Su vida es intensa. Intensa porque su pega dice relación con el lado más oscuro del ser humano, la adicción a las drogas; ese doloroso submundo que muchos esconden, otros evitan y una buena cantidad niega.
Socióloga, con especialidad en temas de la mujer, María Teresa Chadwick, sabe de desgarros. Los vivió en carne propia cuando muy joven debió acompañar a su marido, el senador José Antonio Viera Gallo, al exilio.
Hoy está abocada de lleno, desde la cabeza del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes, Conace, a ayudar a jóvenes, hombres y mujeres a salir de la drogadicción, a rehabilitarse con éxito.
Su desafío no es menor, porque -como ella misma sentencia- esta problemática cruza a todos los sectores por igual. Los estudios señalan que los hombres (9,2% de ellos) consumen más drogas (marihuana, pasta base y cocaina) que las mujeres (un 2,2%) y que entre los 12 y 18, la edad de inicio, el consumo es bastante más cercano.
La distancia se incrementa a los 25 años, cuando la mujer entra en su etapa más fértil o reproductiva y se potencia para ser madre. Entonces, ahí, la curva de consumo cae entre las féminas y no vuelve a subir.
“La maternidad es un factor que protege mucho del consumo de droga”, afirma.
El tema del alcohol es distinto, porque el consumo es más cercano entre los sexos: un 64,9% de los hombres lo hace contra un 53,5% de las mujeres. Donde la mujer aparece como mayor consumidora que el hombre es en el mundo de los fármacos con y sin prescripción, o sea, tranquilizantes, benzodiazepinas, anfetaminas, antidepresivos. “Ahí, es lejos más consumidora y hay que reflexionar en este punto”, advierte.
-¿Qué explica esto?
“Nuestros estudios nos dicen que se debe un poco al estrés de vida de la mujer. El doble rol (mujer trabajadora y madre) y el estrés de su cotidianeidad laboral son los gatillantes”.
-Los hombres están igual de exigidos por la competencia. ¿Su salida es la droga?
“No. El estrés del hombre lo puede llevar a consumir alcohol, pero no necesita, todos los días de su vida tener que parar el estrés con un remedio para los nervios. La vida de una mujer trabajadora es especial: sale a las 7 de la mañana y regresa a las 8.30 de la noche, trabaja jornada completa, deja a los hijos en la casa, encargados, sufre las emergencias del hogar”.
-¿Viven en el mundo del engaño? ¿no se reconocen drogadictas?
“A ver, no todas las que consumen sicofármacos son drogadictas; hay algunas que sufren de depresión y están diagnosticadas. En las otras, hay que crear conciencia en el país de que consumir medicamentos sin prescripción tiene el mismo riesgo de adicción que consumir cocaína o pasta base.
“La irrupción de la ingesta ilegal del sicofármacos está en la agenda mundial porque puede provocar un estado de dependencia al igual que las drogas ilegales”.
-A esta altura ¿es un mito que las mujeres no se introducen en el mundo de las drogas fuertes?
“Total. Hay menos proporción de mujeres que consumen cocaína y pasta base, pero ya no son drogas circunscritas al mundo de los hombres. Y la marihuana es consumida por igual”.
La singularidad de esta realidad ha llevado a las autoridades a desarrollar una política de rehabilitación con mirada de mujer. Desde el año pasado, el Conace ha intensificado los esfuerzos por dar una red de apoyo a las madres en el cuidado de sus hijos mientras ellas permanecen internadas.
“Los tratamientos son, generalmente, de larga duración, de 10 meses a un año y nos dimos cuenta que la deserción era mucho mayor en mujeres que hombres. La razón: ellas no tenía con quien dejar a los hijos. A la mujer se le producía un quiebre y perdía todo lo avanzado”, explica María Teresa Chadwick.
Hoy, Conace cuenta con un presupuesto especial que permitirá que las madres en terapia ambulatoria puedan dejar a sus hijos en un jardín infantil, mientras ellas están en consulta. Si, en cambio, se interna y tiene hijos menores de 4 años, ellos se pueden quedar con ella en la comunidad terapéutica.
“Nos sale más caro el tratamiento de una mujer, pero obviamente, esto es una responsabilidad social. Ésta es la única manera, y nos hemos dado cuenta de ello, de que disminuya la deserción. Una mujer, por muy drogadicta que sea, siempre tiene la preocupación de que debe cuidar a su hijo”, dice.
“Para mí, éste es el logro que más aprecio de toda mi gestión al frente del Conace”, desliza satisfecha.
-¿Hay estudios que confirmen que una madre o padre consumidor transmiten a sus hijos esa conducta?
“No es automático que un padre consumidor gatille la conducta. Lo que sí pasa, es que los padres consumidores son más tolerantes con el consumo de sus hijos.
“La familia es el principal factor protector en el consumo de droga, o sea, mientras más involucrado esté el padre o la madre en la vida cotidiana del hijo, menos posibilidades hay de que él caiga. Hay una prevalencia de consumo menor que en una familia que no se preocupa de las actividades de sus hijos, de las amistades o no establece normas de comportamientos.
-¿Siempre?
“A ver, las familias más permisivas, entre comillas, tienen un riesgo mayor en el consumo de drogas. Las familias más represivas, aquéllas que son pura norma también tienen un riesgo tremendo de tener hijos consumidores. Las familias en donde hay comunicación, diálogo, protegen mejor.
“Los estudios también arrojaron que la actitud de los padres frente al consumo es muy importante para los hijos”.
-¿Y cuál debe ser esa actitud?
“Debe ser de condena con razones, no con palizas. Y si el padre prende un pito de marihuana o llega curado todos los días, difícilmente, podrá imponerse sobre el hijo”.
-¿Qué explicación hay para que los niños se inicien más tempranamente en el consumo?
“Que los niños son más precoces. En esta sociedad, una niña de 13 años puede ser una adolescente. Si uno observa a la juventud, puede ver que niñas de esa edad salen a fiestas en la noche.
“Hay algo prematuro no sólo en el hombre si no que en la mujer. Ellas ya no tienen diferencia en permisos y actividades con respecto a los hombres de su misma edad. Esto es lo que yo considero los aspectos negativos de la igualdad entre el hombre y la mujer y la sociedad tiene que hacerse cargo de ello”.
-¿O sea, estamos hablando de los efectos de la evolución de la sociedad?
“Claramente, antiguamente era más fácil educar a los hijos que hoy. La sociedad sufría menos del impacto de los medios de comunicación, los hijos no veían televisión desde los tres años como ahora. Son momentos distintos, la familia era más extendida con padres, abuelos presentes”.
-Y una sociedad menos consumista e individualista.
“Por supuesto. Y se suma la incorporación de la mujer al trabajo, en el aspecto de que está menos en la casa. Ahí pesa el hecho de que el hombre todavía no asume su responsabilidad doméstica”.
-Si hacemos comparaciones odiosas, ¿cómo se presenta el consumo de drogas por estratos sociales?
“Iguales. La encuesta de jóvenes en edad escolar que abarca a establecimientos particulares, subvencionados y municipalizados, refleja que el consumo se da por igual. Lo que cambia es el tipo de droga”.
-¿Por su costo?
“Obvio. La pasta base, como siempre, es la droga de los pobres y las drogas más caras están en los colegios de mayor nivel económico.
“Lo que si es diferente por estrato es que en los colegios particulares es mayor el consumo de alcohol que en los municipalizados”.
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