SANTIAGO.- Como "único en el mundo" y "una maravilla de la naturaleza" catalogó en su video el ingeniero forestal, Roberto Francesconi, al bosque de queules encontrado en marzo de 2018 entre las comunas de Penco y Tomé. En la publicación, hecha en su Facebook este miércoles 1 de mayo, se hablaba de unos 150 ejemplares de copas altas que llenarían un sector ubicado en la Región del Biobío.
Desde entonces que se habla de un "hallazgo histórico", el cual podría ayudar a develar la presunta extinción de esta especie, declarada como un monumento natural por el Ministerio de Agricultura en 1995. Sin embargo: ¿Qué sabemos del endémico queule? ¿Por qué su población peligra en las tierras de Chile? ¿Y qué se puede hacer con este descubrimiento de la Coordinadora Regional del Medioambiente en el Biobío?
Desde la raíz
"Hace millones de años, toda nuestra costa estaba poblada por una selva tropical. Vestigios de ello quedan en la flora fósil que encontramos en la mina de Lota y que nos recuerda que en algún minuto este espacio estuvo poblado de esa forma", explica a Emol el investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), Lohengrin Cavieres. Y agrega: "Entonces muchas especies de las que nosotros tenemos derivan de esa época y un elemento muy interesante es el Gomortega keule, más conocido como queule".
Del número de esta especie, la cual se distribuye sólo por la costa entre la provincia de Cauquenes y Arauco, poco se sabe y fue hace unos 24 años que se decretó en peligro de extinción junto al pitao, el belloto del sur y el ruil. Así lo cuenta el compañero de Cavieres en el departamento de Botánica de la Universidad de Concepción, Diego Alarcón. "La única cifra que está en el aire es más o menos unos 2.000 ejemplares, pero eso fue una estimación hecha a inicio de los '90 por la Conaf y de la cual no hay un respaldo científico reciente", detalla el especialista.
Para ellos, emplazados a una veintena de kilómetros del lugar en donde se encontró, la publicación de este video es positiva. Cuentan que es bueno que se dé a conocer el queule y que la gente se entere de su existencia, pero son enfáticos en hacer apreciaciones: "Se habla de que sería un bosque virgen o adulto, y la verdad es que en el video
se ve que son árboles jóvenes, que no deberán tener —aparentemente— más de 40 años", dice Alarcón de la UdeC.
2.000ejemplares se estimaron en la década de los 90
Si bien Alarcón y Cavieres reconocen que podrían haber más longevos en el sector, el diámetro de los ejemplares que se ven en las imágenes le dan el piso a su comentario. "
El queule cuando está de brote tiene vástagos de corteza gris y con unos lunares característicos que son marrones. Eso cuando son renuevos. Y luego cuando ya son adultos, que superan los 80 años por ejemplo, la corteza cambia y forma unos patrones pentagonales con formas geométricas definidas y una corteza gruesa completamente distinta", explica el también ingeniero forestal y doctor en biología.
Asimismo, los especialistas en botánica son rigurosos con la cantidad expuesta en el registro audiovisual. "En todos los levantamientos que se han hecho por equipos científicos siempre se presenta el siguiente problema: que tu tienes ejemplares que son rebrotes de árboles probablemente antiguos y que fueron cortados o quemados. Cuando eso pasa, tu tienes por ejemplo 25 vástagos que surgen de una zona cercana, pero puede que sea un solo árbol", comenta Alarcón.
"Es lo mismo que pasa cuando se talan los álamos en las plazas y surgen varios talles desde abajo", compara.
Los riesgos de la población
Tanto para Alarcón y Cavieres, pareciera que el queule —además del cambio climático— se enfrenta habitualmente ante tres amenazas: sus propios requerimientos, la transformación del paisaje y el desconocimiento de los propietarios donde se levantan sus copas endémicas.
"No puede estar expuesto a heladas muy prolongadas, su temperatura debe ser relativamente constante a lo largo del año y ese tipo de condiciones sólo se va encontrando en la zona costera, entre el sur del Maule y el Biobío", indica Cavieres. “Esta zona desde mediados del siglo XX ha visto transformado su paisaje con la industria forestal y el uso agrícola, lo que ha ido diezmando por una parte los tamaños de las poblaciones y desconectándolas”.
"Es muy difícil producirlo en un vivero", añade también Alarcón. "Hay un trabajo que publicó el doctor Diego Muñoz de la Universidad Católica del Maule, donde lanza la hipótesis de que pudo haber sido un animal de gran envergadura, como un elefante extinto, que comía los frutos y al pasar por su sistema digestivo podía germinar".
En esta línea, cuentan al teléfono, lo más importante de este descubrimiento es que pone sobre la mesa a esta especie y el estudio mismo de su biología podría ayudar a crear planes para su preservación. "Es como si tuviésemos un fósil viviente y tenemos que cuidarlo. Pero sobretodo tomar la conciencia de que donde está es una zona de fragilidad, en la que no podemos seguir transformando el paisaje en plantaciones, zonas urbanas, centrales de paso o proyectos mineros", cierra Cavieres.