Cinco días de emisión de la franja televisiva por el Plebiscito dejaron todo tipo de reacciones y comentarios entre sus espectadores y los adherentes del Apruebo y el Rechazo. Pero algo que impactó en ambos sectores fue el uso de ciertas afirmaciones -"mentiras", acusaron algunos- sobre el devenir del país en caso de que se apruebe la Constitución.
Si gana el Apruebo en septiembre, "ningún corrupto va a llegar al poder", afirman en el segmento de los socialistas. "Estamos generando un país que posibilita las dictaduras", dicen en la Franja Ciudadana por el Rechazo. "Nos permitirá tener una vida libre de violencia dentro y fuera del hogar", señalan en el tiempo de ApruebaxChile; "Se le están dando más derechos a los delincuentes que a las víctimas", dice un ciudadano desde la ducha.
Todas esas frases, según el doctor en Derecho y académico de la UAI,
Guillermo Jiménez, serían "exageraciones más o menos groseras". "La primera porque una Constitución puede hacer más o menos difícil que un corrupto acceda al poder, pero no puede impedirlo de forma absoluta. Lo que sí hace la propuesta es establecer una prohibición de optar a cargos públicos a las personas condenadas por delitos vinculados a corrupción", dice Jiménez.
En cuanto a la frase sobre la "dictadura", Jiménez argumenta que "es una exageración de aquellos que creen que el sistema político de la propuesta concentra excesivamente el poder en alguna de las autoridades constitucionales. En mi opinión, tal afirmación no tiene fundamento porque no es evidente que la Constitución concentre poder en ningún órgano".
En tanto, "la tercera afirmación es una exageración porque ninguna institución jurídico-política puede asegurar o garantizar la eliminación de la violencia, y la cuarta es una exageración de la idea de que la Constitución reconoce indebidamente derechos a personas sometidas al sistema penal, pero en mi opinión esto no es más que un eslogan fundado en la falsa distinción entre dos tipos de personas -delincuentes y víctimas- que la Constitución no hace suya".
Las razones de la "exageración"
Hay otras más en ambos sectores y que se han repetido en distintos formatos a lo largo de todas las emisiones de la franja, lo que se explica por varios factores, según la académica de la U. de Chile, Lorena Antezana.
"La franja de televisión es un formato que tiene ciertas características y en este caso se trata de vender ideas. En ese contexto, el que se exageren algunas cosas es lo mismo que exagerar el atributo de un producto", dice Antezana.
De hecho, la doctora en Información y Comunicación remarca que tiene alguna similitud con la campaña del Sí y el No. "Si uno revisa esas imágenes ahora, casi todas eran exageraciones, la construcción de una utopía, porque un proyecto político es vender un sueño también. El problema es que antes, cuando veíamos la campaña del Sí y el No, no había mucha más información disponible, como la que tenemos ahora, que circula en redes, y la que podemos cruzar con otros tipos de medios, y donde hay muchas más reacciones", explica.
En tanto, el académico de marketing político de la U. Diego Portales, Cristian Leporati, coincide con que "el discurso político en campañas electorales tiende a la exageración, a la hipérbole. Es parte de lo normal".
No obstante, Leporati hace la observación de que en un contexto mayor, donde hay abundancia de mentiras o
fake news, "el discurso político debería evolucionar e intentar exagerar un poco menos las cosas. Con la contaminación que hay por las avalanchas permanentes de mentiras en las redes sociales,
deberían tener un compromiso un poco más ético con el discurso político".
¿Son eficaces estos mensajes?
Si sirven o no este tipo de mensajes en la llegada a la población es otra discusión. Leporati asegura que son eficaces "en cierto tipo de audiencia", pero también tienen un defecto. "A la hora de la verdad, las personas no olvidan, las redes sociales y los periodistas tienen memoria, y hacen ver lo que se prometió y que después no ocurre. La exageración tiene el lado B, que es la realidad, y eso es muchas veces contraproducente", afirma.
Así, según el académico, este tipo de ideas se usan porque apelan a la emoción, lo que es más movilizador en una campaña política. "Las campañas electorales no son racionalidad, no las guía la razón. A los comunicadores que trabajan en esta industria lo que los guía es empatizar con la ciudadanía y eso se logra no a través de la razón, sino la emoción. Y el lenguaje exagerado dice relación con ese lado, con ese hemisferio del cerebro", comenta.
Antezana define estas ideas como "simplificadas, exageradas y redundantes". "Así tiene que ser. No es un programa de discusión, no me están explicando la Constitución, me están vendiendo el Apruebo o el Rechazo. Simplifican, para que lleguen a públicos masivos. Son redundantes, para que sean pocas ideas pero que no se me olviden y reiterarlas todo el tiempo.
Tienen que ser llamativas, porque si no nadie las va a retener, sobre todo pensando en un flujo tan alto de información", responde la académica.
Sin embargo, la idea sería que los espectadores no se quedaran simplemente con aquello. "Lo que hagan las personas con ello es lo que les va a permitir ponerlo en perspectiva y hacer la discusión y eso lo hará en otros circuitos, espacios, en otros medios, o va a despertar la curiosidad para que lean y se formen su propia opinión", asevera Antezana.
Si hay algún riesgo en su uso también es parte del debate. Para Leporati, la ciudadanía está acostumbrada a la publicidad comercial y sabe que ese tipo de mensajes son exagerados, lo que ocurriría también con la comunicación política.
"La gente entiende que es una franja electoral y separa un poco lo que es el lenguaje publicitario llevado al mundo de la comunicación política. No alcanza a afectar, por lo mismo, es parte del paisaje. La gente entiende que esto es publicidad finalmente", señala.