La caída del gobierno de Bashar Al Asad en Siria cierra un ciclo político de más de 50 años y supone un cambio de paradigma para toda la geopolítica de Medio Oriente , una transformación innegable de la que, sin embargo, aún están lejos de saberse las consecuencias, las causas últimas ni si traerá paz, o guerra, o libertades.
Los numerosos factores externos e internos, tensiones y distensiones, alianzas y contraalianzas que mantenían la endeble posición del Gobierno sirio han quedado deshechos, y pocos vaticinios pueden hacerse salvo que Israel es el principal beneficiario estratégico; que Turquía gana muchísimos enteros en influencia en el país y que Irán es el gran perdedor en este juego.
Pero ahora quedan las dudas sobre qué papel tendrá el
Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham, HTS), un descendiente directo de Al Qaeda que, si bien ha intentado enmendar su imagen hacia posturas más moderadas bajo el líder
Abu Mohamed Al Jolani, que ha predicado tolerancia durante los doce días de ofensiva que terminaron con el Gobierno de Damasco, aún tiene mucho que demostrar.
También falta por ver qué pasa con los kurdosirios, enemigos de Turquía, aliados de EE.UU. y cuya relativa independencia de acción puede ser una espina en cualquier arreglo regional.
Evento mayor
"El colapso del régimen de Al Asad es un evento mayor para la región y en especial para el pueblo de Siria (...) pero su resultado dependerá de qué régimen se construye ahora. Los sirios comunes y corrientes no tienen muchas ganas de un gobierno despótico centralista, así que deberá ser un sistema que acepte las aspiraciones políticas de diversos sectores de la sociedad siria", resumió para EFE el profesor de Ciencia Política de la Universidad Americana de El Cairo, Sean Lee.
Lee, cuyo trabajo se centra en la situación de las minorías en Medio Oriente, subrayó que la tarea ahora para lograr ese resultado deberá tener en cuenta
"no solo al núcleo de apoyo de la oposición" que ha derribado a Al Asad, ostensiblemente, los islamistas de HTS, a los kurdos del noreste, a los simpatizantes alauitas de Al Asad en la costa o los drusos de Al Sueida.
"Tomará un tiempo largo para que Siria recupere algo de soberanía tras más de una década de guerra, y habrá un continuo toma y daca para influenciar en la Siria fragmentada. Sólo el tiempo dirá si el HTS y sus aliados realmente cumplen con lo que dicen sobre construir una Siria libre", razonó.
Algo más que desbandada
Luciano Zaccara, profesor investigador del Centro de Estudios del Golfo de Qatar University en Doha, señaló que hasta que se sepa "qué se ha negociado, pues evidentemente se ha negociado", no se podrá aventurar qué pasará, salvo que habrá un periodo de "mayor inestabilidad".
Para Zaccara, "la desbandada del Ejército sirio, y que ni Irán ni Rusia hayan hecho todo lo que podían hacer para evitarlo... tal vez incluso con la llegada de Trump (Donald, a la presidencia de EE.UU.) se haya negociado algo con Irán para garantizar algo a cambio de esta caída...", hacen pensar que algo se negoció entre los poderes regionales y globales.
Lo que sí está claro para el analista es que
"el régimen de Asad estaba muy debilitado, desde hace muchos años", sostenido solo por Rusia e Irán con un acuerdo en 2020 "para mantener un 'statu quo' y evitar un mayor derramamiento de sangre".
"Pero el régimen estaba mas débil de lo que se pensaba y viendo la situación que se está desarrollando en todo Medio Oriente, no había muchas mas opciones para mantenerse en el poder. La fuerza de Al Asad eran sus aliados, pero todos están muy debilitados, Rusia, Irán, Hezbollah... No había recursos", dijo.
Y sin recursos ajenos, la caída era evidente incluso para Al Asad mismo, lo que llevó a su huida del país.
Lee también sostiene esta posición, ya que "en realidad, la ofensiva lo que hizo fue empujar una puerta ya abierta" de la "carcasa vacía de un Estado".
"Capaz Ankara obtiene ventaja regional en esta nueva Siria, pero todo depende de lo que se construya", insistió.
Gana Israel, pierde Irán
La caída del régimen de Asad en Siria tiene para Israel un significado celebrado tanto por las autoridades como por los analistas locales: la pérdida de influencia de Irán en la región, si bien el vacío de poder en el país vecino genera incertidumbre y, sobre todo, temor a que el armamento del régimen caiga "en las manos equivocadas".
"El régimen de Al Asad era un eslabón central en el eje del mal de Irán: este régimen ha caído", celebraba desde los Altos del Golán, territorio sirio que Israel ocupa desde 1967, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, después de haber apostado sus tropas en el área para neutralizar amenazas por parte de los rebeldes.
El analista Nir Boms, que preside el Foro de Investigación sobre Siria del Centro Moshe Dayan de la Universidad de Tel Aviv, asegura que la caída de Asad, y por tanto de uno de los satélites de Irán en la región, es
una noticia positiva para Israel, pero a la vez su país aún necesita asegurarse de que el armamento que deja el régimen tras de sí, incluidos misiles de largo alcance o armas químicas, no llegan "a las manos equivocadas".
El experto dice que, en medio del vacío de poder en Siria, estas armas podrían llegar a manos de los vestigios de Hezbollah en el país o milicianos islamistas sin control, que pudieran utilizarlas para atacar a Israel.
"Quién estará ahí, al otro lado", es la otra gran inquietud para Israel de cara a Siria, que ahora tiene que organizar su esquema de poder entre los distintos grupos rebeldes.
Las miradas están puestas en Abu Mohamed al Jolani, líder del HTS cuya gestión del "día después" de la toma de Damasco despierta inquietud ante cuál será su deriva ideológica a pesar de tratar de mostrarse como un líder más moderado.
"No sabemos qué significa Jolani ahora, tal vez significa paz, pero tendremos que ver", dice la doctora Dina Lisnyansky, experta en islam político. Una de las posibilidades -dice la analista- aunque remota, es que se extienda en el país vecino una autoridad con la idea de "liberar Medio Oriente" y de que, tras Siria, pueda llegar Palestina, abriendo un frente constante de presión al este de Israel.
La última pieza del puzle para la analista es Turquía, cuyo apoyo a los rebeldes va de la mano, ahora, con su intento de asumir responsabilidades en Siria de cara a facilitar la transición de poder.
La influencia turca en la Siria de la posguerra, marcada por la creciente enemistad entre Turquía e Israel (en mayo Erdogan cortó relaciones comerciales con el país), plantea un escenario "preocupante" en la frontera noreste del Estado hebreo.
Sin embargo, añade Lisnyansky, de lograr construir una relación positiva con las nuevas autoridades en Siria, Israel podría lograr encauzar su relación con Turquía: "Es una buena oportunidad para nosotros".