Contemplar el amanecer desde el parque del Retiro en Madrid o beber una cerveza frente a la playa en Barcelona son algunos de los placeres reencontrados en las dos grandes ciudades españolas, las más impactadas por la pandemia, que empezaron este lunes su desconfinamiento.
El árbol más viejo de Madrid, plantado desde el siglo XVII en el corazón del gran parque del Retiro, ve nuevamente desfilar a corredores, ciclistas y peatones.
Frente a su estanque artificial, las terrazas de los bares han abierto o se preparan para hacerlo ante la sorpresa de los patos que cruzan los senderos abandonados durante dos meses por los madrileños.
La reapertura de los parques "es una felicidad entre comillas, cuando todavía hay gente debatiéndose entre la vida y la muerte en el hospital", dice María Martín, una jardinera de 56 años que poda uno de los arbustos del Retiro, donde todavía se escuchan de vez en cuando las sirenas de las ambulancias por la avenida adyacente.
Después de diez semanas con uno de los confinamientos más estrictos del mundo,
madrileños y barceloneses pueden ahora reencontrarse en grupos de diez personas, en sus casas o en las terrazas de bares y restaurantes.
Los habitantes de estas dos ciudades, las más afectadas por una pandemia que se cobró casi 29.000 vidas en el país, son los últimos en emprender el desconfinamiento por fases previsto por el Gobierno que debería alargarse hasta finales de junio.
Churros a 24 grados
En una calle del centro histórico de Madrid, la histórica chocolatería San Ginés, con 125 años, sirve de nuevo churros en su terraza, con la mitad de mesas que antes. El interior del local, decorado con retratos de clientes famosos, es inaccesible.
"Pronto abriremos las 24 horas como antes, pero ahora mismo el turno de la noche queda suprimido, por la ausencia de turistas y porque la discoteca al lado, que suele traernos muchos clientes, sigue cerrada", explica el encargado Daniel Real.
Con el termómetro marcando 24 grados, un hombre de 56 años se aparta la mascarilla para consumir un café con churros. "Este momento se vive como de tapadillo", explica
Víctor Prieto. "Da un poquito de reparo disfrutarlo del todo porque sabes que es un periodo duro para otros", admite en referencia a los afectados por la enfermedad o las consecuencias económicas de la crisis sanitaria.
En la capital, "muchos locales no abren sus terrazas porque si no trabajan al 100%, no les compensa", explica Daniel Ocaña, camarero de un bar.
Playas y piscinas abiertas en algunas zonas
A 600 kilómetros al noreste, en Barcelona, Nacho García suda de lo lindo mientras se apresura a montar la terraza frente a la playa de la Barceloneta.
"Tenemos que montar, limpiar, desinfectar y luego quiero hablar con los chicos para concienciarlos de las medidas de higiene, distancia... Y luego ya a facturar, que ya va siendo hora", celebra el joven de 28 años, director del restaurante Barna Beach.
Entre sus empleados,
"algunos casi lloran de alegría" por volver porque estaban en un plan de suspensión de empleo pero todavía no habían cobrado las prestaciones gubernamentales, explica García.
A las 11:00 horas, en la plaza del mercado de la Barceloneta, la mayoría de terrazas ya estaba abiertas y con sus mesas espaciadas llenas de clientes.
Entre ellos, se encontraba un médico residente de 26 años que había retomado la tradición de desayunar con dos compañeras tras una guardia de 24 horas en el cercano Hospital del Mar.
"Después de tantos meses encerrados, estas pequeñas cosas se valoran más", decía Nasser Mohammad Porras, mientras el camarero les servía cervezas y bocadillos.
"Como médicos, estamos muy contentos porque después de muchas semanas de mucho trabajo, empezamos a ver los resultados positivos del confinamiento", señalaba el joven, impaciente por poder volver a abrazar a sus padres, a quienes no ve desde el comienzo de la pandemia.
En otras regiones españolas, menos afectadas y en la segunda fase de desconfinamiento desde este lunes, las piscinas y playas reabrieron a todos los bañistas que podrán refrescarse en unas temperaturas casi estivales.
Es el caso de los archipiélagos de
Baleares o
Canarias o parte de
Andalucía, donde el Gobierno recomendó limitar la afluencia a la playa y dejar cuatro metros entre sombrillas.
En la piscina Ocean de Sevilla, su gerente Narciso Márquez tuvo que "reducir un 30% el aforo y mantener un distanciamiento de dos metros entre mesas", además de desinfectar escrupulosamente duchas y aseos.
Solo los habitantes de estas zonas podrán aprovecharse de ello, dado que los desplazamientos entre provincias están prohibidos y la llegada de turistas no estará permitida hasta julio.