Chile, o una buena parte, no tiene en este momento un analgésico para las distintas crisis que atraviesa. Al menos no en el sentido metafórico de lo que implica la fiebre mundialista. Si bien han existido logros importantes para el mundo deportivo nacional -como la inédita clasificación de Chile al mundial de rugby o el cuarto lugar del medallero general en los Juegos Suramericanos de Asunción-, esta vez no hubo éxito con el balompié.
Una clasificación hubiera funcionado como un paracetamol, al menos, para tiempos complejos. Basta mirar la historia para notar cómo algunos triunfos deportivos han podido dar ciertas alegrías a la población; como la crisis asiática que golpeó a Chile entre 1998-1999, época que en paralelo dejaba al ex tenista Marcelo Ríos como número 1 del tenis mundial.
Más reciente todavía, la Copa América en 2015 y 2016, ambas conquistas frente a Argentina, y la consecuente proliferación de sensaciones positivas. No es el fútbol en si mismo, sino su efecto: "
hay un sentimiento de pertenencia, positiva, de orgullo ante el triunfo; ahora, y con la situación actual, implica considerarse dentro de los que no están al centro de la fiesta, mirando desde afuera", plantea
Sergio González, antropólogo y académico de la Usach.
Y es que mirar hacia adentro puede resultar, al menos, incómodo. "Chile no está a la altura de lo que fue", dijo a fines de noviembre el ex Presidente, Ricardo Lagos, aludiendo a la crisis que en materia de seguridad y violencia que afecta al país, así como al difícil panorama económico. Otras interpretaciones, como la de Iris Boegninger -en una columna en Ex-Ante-, apuntan a "un país con la autoestima dañada" para abordar el resultado y las aristas de esa crisis.
"Hace tiempo que nuestro país está con la autoestima dañada. ¿Está todo mal? No. ¿Está todo bien? No. Esto requiere de una genuina autocrítica de distintos actores políticos, por la actitud asumida desde octubre del 2019. La desconfianza en la política sigue creciendo, y la polarización atenta contra la institucionalidad", plantea Boegninger.
El pasado domingo, el filósofo y ensayista Martín Hopenhayn abordó en Artes y Letras de El Mercurio la conferencia y crítica que presentó sobre el filósofo alemán-surcoreano Byung-Chul Han. En un artículo previo, Hopenhayn cita al filósofo argentino Ricardo Foster quien interpreta que Han despliega "una estrategia que persigue un doble efecto: multiplicar lectores ávidos de textos simples y ligeros, entre anarco-críticas y desesperanzados (...) y apropiarse de una parte no menor de la tradición filosófica (con Heidegger a la cabeza) para ponerla al servicio de la política de la resignación".
Y Hopenhayn agrega una crítica más, ahora al lector: "tal vez nos consuela leer a Han porque nos libera de toda responsabilidad, en la medida que propone como efectos sistémicos todo aquello de lo que podríamos hacernos cargo como sujetos pretendidamente autónomos".
Ante dichas reflexiones, hay espacio para abrir el debate sobre si ¿tiene Chile un problema de autoestima, hay un momento de inflexión o de desánimo? Distintos académicos, sociólogos y otras voces estudiosas del mundo sociocultural, debaten sobre el contexto que atraviesa el país y cómo entienden esos efectos más latentes.
"Dos estados emocionales"
"No corresponde hablar de un concepto que tiene que ver con la psicología, no en términos rigurosos, pero si lo vemos en términos más generales, podría servir como una analogía", sostiene González.
Por lo anterior, el también doctor en psicología aclara que es importante poner las cosas en contexto, y entender que estas "crisis" son situaciones determinadas por ello; "los contextos determinan el texto, uno de inestabilidad e incertidumbre, que por lo demás, no es solamente nuestro, sino que se está viviendo en varias partes del mundo".
Eso, a su juicio, podría abrir la posibilidad de hablar de que Chile -los chilenos-, se están moviendo "entre dos grandes estados emocionales". Esto, porque "hemos pasado por décadas de mayor bonanza,
de creernos los jaguares de América Latina o de creer que éramos distintos al ambiente general de nuestros vecinos, a lo que sentimos hoy, donde nos golpea una inflación de dos dígitos que no conocíamos hace varias décadas, y eso genera este nuevo cuadro".
Ese cuadro, y en lo que a su juicio es más asertivo señalar, es una sociedad chilena con "malestares, con heridas, con dolores. Eso podría dar para este tipo de metáforas (como el de la autoestima), aunque no siempre son las más afortunadas".
"A su vez, podíamos decir que estamos en un momento de mayor sentimiento de inseguridad, de inestabilidad, de incertidumbre, creo que esos son en realidad los conceptos a utilizar, más que la lógica de autoestima", remarca.
"El problema es cómo nos miramos"
"La autoestima es la capacidad de una persona para valorarse o aceptarse a si mismo; por el contrario, carecer de ella, es no valorarse, amarse ni aceptarse. Esto se construye sobre la historia personal, la historia que uno tiene de niño, con lo que nos han dicho otros, etc.; es esta valoración -o no- que se tiene de si mismo".
Las palabras son de la
bióloga cultural, Ximena Dávila, quien reflexiona sobre esta posible idea de una "autoestima" pensada para Chile. Sin embargo, a su juicio, "el problema de Chile no es de autoestima, es de mirarnos, de observar cómo hacemos las cosas, de darnos cuenta que somos nosotros los que realizamos a Chile. Tenemos que hacer cosas para que eso pase".
Por cierto, no evade la idea de pensar que efectivamente han existido diversas crisis en Chile que han dejado heridas y dolores en quienes dan forma y vida al país.
"Han habido diferentes crisis, por ejemplo, la crisis de la democracia en Chile, evidenciada en cómo se evalúa el funcionamiento y la adhesión (...) tenemos también esa crisis que no pensábamos que teníamos; la caída libre de la confianza de la institucionalidad y las autoridades, con un grado de corrupción que pensábamos que no existía. Es como una caja de pandora que uno abre y comienzan a salir cosas", sostiene.
Y esa "caída libre", dice, es compleja porque "te sientes en la nada". Esto, porque ya existe una incertidumbre a nivel planetaria que genera complejidades, "imagínate al nivel de un país como Chile".
Dávila también menciona la crisis migratoria como un factor que, "sin una regulación", suma o incrementa sensaciones como "rabia" en la sociedad, "han entrado mafias con nombre y apellido a destrozar el alma de chilenas y chilenos", subraya.
"La crisis duele, pero también es una oportunidad"
El sociólogo Gonzalo Delamaza, académico de la Universidad de Los Lagos e investigador adjunto del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), plantea que el concepto de "autoestima, más bien de orden psicológico, sirve para decir que 'bueno, estamos más complicados que hace algún tiempo, por lo tanto, no estamos muy contento. Podría ser una forma de decirlo".
"La crisis tiene un aspecto de transformación, porque las cosas van cambiando; tiene una parte de dolor, la crisis duele. Pero también es una oportunidad, porque obliga a tomar decisiones".
Gonzalo Delamaza, sociólogo U. de Los Lagos
Sin embargo, al igual que Dávila, recuerda que esta situación de estar atravesando un contexto de crisis más compleja o agudizada está ocurriendo en distintas partes del mundo. El problema, entonces, "
es que en Chile parece que tenemos poca conciencia de eso, en el discurso público hay poca consciencia de que las cosas no suceden simplemente porque a los chilenos se les ocurrió una cosa u otra".
Un ejemplo de ello, comenta, es la crisis de seguridad. "En el discurso político se le tiende a achacar a la autoridad de turno, pero claramente en Chile venimos hace tiempo, sobre todo intensificada tras la crisis del covid, con estos temas complejos".
"En definitiva, la crisis tiene un aspecto de transformación, porque las cosas van cambiando; tiene una parte de dolor, la crisis duele. Pero también es una oportunidad, porque obliga a tomar decisiones", plantea.
La importancia de la "cohesión social"
El sociólogo, politólogo y ensayista Manuel Antonio Garretón plantea que el concepto de "autoestima" en una sociedad no es adecuado, al menos no para tratar de entender lo que ocurre en una sociedad. "La otra pregunta que podríamos hacer si la gente que vive en esa sociedad tiene cierto nivel de autoestima, la que puede variar según los distintos sectores sociales o grupos".
"Lo que está claro es que durante cierto tiempo había cierta satisfacción individual con la vida de cada uno, según las condiciones de vida de la gente; así como también un enorme malestar con la sociedad.
Esto se puede deber en parte a la internalización de los individualismos, donde estoy contento conmigo mismo, pero no me gusta o rechazo al país, como un creciente malestar que existe desde 2010 en adelante", explica.
Dicho malestar, dice Garretón, no es más que la suma de las expresiones antes enunciadas: la pérdida de confianza en las instituciones, el distanciamiento, segmentación, la pérdida y/o debilidad de los vínculos y por ende, debilidad en el sentido de pertenencia. "Y cada vez más, un cierto distanciamiento de la idea de la sociedad como tal, del colectivo, del bien común y la comunidad", remarcó.
En ese sentido, agrega, "la gran cuestión de la sociedad chilena que puede explicar los otros aspectos, es una crisis profunda del modo en que está organizada y del modo en que la gente lo percibe". Así las cosas, las distintas crisis que se van expresando en el tiempo, en sus diferentes dimensiones, tienen que ver "con una sociedad segmentada, fragmentada, en la cual el otro, que no es el de mi grupo, es una amenaza. No me siento parte de esa misma comunidad, entonces rechazo al distinto, al que no tiene mis mismos modos de vida".
Por su parte, Delamaza también pone énfasis en el debilitamiento de la cohesión social, casi como un efecto ineludible del modelo con base en la competencia individual. "Por eso tenemos una sociedad de mercado, no sólo una economía de mercado, que fue conformada en esos términos", y eso, comentan ambos sociólogos, erupcionó en el estallido social.
"Creo que la forma de enfrentar esto es fortalecer esa cohesión, porque no podemos salir de una crisis salvándonos solos, eso no ocurre en ninguna sociedad. Algunos podrán hacerlo hasta cierto punto, pero son muy pocos", reflexiona.