
El día sábado estuvo completamente dominado por Metallica y su increíble y redondo show. Tuvo canciones nuevas y clásicos, pero lo más llamativo fue la cercanía que James Hetfield y compañía demostraron con el público local más allá del setlist de lujo que presentaron. Pues la banda puso especial importancia en honrar a los seguidores que los llevan escuchando hace décadas, pero pidió que los nuevos fans sean tratados como parte de la "familia".

El domingo hubo grandes shows y no sólo en horario estelar. Duran Duran dejó en claro cómo ha mantenido su carrera cargada de hits durante casi cuatro décadas e hizo bailar incuso con canciones más nuevas. Luego fue el turno de The Weeknd, que a punta de un buen show demostró que es mucho más que un simple y exitoso producto de la industria. Finalmente, The Strokes, convirtió lo que podría haberse convertido en un desastre por sus problemas de sonido iniciales en un memorable espectáculo por las razones correctas.

The Weeknd no necesitó de los fuegos artificiales que se vieron al final de cada jornada. Con una cuidada y estilizada puesta en escena, el canadiense se impuso con un espectacular uso de pantallas LED e iluminación y el modo en que él y sus músicos llenaban el escenario.

Weichafe se dio el lujo de hacer un excelente show, además de aprovechar de usar lienzos y visuales para luchar por sus creencias: pedir la legalización del aborto, pedir libertad a los presos políticos Mapuche e incluso enjuiciar a políticos y personalidades públicas que iban desde Sebastián Piñera al Papa Francisco, pasando por Ricardo Lagos y Jacqueline Van Rysselberghe.

Por lejos, la de Metallica: decenas de ellos llegaron al Parque O'Higgins en cuanto se abrieron las puertas del evento al mediodía del sábado. Su única gran misión de quedar en las primeras filas frente al escenario donde recién nueve horas y media más tarde tocaba la banda estadounidense. Si bien los seguidores incluso acampan esperando a sus artistas, en esta oportunidad la espera implicó ver presentaciones de bandas que no tienen mucho que ver con Metallica, como es el caso de La Pozze Latina y Lucybell. Mención especial para unos seguidores de las hermanas canadienses Tegan and Sara, quienes les regalaron particulares máscaras asemejando a los dos gatos de Sara.

Los problemas de sonido que afectaron a bandas como Lucybell o The Strokes afectan negativamente a la reputación del certamen. Los estadounidenses liderados por Julian Casablancas incluso tuvieron que reiniciar su espectáculo después de la primera canción.

Como es usual, en encuentros masivos el acceso a internet es complejo. Las redes se saturan y y a pesar de que contaban con un stand específico de Wifi, no fue suficiente para las 80 mil personas que asistieron al Parque O'Higgins en cada jornada.

Asimismo el tema de las filas es otro de los ámbitos que podría mejor. Aunque en cuanto a esto, en esta versión el sistema de pago fue mucho más cómodo –se cargaba dinero a las pulseras y se cobraba a través de un aparato electrónico–, aún así en los momentos de mayor concurrencia, las colas para pedir comida eran extensas y la demora podía alcanzar los 35 minutos.

Otro punto conflictivo de este Lollapalooza Chile fue el ingreso a la cúpula del Movistar Arena. Para los shows de Diplo y Martin Garrix la situación fue un tanto caótica para el acceso a todas las ubicaciones del recinto. Sin embargo, parte de esta problemática fue la actitud de los asistentes, quienes querían ver a toda costa a los exponentes de la música electrónica.