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Blindajes y "aislamiento": La reconfiguración de las ciudades a cinco años del 18-O y la irrupción del crimen organizado

Expertos revisan los cambios obligados que ha sufrido el espacio público y la forma en que su habitantes conviven hoy con los vestigios del estallido y los temores de la violencia.

06 de Octubre de 2024 | 07:02 | Redactado por Daniela Toro, Emol.
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A la izquierda, cesfam en Bajos de Mena (Puente Alto), que aún permanece cerrado tras las amenazas de delincuentes a funcionarios; a la derecha, centro de Santiago, una de las zonas más afectadas por los efectos del 18-O con blindaje de tiendas y migración de locales al sector oriente.

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Las ciudades ya no son las mismas que hace cinco años, y tampoco lo son las formas de vida que habitan esas ciudades; ese tejido social que va más allá de la infraestructura o de los edificios se ha visto obligado a cambiar, en un proceso que prácticamente no se ha detenido desde el estallido social, la pandemia y el avance del crimen organizado.

Aunque se trata de factores distintos en su esencia y características, todos ellos han contribuido a "alterar" la forma en que se habita el espacio urbano, especialmente por aquellos factores que más se cruzan con hechos de violencia.

Durante el estallido social, por ejemplo, los desórdenes, saqueos, quemas de locales y destrucción del espacio público obligara a que locatarios instalaran muros metálicos para evitar más actos de vandalismo.

De eso han pasado cinco años, y aún existen vestigios de esos días en algunos locales del centro de Santiago o los alrededores, que nunca más quitaron esas "capas de protección".

En tanto, la crisis de seguridad que hoy enfrenta el país, a raíz de la rápida expansión del crimen organizado y el aumento de la violencia, ha llevado a que la ciudad vuelva a reconfigurarse "hacia adentro" o "hacia lo privado", según voces de expertos. Es decir, volver a buscar formas obligadas -e incluso más sofisticadas- de proteger locales, casas, plazas, y también los recintos hospitalarios y hasta ambulancias.

Lo que heredó el estallido


De acuerdo a la Multigremial Nacional, fueron cerca de 17 mil las pequeñas y medianas empresas a lo largo de Chile las que sufrieron saqueos y ataques incendiarios en el 18-O, muchas de ellas tuvieron dos caminos: no pudieron volver a levantar sus cortinas, o derechamente se trasladaron a otras zonas. En el caso de Santiago y la "zona cero", varios locatarios protagonizaron un éxodo hasta el sector oriente.

Un estudio de junio de este año presentado por la Cámara Chilena de Construcción, titulado "Impactos del estallido social y la pandemia en el bienestar urbano", dio cuenta que en el Gran Santiago, más de 1,6 millones de personas, equivalentes al 23% del total de su población -o uno cada cuatro habitantes-, vieron disminuir su bienestar territorial tras el estallido social de 2019 y la pandemia.

Entre las comunas más afectadas están Independencia, Santiago, Estación Central, Maipú y Macul.

El estudio reveló que tras el estallido social y la pandemia, la percepción de inseguridad aumentó para más de 191 mil familias en 22 comunas del Gran Santiago, mientras que la pobreza se incrementó para más de 66 mil familias en 17 comunas.

Crisis de seguridad


Las amenazas en un Cesfam en Puente Alto luego de que un grupo de sujetos disparara contra los hijos de un sujeto durante su velorio, llevó a que se reactivara el debate en torno a la seguridad en los recintos asistenciales; otro de los espacios de uso público que han sido transgredidos por la violencia y el crimen organizado.

Ya son varios los Cesfam que han comenzado a blindar sus vidrios y puertas para evitar que alguna bala loca se deslice en medio de un intercambio entre bandas rivales y hiera a profesionales de la salud o pacientes. Pero aquello no parece ser suficiente.

Así lo transmitió esta semana la presidenta del Colmed, Anamaría Arriagada, quien incluso no descartó que a raíz de la crisis, algunos funcionarios de ambulancias deban capacitarse para trabajar con implementos como chalecos antibalas y casco.

Ricardo Abuauad, decano del Campus Creativo de la Universidad Andrés Bello (UNAB), comenta al respecto que "hay varias crisis en nuestra ciudad, una crisis de la vivienda, crisis de campamentos, crisis del gremio, de la construcción, etc. Pero probablemente el mayor enemigo que tiene hoy día la ciudad es el miedo, ese temor que alberga la ciudadanía de ser asaltado, de sufrir una encerrona, o cuestiones impensables, como lo ocurrido en los Cesfam".

Por cierto, el flagelo toca varias otras áreas de la vida cotidiana que se construye en las ciudades y el espacio público. La última encuesta de victimización elaborada por el Departamento de Estudios de la Cámara Nacional de Comercio (CNC) evidencia que, durante el primer semestre del 2024, un 59,6% de los locales fueron víctima de algún delito; en la práctica, 6 de cada 10 encuestados dijeron haber sido victimizados, y aumentó además la revictimización de los delitos más violentos.

José Pakomio, presidente del gremio, señaló que "los resultados de esta nueva medición están lejos de ser una buena noticia, si bien hay una baja, este resultado está muy por encima de los niveles prepandemia".

El espacio público, entre el "miedo" y el "paisaje de abandono"


En conversación con Emol, expertos en arquitectura y urbanismo hablan de una transformación de las ciudades desde el 18-O y de los efectos que ha tenido la violencia en "perpetuar un paisaje de abandono" que se entremezcla, por estos días, con la "permanente sensación de temor" en los habitantes.

Pablo Allard, decano Facultad Arquitectura UDD y socio Allard&Partners, comenta que "desde el estallido social y la masificación de los turbazos y saqueos, el paisaje de los principales centros urbanos cambió radicalmente: las vitrinas fueron reemplazadas por planchas o cortinas metálicas que, sumadas a la proliferación de rayados, grafitis y vandalización de espacios públicos y monumentos, la pérdida de actividad de las áreas comerciales y explosión de las mafias del comercio informal durante la pandemia han perpetuado un paisaje de abandono, espacios blindados e inseguridad permanente".

"Lo que esto termina produciendo es una 'ciudad privada' y lo que ocurre con este tipo de ciudad es que los vínculos sociales tienden a alejarse, a hacerse menos evidentes e importantes".

Ricardo Ababuad, decano Campus Creativo UNAB
"Más allá de esfuerzos aislados como los barrios Lastarria, barrio chino de Meiggs o la pintura de fachadas en la Alameda, en ciudades como Valparaíso la situación es casi irrecuperable", diagnostica.

Por su parte, Ababuad comenta que en esa ciudad habitada por personas "con miedo", se provoca un efecto de aislamiento, de búsqueda de defensas y protección, "y las maneras de hacer eso son múltiples, desde encerrarnos con altos muros, crear rejas, aislar los conjuntos de red de vivienda en unidades enrejadas, o en los barrios más comerciales, hacen que todos estos primeros pisos estén parapetados tras unas defensas".

"Lo que esto termina produciendo es una 'ciudad privada' y lo que ocurre con este tipo de ciudad es que los vínculos sociales tienden a alejarse, a hacerse menos evidentes e importantes. Una ciudad deja de ser una ciudad y se transforma en un conjunto de experiencias individuales con poco vínculo entre ellas y es una cuestión peligrosísima porque atenta contra el ADN de la ciudad".

Las transformaciones según cada barrio


Por cierto, los efectos del deterioro de la ciudad y el avance de la violencia no afectan de la misma manera a los habitantes de las ciudades. Las situaciones más críticas, coinciden los expertos, las enfrentan las zonas más periféricas o sectores populares; Puente Alto, por ejemplo, ha estado en el centro del debate en torno a la crisis en estas últimas semanas.

"La lucha por el territorio por parte de grupos antisistémicos y narco ha convertido al espacio público en un campo de batalla, lo que ha obligado a familias e instituciones a blindar sus casas e instalaciones como verdaderas fortalezas".

Pablo Allard, decano Facultad de Arquitectura UDD
Allard subraya en esta línea que "la lucha por el territorio por parte de grupos antisistémicos y narco ha convertido al espacio público en un campo de batalla, lo que ha obligado a familias e instituciones a blindar sus casas e instalaciones como verdaderas fortalezas, que en lugar de proteger aumentan la sensación de inseguridad, reducen la cohesión social y desincentivan la vida en comunidad".

En los barrios comerciales, particularmente los malls, los cambios obligados han apuntado, por ejemplo, al reforzamiento de la seguridad privada. Aquello se puede observar en el atuendo de los tradicionales guardias de traje y corbata, el que "ha sido reemplazado por verdaderos equipos de comando con casco, rodilleras, coderas y pasamontañas, incluso equipados con chalecos antibalas dado el aumento de capacidad de fuego de bandas dispuestas a entrar disparando a joyerías y tiendas a plena luz del día".

En tanto, en los sectores de más altos ingresos, continúa el arquitecto, "se ha incrementado la auto segregación, con barrios cada vez más cerrados, con acceso controlado, cercos eléctricos, seguridad privada y lo peor de todo, el surgimiento de los primeros servicios de blindaje de vehículos de alta gama".

Según sus proyecciones, el próximo paso serán los servicios de guardaespaldas, "como los 'guaruras' en México, que ya no solo son contratados por autoridades, empresarios o celebridades, sino que incluso por personas de clase media", cerró.
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