río 2016 y se posicionó entre los ocho mejores del mundo.
Sin embargo, pese al éxito, no era feliz y una idea penetró en su cabeza: escaparse de Cuba. Deseaba otras condiciones para vivir y ayudar a los suyos.
"Yo me había planteado desde el 2011, con 21 años, esa decisión. Pero obviamente ninguna madre quiere que su hijo ciego se vaya por ahí, quién sabe qué le pueda esperar. Siempre que yo estaba a punto de dar este salto, ella me hacía una llamada y me movía cosas. Yo desistía, siempre desistí. Hasta que llegó al momento en que dije ya no aguanto más. Yo decía: 'He alcanzado tantas medallas, he puesto varios récords
parapanamericanos, he estado entre los ocho mejores del mundo durante muchos años y siento que no tengo nada, no tengo para apoyar a mi madre como otros deportistas que tienen resultados y viven como personas'. Yo llegaba a mi casa y era a comer arroz con huevo, arroz sin aceite, lo que hubiera", manifiesta.
La vez que estuvo más cerca de escaparse fue en un viaje a Europa, pero su pareja por aquel entonces lo llamó y le dijo que iba a ser papá. Analía nació en el 2015. Yunerki no quería dejar a su hija tan chica, pero conforme la niña creía le daba pena no tener para comprarle un par de "zapatillas bonitas".
Previo a los Juegos Paralímpicos de Tokio, cayó en una honda depresión.
"En ese momento yo tenía pareja. No teníamos dónde vivir, nos echaron de donde estábamos. Vivíamos con mi suegro y se hizo imposible convivir con él y la familia de mi ex. No estaba entrenando y pedí permiso en la selección para resolver mi problema, no me dejaron. Pedí apoyo, pedí que me ayudaran con una habitación y nada. Estaba clasificado en tres pruebas para los Juegos. No recibí apoyo de ningún tipo, me quisieron sancionar y eso me pegó muy fuerte. Pedí la liberación de la selección nacional, tuvimos muchas discusiones, no fui a los Juegos Paralímpicos", rememora.
Yunerki estuvo tres años sin hacer deporte y en ese tiempo intentó salir de Cuba, pero le faltaba dinero.
De manera inesperada, recibió una llamada, le ofrecían representar a su país en los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023. Primero, rechazó la propuesta, luego la analizó desde otra perspectiva y la aceptó. Le hicieron una prueba y pese a todo el tiempo que estuvo alejado del alto rendimiento la logró superar.
En paralelo, comenzó a averiguar cómo era Chile y, por lo que se informó, le gustó mucho el país. Estaba decidido. El escape tenía que ser aquí.
Escape con ayuda de un mexicano
Un amigo le dio el contacto de una mujer cubana radicada en Iquique. Hasta el día de hoy, Yunerki no la conoce personalmente. Pero le está muy agradecido.
"Su sobrina es ciega también, ella se sensibilizó mucho conmigo y yo desde Cuba le dije 'quiero que me ayudes, que me digas los lugares económicos donde puedo ir a comprar en Chile'. No podía decirle más nada, por si me tenían el celular pinchado, quién sabe cuántas cosas. No podía decirle más nada por temas de seguridad", asevera.
"Pero ella se llevó lo que yo le quise decir y una vez que llegué acá a Chile la volví a contactar. Me dijo: 'te voy a hacer llegar un chip, para que te comuniques conmigo por ese chip'. Me mandó un chip con un amigo de ella. La llamé y le dije: 'Lo que quiero es esto y no regresarme a Cuba'. Ella me dijo 'está difícil, pero a ver qué hago'", añade.
Yunerki, de acuerdo al medio Vergara 240, tenía varios planes para escapar. El primero consistía en fugarse desde el aeropuerto. Tenía que ser rápido, porque apenas entrase a Chile los jefes de la delegación le quitarían el pasaporte. No lo logró. Después pensó decirle a un tío que vive en Estados Unidos que le enviara dinero por Western Union. Para retirar la plata, le iban a tener que entregar el pasaporte y seguramente
lo dejarían ir a la sucursal acompañado por un guardia. Yunerki pensaba golpearlo e irse. Tampoco se dio.
Su otro plan era esperar que terminaran todas las pruebas de los Parapanamericanos, recuperar el pasaporte y huir. Pero la delegación se enteró que deportistas y entrenadores querían quedarse en Chile y decidió reforzar la seguridad.
Yunerki no se rindió y buscó una última alternativa. Tenía un amigo paratleta de México y le pidió ayuda. Él aceptó.
"Estábamos vigilando todo el tiempo al guardia que pone la delegación cubana, nos ponen guardias debajo del edificio de nosotros que no baje ninguno para que no sucedan este tipo de cosas. El mexicano se quedó conmigo esa noche, vigilando. Toda la noche sin dormir", cuenta.
A las 5 de la mañana se presentó la oportunidad. Quizá era solo un instante así que había que correr. Salió con capucha para que nadie lo viera. Con su amigo tomaron una micro hasta el Estadio Nacional y luego esperaron por un taxi.
"Cuando me subí a ese taxi le avisé a mi mamá, se echó a llorar. Mi mamá a pesar de que lo sabía, en su corazón sentía que no lo iba a hacer, como las otras veces que le dije que lo iba a hacer y no lo había hecho", apunta Yunerki.
Al celular le llegaron mensajes de miembros de la delegación cubana y de Carabineros. No contestó ninguno. A esa altura ya se había hecho una denuncia por una presunta desgracia.
La amiga que vive en Iquique lo puso en contacto con Alberto Maresma, un cubano que reside hace 28 años en Chile. Él lo recibió en su casa y lo ayudó a cubrir las necesidades básicas.
Nacer por tercera vez
Yunerki se ríe y menciona que le gustan mucho las sopaipillas, los choripanes, el pebre y los completos. Afirma que le encanta Chile y cree que la gente ha sido muy solidaria con él.
La primera vez que tuvo que salir solo por Santiago estaba asustado. Era una urbe gigante y desconocida, muy distinta a lo que conocía en Cuba.
Estuvo dos meses sin hacer deporte hasta que dirigentes locales lo contactaron. La idea era que pudiese representar a Chile en natación, pero el dejó claro que quería cumplir otro sueño: ser triatleta. Les demostró que también podía ser bueno en ese deporte. Con pocos entrenamientos encima, hizo un tiempazo y se impuso en una competencia en Viña del Mar.
Después de un tiempo en la casa de Alberto Maresma pensó que debía arreglárselas por su cuenta. Trabajó unos meses en la Municipalidad de Puente Alto y hoy vive en la Residencia del Centro de Alto Rendimiento en el Parque Estadio Nacional.
"Por natación no puedo competir internacionalmente hasta finales del próximo año, porque cuando uno abandona una delegación y hace cambio de Federación, el Comité Paralímpico Internacional pone una regulación de 32 meses sin poder competir. Pero sí estoy compitiendo a nivel nacional, estoy activo. Fui a los Juegos Paranacionales en Temuco en el mes de octubre y alcancé cuatro medallas de oro e hice muy buenas marcas. Estoy con la natación y el triatlón. Mi mayor meta hoy día es llegar a los Juegos Paralímpicos de Los Angeles y clasificar por triatlón, es mi prioridad. Y obviamente llevar la natación a la par", expresa.
Yunerki sabe que el tiempo no perdona a nadie. Quiere que su nacionalización avance lo más rápido posible y se esfuerza por mantener a raya la ansiedad.
"Ojalá no se tarden tanto estos trámites que sé que son complejos, son complicados, mientras más se demore es tiempo que pasa, tiempo que se pierde, años de entrenamiento, años de vida que pierdo, nos vamos poniendo mayores y se nos va yendo la oportunidad", declara.
Su jornada parte antes de las seis de la mañana. Se levanta y va a nadar. Después de la piscina, va al gimnasio y después del gimnasio a correr. Algunos días tiene que hacer la parte de ciclismo de su entrenamiento, pero su bicicleta está rota y está buscando la forma de poder arreglarla, aunque sin recursos todo es más complejo.
Muchas veces, se siente solo. Sin embargo, siempre tiene en mente una frase que su madre le repetía desde que era niño: "Amachate, hijo".
Es su mamá la que en Cuba está pendiente de Analía, la hija de Yunerki. La tecnología lo ayuda a sentirse un poco más cerca de las dos, pero esas llamadas pueden ser difíciles.
"Mi mamá está haciendo función de abuela y de papá porque yo no le puedo mandar nada a mi hija todavía, ella se está haciendo cargo de todo. Con mi mamá es la que más me comunico. Con mi hija no hablo tanto. Mi hija vive en una zona muy rural en Cuba y no hay señal prácticamente. Con mi hija hablo los fines de semana, que es cuando puede salir a buscar conexión. Le ha pegado mucho que su papá se haya ido, era muy apegada a mí, a pesar de que con la mamá estábamos separados. Psicológicamente le empezó a afectar, emocionalmente cambió demasiado. Hoy está recuperándose, pero le ha costado mucho. En ocasiones me parte el corazón cuando me dice 'papá, ¿cuándo tú vienes?'. Uff... A veces he tenido que cortar la llamada, decirle que se escucha mal, porque me derrumbo cuando me dice ese tipo de cosas. Pero es lo que me hace luchar más fuerte. No quiero que tenga que hacer las cosas que yo hice", comenta.
Yunerki opina que Santiago es "un paraíso" y una ciudad "muy inclusiva". No se arrepiente de nada. A sus cercanos les dice que esta es su tercera vida. La primera fueron sus primeros años en este mundo, la segunda cuando perdió la vista.
"Desde que era pequeño aprendí a sortear obstáculos, mi vida siempre ha sido sorteando obstáculos", cierra.