Desde la cárcel de Arica se urdió un plan: realizar un atentado explosivo -mediante un autobomba- en las dependencias del Juzgado de Garantía y el Tribunal Oral en lo Penal de esa ciudad.
Los presuntos autores del plan son dos reclusos que forman parte de la célula criminal Los Gallegos, tentáculo del Tren de Aragua; un tercero no formaba parte de la organización, pero sí era parte de una banda asociada a ellos. Para cumplir con su cometido, obtendrían ayuda de sujetos externos al recinto penitenciario.
El móvil del intento de atentando sería una represalia por el veredicto condenatorio que obtuvo a fines de noviembre la Fiscalía de Arica en contra de 34 miembros de Los Gallegos. El ente persecutor consiguió penas de cárcel por 22 delitos, entre ellos, tráfico de armas, trata de personas, secuestros y homicidios.
En paralelo, los sujetos habrían intentando poner un autobomba en la cárcel de Arica, justamente para facilitar la fuga de los imputados.
Producto de este hecho, el fiscal regional, Mario Carrera, señaló que se formalizó a los sujetos por infracción a la Ley Antiterrorista, con una investigación de 200 días.
¿Cuáles son las señales detrás de esta planificación? ¿Cuánta capacidad de colaboración y organización tienen hoy estas células? En conversación con Emol, expertos en crimen organizado dan cuenta del avance que han logrado estas organizaciones en el territorio, especialmente en la zona norte del país.
"La cárcel es una oficina más"
"Ustedes detuvieron a miembros de nuestra célula, pero ésta no desaparece porque ellos estén en cárceles; nosotros seguimos funcionando". Ese es el primer mensaje y señal que buscarían entregar los reclusos que organizaron el ataque, dice Pilar Lizana, experta en seguridad de AthenaLab.
Este mensaje no es baladí, puesto que da cuenta que estos subgrupos o células "trascienden a las personas que lo componen, donde prevalece la organización", aclara.
Otro mensaje, dice la analista, tiene que ver específicamente con el Tren de Aragua, que se remonta a sus orígenes: como nacen en la cárcel, ese lugar nunca será un impedimento o les complique en su carrera delictual. "
La cárcel para ellos es una oficina más", dice Lizana.
En concordancia con la tesis del fiscal regional, la analista comenta que efectivamente estos grupos buscan dar una "respuesta" a lo que ocurrió tras el encarcelamiento de 34 miembros, a fines de noviembre. "Buscan enviar la señal de advertencia, algo así como 'ojo, si ustedes (fiscales policías, etc.) nos quieren hacer algo, nosotros también'; en el fondo, buscan amedrentar y demostrar su poder".
Por su parte, Juan Castañeda, cientista político y Doctor en sociología de la Universidad Autónoma, recuerda que "Chile para el Tren de Aragua es una plaza, y no la van a soltar. De aquí obtienen muchos recursos financieros, como el tráfico de migrantes o trata de personas, secuestros, robo, colaboración para transacciones de narcotráfico, tráfico de armas, etc., por lo tanto, hay una fuerte señal de que esto (encarcelamiento de algunos miembros) no los va a alejar del territorio).
Las falencias del sistema penitenciario
Esa "oficina" en la que se ha convertido la cárcel para este tipo de organizaciones criminales, más allá de que los orígenes se hayan cultivado en estos recintos -en el caso del Tren de Aragua, en el Centro Penitenciario de Aragua, en Venezuela-, tiene otra arista que observar.
Ya instalados en Chile, la mirada debe apuntar a cómo estos recintos están cumpliendo con su función. Ese es el foco para Pía Greene, experta en crimen organizado de la USS.
"La cárcel debe tener al menos cuatro funciones; reorganización y rehabilitación, que sabemos que no está sucediendo; pero además debe ser disuasiva e incapacitadora, es decir, que al estar dentro, no se pueda cometer otro delito, y eso tampoco ocurre".
Pía Greene, experta en crimen organizado USS
"La cárcel debe tener al menos cuatro funciones: reorganización y rehabilitación, que sabemos que no está sucediendo; pero además debe ser disuasiva e incapacitadora, es decir, que al estar dentro, no se pueda cometer otro delito, y eso tampoco ocurre", subraya.
El diagnóstico de la experta apunta a que si bien Chile no ha llegado a los niveles de otros países en cuanto a las falencias del sistema penitenciario, "sí nos estamos acercando. Si el sistema penitenciario no tiene una reforma integral, y seguimos pensando que la gente presa va a ser una solución para que se deje de cometer delitos, eso no va a suceder".
Alto nivel de coordinación
Pensar en Los Gallegos, en un ejercicio rápido, necesariamente debería implicar pensar en varias organizaciones asociadas que colaboran con ellos, incluso bandas chilenas que han aprendido a moverse en ese mismo idioma delictual.
Esa es una de las grandes razones que les permiten una operación "holgada" dentro y fuera de la cárcel. De acuerdo a Castañeda, la coordinación no sólo se da entre los miembros de Los Gallegos, en este caso, "sino que hay bandas que colaboran, que se subcontratan".
En la misma línea, Greene recuerda que el crimen organizado rompe con el triángulo del crimen común, entendido como el delito, victimario y la víctima.
"Ahora estamos hablando de una organización que comete muchos delitos, que afectan a muchas personas, y al desarticular una banda, pueden ocurrir dos cosas: que se vuelvan a agrupar, lo que puede ocurrir rápidamente, dado que es muy lucrativo y es fácil reclutar personas, o que sean reemplazados por otra banda, por las mismas razones; hoy los liderazgos son más planos -a diferencia de los carteles mexicanos, por ejemplo-, y eso les da facilidad de rearticularse", explica.
Lizana, en tanto, acota que si bien existe una rápida articulación, no necesariamente todas las células conversan necesariamente entre si, sino que "siguen una metodología de ese 'mando', en este caso, del Tren de Aragua".