En estos meses se desataron todas las tormentas juntas, pero no por eso vamos a perder las esperanzas. Debemos madurar como sociedad y no seguir viviendo por arriba de nuestras posibilidades.
Los argentinos llevamos décadas de crisis recurrentes, déficits permanentes, deudas para cubrir, inestabilidad cambiaria, inflación, y terminar con esto iba a llevar tiempo, esto no se podía hacer de un momento a otro, había que cambiar muchas cosas y tomar decisiones que eran antipáticas en un momento, por más que siempre son indispensables para el bien de todos.
Esto que nos está pasando ahora pudo haber pasado en enero de 2016, porque recibimos un Estado que gastaba mucho mucho más de lo que recaudaba, no había reservas en el Banco Central, hay un montón de cepos y distorsiones en la economía. Ya en ese momento no habían los dólares para sostener la economía argentina.
Pero, ¿qué pasó? La euforia que generamos con el cambio, que el cambio ganara las elecciones y haber frenado el camino que nos llevaba a ser Venezuela nos ayudó a convencer a quienes nos prestaban la plata de que nos dieran tiempo para arreglar nuestros problemas estructurales en unos años, y durante mucho tiempo nos fue bien.
Después de dos años y unos meses, la situación cambió, y en buena parte por situaciones que están fuera de nuestro control. Primero, sufrimos la peor sequía en más de medio siglo; y también ustedes saben que por una mala política del Gobierno anterior importamos petróleo y desgraciadamente el precio del petróleo en el mundo aumentó; subieron las tasas de interés en los Estados Unidos a un ritmo más rápido de los últimos años; y China y los EE.UU. iniciaron una batalla comercial que perjudicó a países como el nuestro. Todos estos cambios en el mundo no los podíamos prever.
No fuimos capaces de mostrar unidad en nuestro compromiso de avanzar con las reformas estructurales. Me refiero a que se aprobaron leyes que destruyeron el presupuesto aprobado, y eso obviamente generó un impacto negativo, un impacto que aumenta la sensación de riesgo en la Argentina, y el dólar empezó a subir.
Todo esto no hace más que confirmar que hasta que la Argentina no tenga un presupuesto propio que la haga un país sólido e independiente, los argentinos vamos a estar expuestos a cualquier crisis externa.
Lo que tenemos que enfrentar es un problema de base, que es no gastar más de lo que tenemos, y creo que en los argentinos, en todos nosotros, ha crecido la conciencia de que no podemos seguir gastando más de lo que tenemos, vivir por arriba de nuestros ingresos y mucho menos convivir con la corrupción.
Para cubrir lo que falta durante esta transición, que se ha transformado en emergencia, vamos a pedirles a quienes tienen más capacidades para contribuir. Me refiero a aquellos que exportan en la Argentina, que su aporte sea mayor. Sabemos que es un impuesto malo, malísimo, que va en contra de lo que queremos fomentar (...) Les tengo que pedir que entiendan que es una emergencia y necesitamos de su aporte.
He tomado la decisión de reducir la cantidad de ministerios a menos de la mitad. Los gobiernos tienen distintos momentos, y en cada momento tal vez se requieren equipos diferentes. Dado este momento que tenemos por delante he decidido compactar mi equipo para dar una respuesta más focalizada en la agenda que se viene.
El golpe que recibimos en estos cinco meses es duro. El mundo nos volvió a decir que vivíamos arriba de nuestras posibilidades. Creímos con excesivo optimismo que era posible ir ordenando las cosas de a poco, pero la realidad nos demostró que tenemos que ir más rápido.
Me encantaría que ustedes tengan todo lo que necesitan ¿Creen que me hace feliz contar esta realidad?¿Creen que me hace feliz no darle los recursos a la gente que más lo necesita?
El fracaso de la Argentina es que siendo uno de los países potencialmente más ricos del mundo tengamos a más de un tercio de los argentinos en la pobreza.
Esta crisis no es una más, tiene que ser la última, y sepan que no me van a encontrar del lado de los que por poder o por dinero hipotecan el futuro del país. No me van a encontrar del lado de los que especulan pensando en la próxima elección. Me van a encontrar del lado de los que dejan la vida por ustedes.
Para mí no es fácil. Quiero que sepan que estos fueron los peores cinco meses de mi vida después de mi secuestro. Pero por ningún minuto dejé de hacer lo que está a mi alcance para estar con ustedes en lo que estamos viviendo, porque sé que el mayor esfuerzo, el más grande, es el que están haciendo cada uno de ustedes y sus familias.
Más que nunca tenemos que seguir juntos hacia adelante con la determinación de que "sí se puede". Tengo la fortaleza necesaria y estoy acá por ustedes, pero los necesito a ustedes más convencidos que nunca frente a los predicadores del miedo.
Queremos que la Argentina sea mucho más que una colección de cuadernos escandalosos. Quizás esta es la última oportunidad que tenemos de que la verdad salga a la luz. Nos toca vivir un siglo lleno de desafíos, lleno de conflictos, pero existe una gran oportunidad para los argentinos.