El Primer Ministro iraquí, Adel Abdel Mahdi, anunció este viernes que dimitirá, como reclamó el gran ayatolá Alí Sistani, figura tutelar de la política nacional, tras una de las jornadas más sangrientas en dos meses de protestas, que dejaron más de 400 muertos.
Mahdi, un independiente, cedió este viernes. Poco antes, el máximo dignatario chiíta del país había instado al Parlamento a retirarle su confianza al Gobierno para evitar el "caos" y más muertos, uniéndose así al llamado de los manifestantes, que piden desde hace dos meses la "caída del régimen".
Pero este apoyo de peso y la agitación política que generó no logró frenar, sin embargo,
la espiral de violencia que azota al sur del país, agrícola y tribal, donde combatientes tribales tomaron las calles, armados, para proteger a los manifestantes en
Naisriya, mientras que hombres vestidos de civil abrieron fuego contra la multitud en
Nayaf.
Este viernes, siete manifestantes murieron en Nasiriya, anunciaron fuentes médicas, y otro fue abatido frente a la sede de un partido en Nayaf, indicaron testigos y médicos.
El sur de Irak fue escenario de fuertes violentas el jueves por la dura represión infligida por los comandantes militares enviados desde Bagdad para tratar de contener el caos. En esa zona, 46 manifestantes fueron abatidos y casi 1.000 resultaron heridos.
Al grito de "¡Irán fuera!", el consulado de Irán, que tiene una creciente influencia en Irak, fue incendiado el miércoles en la ciudad santa chiíta de Nayaf.
En tanto, en la plaza Tahrir, epicentro de las protestas en la capital Bagdad, y en sus inmediaciones, los jóvenes manifestantes soltaron las piedras que tiraban contra la policía y se pusieron a bailar tras el anuncio de que Abdel Mahdi dimitirá.
"Es nuestra primera victoria y todavía tendremos más frente a los otros" políticos que los manifestantes juzgan corruptos, incompetentes y afiliados a las potencias influyentes en Irak, al frente de las cuales se encuentra Irán, lanzó uno de ellos a la AFP en medio de los cánticos nacionalistas difundidos por los conductores de
tuk-tuk, unos vehículos de tres ruedas que en los últimos días se han convertido en ambulancias improvisadas.
"Es una etapa importante, aunque haya tardado y hayamos tenido que vivir días muy sangrientos", agregó Alí Husein, un estudiante de 20 años que se manifestaba en Nasiriya.
Más de 400 iraquíes perdieron la vida desde el 1 de octubre y miles de ellos resultaron heridos, según un balance compilado por la AFP a partir de fuentes médicas y de la policía.