Para los niños el juego es más que una simple entretención. Es la ocupación que tienen en toda la etapa preescolar y el mejor descanso de sus largas jornadas escolares. Pero, además, es la forma cómo desarrollan su sicomotricidad, es decir, la unión entre sus habilidades motoras y síquicas.
Quienes se dedican a estudiar y evaluar este desarrollo lo dejan bien claro: la sicomotricidad es la base de un buen aprendizaje escolar, porque a través de las actividades lúdicas los más chicos aprenden a organizarse, a manejarse bien en un ambiente, a coordinar su cuerpo con el espacio, y -sobre todo- a determinar qué son capaces de hacer y qué no.
Los niños todo lo aprenden por el juego, así entienden mucho más, destaca Marcela Hernández, sicomotricista del Centro de Investigación y Capacitación en Educación y Psicomotricidad (Cicep).
Además, es en estas actividades donde los pequeños reciben los estímulos que necesita su sistema nervioso central para organizarse. De ahí que los especialistas recomiendan a los padres estimular y acompañar a los niños en sus juegos, sobre todo en este período veraniego en el que hay tiempo y espacio para estas actividades.
Compañía paterna
Una primera recomendación que dan los terapeutas es darle oportunidades a los niños para que jueguen y aprendan nuevas tareas. Si quiere vestirse solo, hay que dejar que lo haga, aunque se ponga los pantalones al revés y se abotone desordenadamente. Si la mamá pierde la paciencia y siempre termina haciéndolo ella, el niño nunca aprenderá a ejecutar esa tarea, enfatiza Mónica Arenas, terapeuta ocupacional del Centro de Desarrollo Infanto Juvenil (Ceril).
La compañía de los padres en el juego también es fundamental. Marcela Hernández explica que cuando padres e hijos comparten una actividad lúdica crean códigos que perduran toda la vida, como la confianza, la estima y el amor mutuo. Además, el niño adquiere seguridad, porque conoce sus capacidades y sus limitaciones, acompañado por sus padres.
Esta sociedad le permitirá a los papás observar el juego de su hijo y, eventualmente, percatarse de aquellas señas que pueden indicar que hay problemas en el desarrollo sicomotor del niño.
Las visitas a las plazas de juegos son claves en esta tarea. Por ejemplo, un niño que es muy reticente a ciertos juegos, que no se quiere subir al columpio o al resbalín o que se sobreinvolucra con un juego y no quiere dejarlo, te da la idea de un niño inseguro y temeroso, además de poco flexible, agrega Mónica Arenas.
Múltiples usos
Salir a caminar en familia e ir jugando en la calle a contar grifos o a quién llega primero a cierto lugar son acciones que van generando aprendizajes en los niños. También disfrazarse, hacer una casa con géneros en el living o jugar a la escondida. Hay que aceptar que la casa quede un poco desordenada: no importa, está así porque todos jugamos y después todos ordenamos. Y eso es bien distinto a que los niños la desordenen de aburridos, grafica Marcela Hernández.
La elección de los juguetes también es un aspecto crucial en la estimulación de la sicomotricidad. No se trata de cantidad sino de calidad. “Me ha tocado ir a ver a niños que tienen muchos juguetes en sus casas, pero en un ambiente desordenado. Y les he recomendado a los papás estructurar el ambiente, que le entreguen un juguete a la vez y les escondan los otros por un tiempo para después devolvérselos”, cuenta Mónica Arenas.
Además, los juguetes deben tener varios usos, o si no los podrán ocupar por muy poco tiempo. Hay algunos a los que se les apreta un botón y el niño se sienta a mirar qué hacen. Eso es muy poco útil.
También es una tendencia que se está extendiendo en algunos colegios. A los niños les están haciendo los trabajos. Por ejemplo, para el día de la madre ya no son ellos los que pegan, pintan, recortan o dibujan el regalo. Eso provoca un pobre desarrollo de su motricidad fina.
Por último, ambas especialistas recomiendan dejar que el pequeño determine a qué necesita jugar en determinado momento, pues por su desarrollo evolutivo va a tender a ejecutar ciertas acciones. Un niño que es organizado y eficiente en el juego, lo más probable es que también lo sea en la etapa escolar y en la adulta, concluye la terapeuta.
Principales problemas
Los niños están jugando menos a correr, saltar, hacer tortas de barro y pegarle a una pelota. Lo cambiaron por la televisión y por el computador. Por eso, se ven más problemas de sicomotricidad, sobre todo cuando los niños llegan a kínder o al colegio.
Marcela Hernández, sicomotricista, cuenta que las profesoras y educadoras de párvulos lo notan en su lenguaje: letras mal pronunciadas, escaso vocabulario, dificultades para recortar, pintar, puntear, etc.
En sus movimientos, el menor es torpe al correr, no sabe saltar, tiene poco repertorio de movimientos, no se equilibra, no trepa, se cae más y se atreve menos a hacer cosas.
También se pueden encontrar estas dificultades en niños que se frustran muy fácilmente y no perseveran en lo que están haciendo, y en aquellos que son dispersos y pasan de una entretención a otra, dice la terapeuta ocupacional Mónica Arenas.