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"No me he podido levantar": El afligido testimonio de damnificados del megaincendio ante una lenta reconstrucción

A doce meses de la mayor catástrofe urbana desde el terremoto de 2010, como lo declaró el propio Presidente Gabriel Boric, los sectores afectados aún conservan las secuelas del fuego.

30 de Enero de 2025 | 06:19 | Por Marcelo Silva, Emol.
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Terreno vacío en El Olivar.

Marcelo Silva.
Han pasado 12 meses y las secuelas de la tragedia que arrasó con Villa Independencia siguen presentes. En las colinas se pinta un paisaje en que predomina el tono tierra y escasean las viviendas coloridas. Donde antes convivían tomas y casas regularizadas, lo que generaba un contraste de las diferencias socioeconómicas del sector, hoy todo es igual.

En la plaza de Villa Independencia cuatro hombres conversan para gastar minutos. Es mediodía y entre ellos hay jubilados y cesantes. Uno se llama Juan Montecinos y hace casi un año, la noche del 2 de febrero, la casa que construyó por partes junto a su mujer para vivir con sus tres hijos quedó reducida a escombros por el incendio de Viña del Mar y Quilpué, la mayor tragedia urbana desde el terremoto de 2010 como lo declaró el Presidente Gabriel Boric.

Juan Montecinos no duda en responder preguntas. Tiene una pena acumulada que lo hace hablar con impotencia. El incendio no solo calcinó su casa, sino también el camión con el que hacía fletes, su principal fuente de trabajo. "Mi señora trabajaba en la feria, yo lo hacía de flete, pero sin el camión no tengo nada. Busco pega, incluso viajé a Santiago a buscar trabajo, pero como soy viejo no me dan".

Viste de pantalón deportivo y una polera suelta y gastada, además lleva unos guantes de trabajo colgados: "Es por si sale cualquier pololito".

Después del incendio vivió por varias semanas en un albergue en el centro de Viña del Mar. Subía todos los días hasta Villa Independencia a retirar los escombros de su destruida vivienda para preparar el terreno a la solución habitacional momentánea que entregó el Estado a los damnificados: Una mediagua de dos ambientes de 24 metros cuadrados con un baño de 2.5 metros donde habita con su esposa y sus hijos de 12, 9 y 7 años.

Juan se ríe con ironía cuando es consultado por el estado de la vivienda de emergencia. En invierno pasaron frío y en el techo se generaron pequeñas goteras. "Esta casa tiene unos apoyos de madera que le da altura y ni siquiera fueron capaces de construir la escalera", reclama.

Villa Independencia

Pero para este padre de familia lo más insoportable es el poco espacio que tiene para vivir. “Ni siquiera pudimos montar las camas. Tiramos todos los colchones en el suelo y ahí dormimos. Yo tenía una casa de 10x10, a mis niños se les achicó todo y es muy incómodo para ellos. Yo le tenía su pieza para cada uno, su tele. Vivíamos bien, sin grandes comodidades pero bien. Y, ahora, así la casa -hace el gesto de algo reducido con sus manos- todos juntos".

Plantea que el gran problema es la canalización de la ayuda. Afirma que cercanos a los dirigentes de la junta de vecinos obtienen ayuda antes que el resto. "Nosotros éramos los primeros que iban a ser beneficiados con las viviendas por tener cabros chicos. Pero después, de la noche a la mañana, pusieron a otras personas que no viven con hijos, y a nosotros nos dejaron para atrás. Entonces, yo voy a tener que pasar otro invierno ahí", dice con evidente resignación.

Confiesa que por las noches el insomnio hace de las suyas, no concilia el sueño por la ansiedad y la angustia: "Estamos dolidos, porque los que teníamos casa estamos sin nada y los que no tenían ya tienen casas. Tienes que ser amigo de los dirigentes de la sede para que te den beneficios".

Tras el siniestro recibió el tratamiento de una psiquiatra que le recetó pastillas que gratuitamente entrega el Cesfam de El Olivar: "eso empecé a mejorar un poco, pero no del todo. Anoche me dormí a las cuatro de la mañana y me desperté antes de las diez. A esa hora recién pude descansar".

Pese a la carga que ha soportado estos 12 meses, Juan sólo pide una cosa: "Quiero recuperar mi camión. Si alguien me responde por mi camión, que es mi fuente de trabajo, yo no necesito más ayuda. Con eso ya genero dinero y puedo volver a rehacerme".

La población de los pasajes fantasmas


"No me he podido levantar. No me puedo levantar", se rectifica Omar Castro (74), uno de los pocos damnificados del gran incendio que aún reside en El Olivar.

Por el Troncal Urbano, ruta que une Viña del Mar con Quilpué, es fácil ver la destrucción que dejó el fuego en El Olivar, barrio fundado en la década de los ochenta y que alberga mayormente a ex funcionarios de la Armada, portuarios y marinos mercantes. Omar Castro trabajó en los puertos de Valparaíso y Coquimbo por más de 40 años, lo que le permitió un buen pasar económico y la posibilidad de comprar dos viviendas en el sector. Una de esas casas, la que vivía junto a su esposa, hijo, nieto y yerna, quedó reducida a cenizas aquella tarde del 2 de febrero.

El día en que accedió a conversar con la redacción de esta crónica recibió una noticia que lo devastó: "Hoy me presenté al Serviu de Valparaíso a las siete y media de la mañana. En el Serviu me mandaron a Viña, al Hotel O'Higgins, y tuve la gran sorpresa que por tener dos casas, esta va a quedar igual como está".

Su vivienda principal es hoy una pared carbonizada, al igual que la de sus dos vecinos con los que compartió terrenos. Las construcciones antiguas de El Olivar permitieron que en un espacio reducido se construyeran dos casas. Uno en el primer piso y la otra en el segundo.

La dificultad de reconstruir este arquetipo de hogares ha generado un éxodo importante en el sector, dando paso a pasajes fantasmas, donde sólo hay terrenos vacíos con fierros fundidos y oxidados por el tiempo. Recién el pasado 29 de enero, la alcaldesa Macarena Ripamonti dio el vamos a la primera etapa de construcción del proyecto piloto "Pequeños Condominios", diseñado por el Estudio Elemental del arquitecto Alejandro Aravena. El edificio industrializado de cuatro pisos permitirá a las familias damnificadas vivir en un departamento de 80 metros cuadrados -antes era de 37 m2-.

Casa destruida en El Olivar.

En su memoria, Omar conserva latente la tarde del incendio. "El fuego ingresó por el Jardín Botánico. Eran lenguas de fuego las que pasaban por nuestras cabezas. En cosa de minutos agarró estas cuatro casas y otras cuatros que están por detrás". Junto a él camina su nieto Santino (5) otro sobreviviente. "Este niño sufrió y sufrí yo, pero lo saqué en brazos, de espalda, porque era un viento desgraciado que hacía aquí. Tremendo".

El pequeño también recuerda el incendio y le cuesta expresar el terror que sufrió aquellos días. Responde con timidez que perdió todos sus juguetes y la pieza que compartía con sus padres, además del pánico que siente cada vez que escucha una sirena de bomberos. "El gritaba ese día 'los bomberos, los bomberos'. Lo pasó muy mal", interviene su 'tata Omar'.

"Si fuera por mi ya me habría rendido hace rato. Yo ya estoy viejo. Pero ahora todo lo hago por este niñito", expresa con ojos llenos de lágrimas.

El incendio generó daños colaterales, que van más allá de lo material y lo físico. La incertidumbre inmersa en los vecinos del sector está provocando deterioro psicológico. La psicóloga clínica Sofía Araya sostiene que toda esta sensación de injusticia puede generar patologías graves de salud mental si no se tratan correctamente.

"Vivir una situación como esta puede conllevar una gran gama de manifestaciones que afectan de manera multidimensional en el funcionamiento del ser humano. Trastornos ansiosos, depresivos, insomnio o incluso la pérdida del sentido de la vida. Estos efectos dejan huellas en la vida, afectando su funcionamiento personal, emocional, económico, familiar y comunitario, especialmente cuando falta un otro que cumpla la función de sostenimiento ante la indefensión, ante lo insoportable, ante lo traumático", señala.

En los damnificados sobresalen los sentimientos tristeza, rabia, angustia, desesperanza, desesperación, vergüenza, desamparo, aislamiento, sensaciones de culpa, de desborde. "Son afectos displacenteros que muestra una falla, una señal de que algo no anda bien. Esto marca las huellas psíquicas a través de las cuáles se mirarán y construirán con posterioridad estos sujetos tanto de manera personal, familiar y comunitaria", advierte la profesional.

Pared de lo que fue la vivienda de Omar Castro.

Agradecida de lo poco


Por la compleja geografía de Quilpué, ciudad erigida con el vaivén de las colinas, no es fácil dimensionar el daño que dejó el incendio en la Población Argentina. Cifras levantadas por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indican que en este sector 214 casas se vieron afectadas, dejando a 642 personas damnificadas.

Una de ellas es Bernarda, vecina de la incendiada capilla del lugar.

Cercana a sus 70 años, Bernarda muestra un optimismo envidiable. Tras el incendio fue recibida por su hija que vive a pocos metros, en una de las pocas casas de la Población Argentina que resistieron las llamas. Poco después, calcula unos dos meses, el Gobierno le entregó su casa de emergencia, de la cual está muy agradecida.

"A mi se me quemó todo, pero por fortuna no nos quemamos. Lo único que se quemaron fueron mis gatitos", lamenta.

La vivienda de emergencia le ha funcionado bien y que no dio problemas en invierno: "Un par de goteritas no más -le baja el perfil-. Se puede decir que yo tuve suerte con mi casita".

Su hijo menor vive con ella y trabaja como soldador. El incendio se llevó todas sus maquinarias y herramientas con los que mantenía un emprendimiento. Pero gracias a los programas lanzados por el Fondo de Solidaridad e Inversión Social ha logrado recuperar parte de su capital de trabajo: "Hizo un curso en el Fosis y con eso pudo recuperar algo que le sirve para salir a ganarse el pan".

Pese a la actitud positiva, Bernarda acusa abandono de las autoridades hacia la Población Argentina y un enorme retraso en la construcción de las viviendas definitivas. "Nos dejaron abandonados. No estoy diciendo que vengan siempre y que nos traigan plata, pero que alguna vez se hagan presentes y traigan soluciones reales".

La recién asumida alcaldesa de Quilpué Carolina Corti -que impidió la reelección de Valeria Melipillán- denunció esta semana en una carta enviada al Presidente Gabriel Boric que el avance en la entrega de subsidios sólo alcanza un 11% en la comuna. "Hoy enfrentamos una duplicidad de catastros y la eliminación del bono de acogida deja a las familias aún más desprotegidas. No podemos permitir que un nuevo invierno los sorprenda sin techo", dice la edil.

Bernarda mira hacia el horizonte. La panorámica que tiene la entrada de su casa le permite mirar hacia una colina del frente. Al igual que en Villa Independencia y El Olivar el tono es descolorido. Hay casas de emergencias y ampliaciones improvisadas con materiales ligeros.

"Yo me inscribí para la casa, pero de aquí a que salgamos uuuh...Quizá hasta cuándo vamos a estar así", dice encogiéndose de hombros. Sin respuestas, el silencio se torna protagonista.

Población Argentina.
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