De entrada no dice el año que nació, sólo el día, el 30 de marzo. La razón, según él, no es vanidad, si no que su madre se lo tiene prohibido porque con datos tan exactos le pueden calcular la edad a ella.
“Te lo juro... Por la edad que ella dice que tiene es como que me hubiera tenido a los doce”, lanza entre una carcajada.
Hijo único, pudo haber sido más fundido de lo que es, pero su padre murió cuando era un adolescente y no le quedó otra que hacerse hombrecito.
Rodrigo Bastidas Urrutia se ve relajado tras su escritorio de director de la Escuela de Actuación de la Universidad Santo Tomás, pero por historia, claramente, ésa no debió ser su profesión.
El tronco conservador lo delata y él no lo reniega. Su abuelo paterno era juez y su abuela materna era la perfecta dueña de casa.
Mi marido no conoce la cocina, era la frase que ella pronunciaba, orgullosa.
El tata por el lado materno era agricultor de “derecha recalcitrante; de hecho, perteneció, en una época, a unas brigadas, no sé… eran peor que Patria y Libertad”, confiesa entre risas.
Así es Bastidas, fundador de la compañía Teatro Aparte, ésa que por décadas hizo a los chilenos cuestionarse su forma de vivir con obras tan exitosas como críticas, del tipo de “Quién me escondió mis zapatos negros” o “¿De 1 a 10, cuánto me quieres?”.
También el histriónico conductor de radio Infinita, donde se ríe del día a día junto al periodista Cristián Sánchez, porque el humor es parte de su sello; toda respuesta está, inevitablemente, acompañada de una broma o de una anécdota y eso le fluye con naturalidad.
“Con mi mamá –sigue su historia familiar- se desordenó un poco el cuento. Mi mamá es como…”.
-¿PPD?
“Nooooooooo, es de izquierda intransigente. Encuentra que la Concertación se ha acomodado, es gran admiradora de Fidel Castro”.
-¿Y tu papá?
“Lamentablemente falleció el año ´79, un mes antes de que diera la PAA. Fue bien doloroso, porque éramos tres y con eso se fue el 33,3% de la familia de un guaracazo”.
-¿Te marcó?
“Para la vida. Quedé con una frustración muy grande, como que mi papá no haya conocido nada de mí, no tuvo idea de que fui actor, quienes son mis hijos. Cada vez que vivo una felicidad muy grande me da la impresión de que es otra cosa más que se perdió.
“Yo pensaba que eso se pasaba con el tiempo y han pasado veintitantos años y no”.
Bastidas estudió en el San Ignacio Alonso Ovalle, pero cuando se trasladaron a Vitacura, a sus 11 años, su padre resolvió que
el mejor colegio es el que está cerca de la casa. Y así fue cambiado al San Pedro de Nolasco en Kennedy.
-Tu pintabas para ser abogado, médico, ingeniero.
“Sí… la verdad es que el San Pedro de Nolasco no me gustó y mi mamá me cambió al Seminario Menor. Y ése fue un gran paso en mi vida, desarrollé mi parte humanista, artística”.
-¿Ahí te ligaste al teatro?
“No, la vida está llena de coincidencias. Al frente de mi casa vivía (el actor) José Miguel Salcedo que en esa época trabajaba con Jaime Vadell en el Teatro La Feria. Él hacía un tipo de teatro con la comunidad, popular; estaban instalados en Lo Barnechea y trabajaban con la señora de las flores, el viejo que vendía globos.
“Ellos me invitaron a participar; yo estaba en el colegio y simultáneamente estaba actuando. Actuamos con mi mamá en una obra que se llamó “La república de Jaujá”.
-¿Y en el colegio?
“Tenía un profesor de teatro, Carlos Aravena, que fue el que me mostró que ésta era mi vocación”.
-Y como tenías una madre chascona, no quería un hijo abogado, sino poeta o pintor.
“Claro, el terror de mi mamá era que yo fuera futbolista. Para ella era algo espantoso, atroz, porque está muy dedicada a las letras, escribe, ha publicado cuentos. Yo era hincha de la Unión Española y me encantaba el fútbol. Y mi mamá decía
Dios mío, esto es un castigo del Señor”.
-Paréntesis… ¿sigues siendo hincha de la UE?
“Imagínate como estoy. Inflado”.
Retoma el cuento: “Mi papá se murió cuando estaba en cuarto medio y lo obvio era estudiar algo con qué mantener a mi madre. Pero nadie me dijo nada, nadie me dijo
Rodrigo, tú mamá es viuda, ¿cómo se te ocurre estudiar teatro?. Estamos hablando de los años 80, no existía casi la televisión, recién se estaba haciendo “La Madrastra” y ser actor era morirse de hambre.
-¿Estabas convencido?
“Cuando fui a dar la prueba especial en la UC fui con jeans y todos andaban con malla. Todos eran súper aperrados y yo con suerte me aprendí el texto. Creo que estaba en otra, se me había muerto mi padre y no tenía mucha conciencia de lo que estaba haciendo. De hecho, me fui a París, porque allá vivían unos parientes, y no me fui a matricular”.
-¿¡Qué!?
“Me matriculó un primo que era súper formal, de chaqueta y corbata. Dice que lo felicitaban; él hizo todos los papeles por mí, llegue un mes atrasado a clase. No sé en qué estaba pensando, realmente”.
-¿Te reprobaron?
“No, pero yo tampoco entendía mucho. Imagínate que el primer día de clases me dicen que tengo que ir a escuchar ruidos a un terminal de buses y después en clases tenía que expresarlo. Lo encontraba como trabajo para autista y (se pone a modular)
oooaaaaaaooooooo”.
Entre risas sigue la historia. Explica que a los cuatro meses de haber entrado a la escuela se puso a trabajar profesionalmente. La obra “La república…” que hacía la compañía La Feria vio desertar a uno de los personajes principales y Vadell no encontró nada mejor que llamarlo a él porque se sabía los parlamentos.
Con Vadell trabajó cinco años, los mismos que estuvo en la escuela, pero asegura que ese actor fue su verdadero maestro, con él aprendió a escribir, conoció la creación colectiva, el trabajo teatral y el humor. “Esos azares de la vida me hicieron apasionarme con el cuento. Cuando egresé de la escuela yo ya había montado cinco obras”, entre ellas, “El Tijeral”, “El zoológico de mármol” y “A la Mary se le vio el popis”.
-¿Nunca te cuestionaste que te ibas a morir de hambre?
“No, la verdad es que nunca pensé en la plata. Nunca tuve conciencia de eso porque siempre tuve rápidamente trabajos. De hecho, el año´82 ya estaba en una teleserie, “Bienvenido hermano Andes”, que era tan mala que no la vio ni mi mamá, imagínate, si hasta la cambiaron de horario.
“También me puse a trabajar en Teleduc e hice comerciales. Fui el tío Dannon (el yogurt) y me pagaron una cantidad de plata que no lo podía creer. Me acuerdo que fui hacer el casting y habían puros actores famosos. Con lo que me pagaron me compré un televisor a color a toda raja y acuérdate que estaban apareciendo”.
-¿De a dónde viene tu veta del humor?
“Mi papá era una persona muy divertida, mi mamá también. El humor es una cosa que tú traes, pero se me sumó el humor de Vadell, un tipo brillante, con mucha creatividad y un talento increíble. Después me sirvió mucho trabajar tres años con Tomas Vidiella, donde aprendí otro aspecto del teatro y que me mostró que uno podía vivir del teatro, cuestión que con Vadell no, Jaime hacía teatro y si le iba mal, le iba mal, y si le iba bien, le iba bien”.
Rodrigo asegura que su relación con la televisión ha sido más bien lejana, fría, y nunca se ha creído mucho el cuento. Tiene claro que ella no le ha dado fama, porque antes del fenómeno “Machos” uno “pasaba piola”.
-Nunca has hecho un protagónico.
“No, hice uno y me gané un Apes además”.
-¿Cuál?
“(Entre carcajadas) La primera vez que hice un protagónico me gané un Apes como mejor actor y por hacer de ciego. Fue en “Rosabella” del Mega, el año 1997”.
-¿Por qué estuviste siempre en papeles secundarios?
“Cuando yo tenía 24 años, recién salido de la escuela, los protagonistas tenían 30 o 35. Mira “La Madrastra”, donde el protagonista fue Walter Kliché y Jaime Vadell. Los hijos de ellos éramos nosotros. Y además yo siempre tuve cara de chico, hasta los 26 años hice de colegial con uniforme, en “Marta a las 8”. Cuando cumplí 30 vino la moda de los jóvenes”.
-Nunca calzaste, quedaste desfasado.
“Sí, en “Los Títeres”, yo con la Carolina Arregui éramos los lolitos”.
-¿No te complicó?
“Es que para mí la televisión era mi segunda pega. Te puedo apostar que los actores del Teatro Aparte, lejos, son los que tienen más funciones en el cuerpo hoy. Te aseguro que no hay nadie menor de 50 años que las tenga”.
-¿Tu papel en “Machos” fue la vuelta de mano de la tele?
“A ver, hice un personaje que, de mi punto de vista, tenía problemas de estructura, no estaba cien por ciento armado y además, era muy antipático. Entonces, por un lado, “Machos” produjo toda una conmoción nacional, era muy divertido ser un macho, pero en términos particulares, el costo fue alto”.
-¿Cómo?
“Claro, la gente decía
que voy a ir a ver a ese huevón pesado al teatro, si es insoportable. Mira lo que le pasó a la Mané Swett, el año 2004 ganó “Vértigo” y éste la echaron a la primera por su papel de “Brujas”. La gente cree que uno es como el de la tele”.
Aún así, todavía se ríe con los efectos de “Machos”. “Te paraban las señoras y te pedían 12 autógrafos cada una, ¿cómo tanto? Nunca me habían contratado para un desfile de moda e hice dos, no podía creer que me estuvieran pagando plata por caminar 15 pasos pa´ allá y devolverme. Insólito”.
“Hacemos un tipo de teatro que es un espejo”
“No me interesa que las mujeres se derritan por mí; me interesa que una sí”