"La madre de todas las batallas es la cultural", "estamos perdiendo la batalla cultural", "la batalla cultural es todo". Esas son parte de las reflexiones que, distintos personeros del mundo político, historiadores, sociólogos y hasta panelistas de programas de televisión. Eso sí: la gran mayoría acuñan el concepto desde algún frente en específico, izquierda o derecha.
Pero aquí otra característica: esas izquierdas y derechas están más orientadas hacia los extremos, o si se quiere, son aquellas que se desprecian mutuamente, y que rechazan los centros o los pensamientos mas cercanos al catálogo de políticas públicas. Lo que realmente resulta relevante para los "guerreros" -por ponerlo en esos términos-, esos personeros que buscan "encarnar" la batalla, es el peso de las ideas hegemónicas.
No basta, eso sí, con adoptar ideas, sino que interiorizarlas, recoger de ellas una cierta "mística", hacerlas parte de la vida cotidiana, o un "sentido común". Esa es parte de las bases clave para que una "batalla cultural" avance con buenos vientos.
El debate no es nuevo, pero sí se ha instalado con más fuerza en el último tiempo, de la mano de nuevos liderazgos y movimientos políticos considerados más extremos.
El último en volver a utilizar el concepto fue el ministro de Economía de Argentina, Luis Caputo, apenas hace dos días. En entrevista con una radio de ese país, sostuvo que "Chile es el país de Latinoamérica que más gente sacó de la pobreza desde los años 80 hasta el 2010. Y descuidó la batalla cultural, esa que hoy da fuertemente Axel Kaiser. La descuidó durante mucho tiempo y hoy los gobierna prácticamente un comunista que los está por hundir".
No es primera vez que desde el Gobierno trasandino deslizan esa reflexión. En noviembre, el propio presidente trasandino, Javier Milei, citó en un discurso en la Fundación Faro, a Axel Kaiser, atribuyó a la "pérdida de la batalla cultural" el avance de la centroizquierda tanto en Chile como en el resto de los países de la región.
Por estos lados de la cordillera, el diputado Gonzalo Winter (FA) desempolvó el término en marzo de este año, al señalar que "hemos fallado en nuestro rol de dar una disputa ideológica", lo que abrió un fuerte debate en torno a lo que fue considerado como un "atrincheramiento político".
El origen de "la batalla cultural"
La noción de "batalla cultural" puede retrotraerse al pensamiento del teórico marxista italiano de la primera mitad del siglo XX, Antonio Gramsci, destacan los expertos. Según él, los grupos dominantes mantienen su poder no solo mediante la fuerza o la coerción económica, sino fundamentalmente a través del control de los sistemas de significación y las instituciones culturales.
Mauro Basaure, sociólogo de la Universidad Andrés Bello (UNAB), precisa que "se trata de una compleja estrategia de reconfiguración hegemónica que busca modificar los sentidos comunes, redefinir marcos interpretativos y naturalizar posiciones ideológicas. En fin, de lo que se trata es de ponerse en la posición de definir qué es la realidad, y cómo ella funciona".
En la misma línea,
Alejandro San Francisco, historiador e investigador senior, detalla que de acuerdo a Gramsci, "en los países o pueblos existe una hegemonía que muestra ciertas categorías que se imponen por sentido común, por aceptación activa o incluso pasiva de ciertas ideas por los distintos sectores sociales; una cultura -un conjunto vital de ideas en un tiempo determinado, como lo denominaba Ortega y Gasset-."
En definitiva, la batalla cultural procura desafiar esas realidades e instalar una nueva hegemonía. "Es lo que se ha producido en las últimas décadas en Chile, donde han cambiado ciertas ideas bastante asentadas, como la concepción del matrimonio, la legalización del aborto y otros temas valóricos (como se les llama)", sostiene el historiador.
A ello se suma una lucha contra el "neoliberalismo", presente en la discusión intelectual y en las reformas estatizantes (aumento de impuestos y otros), así como en algunas nociones como los identitarismos, la cultura iconoclasta (contraria a la religión y a las instituciones tradicionales, a las estatuas y las iglesias como símbolos), y la acción e ideas de algunos feminismos radicales.
Las ideas -de izquierda o derecha- y el contenido emocional
Los sectores donde las ideas que dan forma y fuerza a la "batalla cultural", son múltiples, pero en el plano político, algunos sectores de la derecha e izquierda se han "atribuido" o "identificado" con este "rol". No es sorprendente, entonces, que distintas voces del mundo intelectual también atribuyan esta "estrategia de reconfiguración hegemónica" a un lado u otro.
San Francisco, por ejemplo, dice que la promoción de algunas de esas ideas que difunde la "batalla cultural", "ha tenido fuerza en universidades, partidos de izquierda (y parcialmente en partidos o dirigentes de centroderecha), ONGs y movimientos que, en general, presentan una resistencia -como ellos dicen- contra el orden heredado de la dictadura y los años de continuidad de la Concertación, así como una larga historia patriarcal".
En tanto, Basaure, subraya que la batalla cultural, originalmente concebida como una estrategia de transformación social progresista, "
ha sido reinterpretada de manera significativa por movimientos contemporáneos, especialmente por sectores de la derecha más extrema. Esta noción la usó profusamente Setve Bannon en la USA de Trump 1, ahora en el gobierno de Milei y en Chile es muy usada por los hermanos Kaiser, entre otros".
El sociólogo añade que la batalla cultural "trasciende la mera confrontación de ideas. Opera no solo mediante argumentos racionales, sino fundamentalmente a través de la movilización emocional, la construcción de narrativas y la producción de enemigos simbólicos". Lo anterior toma sentido, por ejemplo, en las constantes ofensivas de Javier Milei hacia mandatarios de sectores políticos distintos al suyo, entre ellos, el Presidente Gabriel Boric.
"
Poniendo a zurdos en su lugar", tuiteó el Presidente argentino en su cuenta de X, al replicar un post del politólogo y escritor libertario, Agustín Laje, quien precisamente respaldaba los dichos del ministro Luis Caputo.
"Este contenido emocional se activa al producir un escenario de guerra y gesta heroíca, entre el bien y el mal. Hay un enemigo, el comunista Boric dice Caputo, que destruye el país. Por eso se presta mucho para generar no sólo líderes políticos y de opinión, sino que directamente figuras heroicas, salvadoras, mesiánicas que pueden recurrir fácilmente a la retórica teológica. God saved my life for a reason and that is the mission of saving America (Trump a propósito del atentato y su posterior triunfo)", ejemplifica Basaure.
Claudio Alvarado, director ejecutivo del IES, reflexiona que "es indudable que las ideas tienen consecuencias políticas y que un aspecto muy importante del debate público se juega en el plano del sentido, de la orientación y de la fundamentación simbólica, histórica e intelectual".
"De ahí que cuesta encontrar un proyecto político exitoso que haya desatendido esta dimensión. No se trata de que los académicos o investigadores reemplacen a los políticos ni nada parecido, eso sería un profundo error. De lo que sí se trata es de reconocer que cualquier proyecto político digno de ese nombre cuenta con cimientos sólidos en el ámbito intelectual, tanto a nivel de horizonte como de personal, de cuadros", subraya.
"Dónde" encontrar la "batalla cultural"
En Chile, los espacios donde se desarrollan las ideas de la "batalla cultural", parecen ir en auge, y "no necesariamente desde el ámbito político, sino también como parte de una batalla cultural más profunda", según San Francisco.
"En esta línea destacan, desde luego, Axel Kaiser (un precursor desde la publicación de La fatal ignorancia). En el último lustro se pueden ver más voces, en parte derivado del derrotero seguido por la revolución de octubre de 2019. En esta línea emergen figuras como Mara Sedini (Fundación para el Progreso); centros de estudios como Res Publica, Comunidad y Justicia y el IES; dirigentes políticos como Francisco Orrego e incluso el Partido Republicano, que ha planteado la batalla cultural como un factor crucial de su trabajo político", detalla el historiador.
A la lista se añaden libros, proyectos editoriales, revistas y medios como Vértice, Suroeste y Estudios que entran en la reflexión intelectual desde la tradición católica. "Me parece que el debate en el programa Sin Filtros se da en buena medida en clave 'cultural' y no solo política", agrega San Francisco.